La gestión de la desaceleración
Es conocido que Europa reacciona más tarde a las situaciones críticas que EE UU, como lo es también que pocas veces toma la iniciativa de las decisiones para no correr riesgos, mientras que la economía estadounidense nunca ha temido al fracaso. La reacción ante la actual desaceleración es un ejemplo más del tradicional comportamiento de las autoridades a uno y otro lado del Atlántico. Mientras que la Reserva Federal de EE UU ha bajado ya de forma significativa los tipos de interés y ha involucrado a su Gobierno en impulsos de carácter fiscal para recuperar la confianza de los consumidores, en Europa los gestores gubernamentales no tienen claro que haya llegado una desaceleración, y los monetarios practican el cómodo y pasivo 'esperar y ver'.
Ya hemos subrayado aquí que la labor del Banco Central Europeo (BCE) es menos agradecida que la de la Reserva Federal, por la heterogeneidad de las economías para las que gobierna, con políticas fiscales diferentes y políticas presupuestarias divergentes en muchos casos. Pero hasta hace apenas una semana Jean-Claude Trichet no había concedido la posibilidad de una relajación de los tipos de interés, pese al pesimismo de los datos de actividad, e insistía en cada comparecencia pública en la necesidad de maniatar antes la inflación, acogiéndose al manual del buen gobernador inspirado por el viejo Bundesbank.
Pero Trichet tiene cada vez menos excusas para resistir con los tipos en el 4%. Independientemente de que el activismo estadounidense sea un peligro evidente para la revalorización del euro, que terminará pasando factura a los intercambios comerciales desde Europa, los datos de actividad conocidos en las últimas semanas hacen prever que Europa no escapará de una desaceleración significativa. Los datos conocidos ayer sobre crecimiento en los principales países europeos, incluido España, revelan una pérdida de impulso evidente y generalizada en el cuarto trimestre de 2007. A ello hay que añadir la sospecha de que seguramente se ha intensificado en el primero de 2008 por la duración más tiempo del previsto de la crisis financiera.
España ha cerrado el año con un avance del 3,5% en el cuarto trimestre, con sólo tres décimas menos que en el tercero, y con una mejora del 3,8% en el año. Mientras la economía española mantiene la inercia del fuerte crecimiento de los trimestres pasados, Alemania ha registrado un avance de sólo el 1,8% el último trimestre, menos de la mitad del ritmo de avance con el que inició el ejercicio. Con todo, la Unión Europea crece un 2,6%, y sólo un 2,3% la zona euro, cuando había arrancado 2007 con ritmos superiores al 3%.
El propio BCE admitió ayer que la desaceleración es más intensa que las estimaciones iniciales en Europa, a la vez que la Reserva Federal y la Casa Blanca insistían igualmente en que la actividad en EE UU se había deteriorado más de lo previsto. Pero mientras Ben Bernanke insinuó que volverá a bajar los tipos de interés -ya están en el 3%-, Trichet se hizo la esfinge cuando se le preguntó, ayer en Barcelona, por el asunto. Una cosa es guardar celosamente las decisiones trascendentales y otra no dar pistas cuando los operadores financieros y agentes económicos ven caer las expectativas y paralizan sus decisiones.