Medidas de emergencia en tiempos de crisis
Escribir un artículo más sobre la crisis crediticia y sus causas no tendría sentido a no ser que el quinto banco de inversión de Estados Unidos, con 85 años de independencia a sus espaldas, hubiese caído en picado, hubiese sido rescatado por la Reserva Federal con una inyección de capital de 30.000 millones de dólares y hubiese sido vendido en una subasta de emergencia o fire sale al mejor postor, en este caso JPMorgan Chase, que adquirió Bear Stearns por una centésima parte de su valor en Bolsa de hace un año.
Así que un artículo más sobre la crisis recoge unas palabras de continuidad que no aciertan a adivinar cuándo tocaremos fondo y si las medidas de emergencia encabezadas por la Reserva Federal continuarán su curso. Estas medidas de emergencia procuran lidiar con dos toros de naturaleza bien distinta: el primero intenta preservar la integridad del sistema financiero, mientras que el segundo atiende a los prestamistas morosos, incapaces de continuar pagando la hipoteca que en tiempos de bonanza decidieron pedir interpretando quizás en un ambiente de tipos de interés bajos, que serían capaces de abonar al final de cada mes el pago de intereses y de amortización de principal.
Decía Dominique Strauss-Kahn, director gerente del Fondo Monetario Internacional, puesto que hasta octubre de 2007 ocupaba Rodrigo Rato Figaredo, que el riesgo de contagio es alto. Quizás ya lo sabíamos. Lo que no dijo es si ese contagio se refiere al corazón del sistema financiero o a los inversores que decidieron confiar sus dineros a los productos estructurados de colateral subprime.
Las recientes acciones de la Reserva Federal pretenden inyectar confianza en el corazón del sistema financiero y evitar la quiebra del quinto banco de inversión de Wall Street. Por otro lado, un recorte de tipos de 75 puntos básicos (hasta el 2,25%) pretende bajar, de nuevo, el pago mensual asociado a millones de hipotecas basura que están al borde de la quiebra. Los tomadores de hipotecas están, como las chicas de Almodóvar, al borde de un ataque de nervios.
Las inyecciones de capital en activos de dudosa calidad crediticia puede pasar factura al contribuyente, si en un acto reflejo se rescata a una entidad que quizás los principios ortodoxos del mercado aconsejarían dejar quebrar. Los continuos recortes de tipos, que además de ser continuos han sido masivos, tienen el problema de que se acaban agotando toda vez los tipos alcanzan la cota del 1%, mínimo histórico que la Reserva Federal alcanzó hace escasamente unos años, lo que por otro lado propició la generación de un sinfín de hipotecas de dudosa credibilidad crediticia.
La volatilidad que estamos observando en el retorno de la acción de determinados bancos de inversión, en particular Lehman, hacen dudar al analista de la integridad del sistema financiero, introduciendo al inversor en un círculo vicioso que no parece terminar y que pretende predecir cuál será la siguiente víctima entre los grandes, apostando al mismo tiempo si la Reserva Federal tendrá de nuevo la brillante idea de orquestar un paquete de rescate de emergencia, que los bancos han decidido ofrecer para rescatar al segundo monoline Ambac.
La actual Administración republicana encabezada por el secretario del Tesoro y ex presidente de Goldman, Hank Paulson, y el sucesor de George Walker Bush si los republicanos renuevan la victoria en las elecciones de noviembre, John McCain, se han mostrado contrarios a implementar medidas fuera del simple recorte de tipos, para facilitar el pago de la hipoteca a millones de afroamericanos y latinos que están perdiendo sus hogares en las temidas foreclosures. Sin embargo actúan sin dilación cuando se trata de rescatar a un sistema financiero en horas bajas por los excesos cometidos en tiempos de bonanza.
Observo de nuevo una cierta complacencia por parte del regulador en la parte alcista del ciclo, una complacencia que me hace recordar la historia de la cigarra y la hormiga. El regulador no hizo quizás su trabajo inspirándose en el conservador Banco de España y obligando a los vehículos especiales (SPV) el depósito de una garantía en el marco de los acuerdos de capital de Basilea. Esa tranquilidad, inoperancia, inactividad o pasividad, se ve ahora reflejada en la presunta fragilidad de unos mercados que son clave para el crecimiento económico del mundo industrializado, unos mercados que conforman la columna vertebral de la economía, sin los que la actividad económica tal y como la conocemos difícilmente tendría lugar.
Jaime Pozuelo-Monfort, Máster en Ingeniería Financiera por la Universidad de California-Berkeley y Máster en Desarrollo Económico por la London School of Economics