Nada es mejor que cero
El escándalo del fraude fiscal destapado en Liechtenstein no afecta sólo a Alemania. La lista de defraudadores se extiende por medio mundo, desde Francia, España, Suecia y Reino Unido hasta EE UU y Australia.
Pero no han faltado voces ultraliberales defendiendo los paraísos fiscales, que tendrían el mérito de incitar a reducir los impuestos abusivos, protegiendo la libertad de los ciudadanos frente a la opresión de los Gobiernos. ¡Más le valdría a Merkel no enfadarse tanto y reformar su fiscalidad en vez de traficar con documentos bancarios robados! (sic).
Pero las listas de Liechtenstein conciernen a países donde el impuesto sobre el capital es de los más bajos dentro del proceso general de desfiscalización inducido por la liberalización financiera. De poco sirve rebajar la imposición del capital para evitar la evasión de los que, creyéndose impunes, consideran que ninguna imposición es mejor que la cero. Es lo que explica que más de la mitad de los flujos financieros mundiales circule por los 70 centros offshore catalogados en el mundo.
No han faltado voces ultraliberales defendiendo a los paraísos fiscales por reducir impuestos abusivos
Pero no todos son igual de opacos. En 1998 la OCDE elaboró una lista negra con siete de ellos y todavía quedan tres considerados como especialmente no cooperativos: Andorra, Mónaco y Liechtenstein. En ese minúsculo país de 170 km cuadrados están domiciliadas 50.000 fundaciones, de las cuales sólo 600 son de utilidad pública. La razón es obvia: las fundaciones no están sometidas a la directiva europea sobre la fiscalidad del ahorro, que costó 15 años elaborar y que entró en vigor en 2005.
Las excelencias principescas que gobiernan ese país de opereta, y que son de paso los grandes accionistas de los bancos que encubren el fraude, han representado una grotesca indignación por su soberanía violada por el fisco alemán. Aunque de algo debe haber servido el enfado de la canciller Merkel, puesto que, el miércoles 12, el Gobierno de Liechtenstein presentó un proyecto de ley para revisar su ley de fundaciones.
Pero no hay que hacerse muchas ilusiones. Liechtenstein vive de albergar patrimonios opacos, lo que le permite un PIB por habitante doble del francés y no renunciará a esta bicoca mientras los europeos no estemos unidos para imponérselo.
Y desgraciadamente no es el caso. Estamos muy lejos de la actitud de De Gaule frente a Mónaco cuando, en 1961, harto de ver cómo las empresas francesas se instalaban en el principado atraídas por un tipo cero en el impuesto de sociedades, cerró la frontera y tomó toda una serie de medidas coercitivas que condujeron a un acuerdo bilateral gracias al cual Mónaco no es hoy un gran problema para la evasión fiscal de los franceses.
Como era de temer, el Consejo del pasado fin de semana no fue capaz de tomar ninguna decisión. Austria y Luxemburgo defendieron su secreto bancario y se opusieron a revisar las directivas en vigor. Y como ésta es una materia regida por la unanimidad es difícil que se puedan producir cambios a corto plazo
Lo ocurrido demuestra que los progresos conseguidos en los últimos años no son suficientes. Ante la entrada en vigor de la obligación de intercambiar información sobre los rendimientos de no residentes, Austria, Luxemburgo y Bélgica exigieron mantener el secreto bancario mientras no lo suprimieran San Marino, Suiza, Mónaco, Andorra y Liechtenstein. A cambio, aplicarían una retención (del 15 % hasta el 2008 que subiría hasta el 35%) y la entregarían a los países de origen sin desvelar la identidad de los propietarios.
Esta medida produjo unos 150 millones de euros en 2006, de los cuales solo dos provenían de Liechtenstein. Pero esa norma sólo se aplica a los intereses de depósitos de personas físicas lo que ante la actual sofisticación de los mercados financieros suena a burla o a una constatación de impotencia.
En realidad, suprimir los paraísos fiscales de todo el mundo sería fácil si realmente se quisiera. Bastaría con que las normas de los grandes mercados financieros mundiales prohibiesen toda transacción con destino a, o proveniente de, ellos. Pero hay demasiados intereses en juego... por ejemplo, un tercio de las inversiones en el extranjero de las multinacionales europeas pasan por centros offshore. Ni siquiera la lucha contra la financiación del terrorismo, impulsada tras el 11 de septiembre, ha sido capaz de conseguirlo.
Esta sería una buena ocasión para el liderazgo de Europa en la lucha contra el fraude y la corrupción, que minan el buen gobierno, la competencia leal y la confianza en el sistema financiero. Pero no es un buen síntoma el que la futura presidencia francesa no lo haya incluido entre sus prioridades mientras el primer ministro luxemburgués se declara encantado con la perspectiva de discusiones que durarían 10 años.
Josep Borrell Europarlamentario por el Partido Socialista Obrero Español