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Columna
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Evolución del empleo

Carlos Sebastián

Las cifras de empleo se están deteriorando. Sin llegar a lo que sucede en EE UU, donde el empleo ha empezado a caer en enero, el ritmo de creación empleo en España se está moderando, aunque aún es sensiblemente mayor que en la mayoría de los países europeos.

Probablemente el deterioro es menor del que parece inferirse de la cifra de paro registrado aparecida esta semana, pero el análisis del último dato de la EPA (la fuente estadística que, en la opinión de prácticamente todos los especialistas, es la adecuada para analizar la evolución del mercado de trabajo) correspondiente al último trimestre 2007 genera más sombras que luces.

El análisis de un dato de una serie económica debe tener en cuenta que todo dato mensual o trimestral tiene un componente irregular determinado por factores estacionales, perturbaciones transitorias y errores de medida, por lo que resulta útil analizar la tendencia (o el ciclo-tendencia, si se quiere) una vez filtrados esos elementos. Pues bien, la tendencia del número de ocupados en el último trimestre ha crecido un 0,8% respecto al trimestre anterior, lo que anualizado supone un 3,2%. Aunque está lejos del 1,2% en tasa trimestral registrada en la primera mitad de 2005, si la historia acabara aquí habría pocas razones para la alarma.

Pero los mismos datos de la EPA del último trimestre producen más información que empeora notablemente la imagen. Si desagregamos por sectores, vemos que el sector de la construcción aún mantiene en ese último dato un pulso bastante firme: su tendencia crece un 1,3% (un 5,4% anualizado). Todos estamos convencidos que esta tendencia, que ha contribuido en 0,17% al incremento trimestral del total de ocupados en el último dato de la EPA, va a deteriorarse drásticamente, pudiendo registrar tasas intertrimestrales negativas en un futuro muy próximo. Ya las están registrando la agricultura, que continúa su tendencia de destrucción de empleo, y, por unas centésimas, la industria. Lo que dejaría a los servicios como único creador de empleo neto. En este sector, que genera dos tercios del empleo total, la tendencia se mantiene fuerte pero desacelerándose paulatinamente, y es aventurado prever que a final de año su tasa intertrimestral de avance vaya a ser superior al 0,8%. Con los otros sectores destruyendo puestos de trabajo esto conduciría a un crecimiento trimestral del total de ocupados en el entorno del 0,4%-0,5%, un 1,6%-2,0% elevado anual. Lo que sería una bendición para estándares europeos, pero reflejaría una profunda desaceleración respecto a la evolución del empleo español en los últimos 12 años.

¿Qué consecuencias tiene esta evolución del empleo sobre el nivel de paro? El paro está creciendo ligeramente, a pesar de que en términos de tendencia el número de ocupados sigue creciendo ligeramente por encima del número de activos. Ambas tendencias se están desacelerando, pero la de ocupados lo está haciendo con algo más de intensidad y el ritmo de las dos en el último trimestral era ya similar. Y es probable que esta mayor desaceleración del número de ocupados se profundice en los próximos trimestres, con lo que el crecimiento del paro será mayor. No estamos seguros cómo reaccionará el aumento de activos ante un deterioro de la coyuntura: la tasa de actividad parece tener un comportamiento anticíclico, cayendo en las fases bajas del ciclo, pero eso ha sido así en periodos recesivos profundos (y, afortunadamente, no estamos seguros de que estemos ante uno de ellos) y cuando la contribución de la inmigración al crecimiento del número de activos era un fenómeno mucho menos importante que ahora. Por tanto, hay bastantes incertidumbres sobre la evolución del número de activos.

El cambio de coyuntura en el mercado de trabajo, que, en principio, no hay que esperar vaya a tener dimensiones dramáticas (cómo las tuvo en 1993), va a ser apreciable, reflejo de la desaceleración de la actividad económica en la OCDE. El problema añadido es que la naturaleza de ese cambio tiene la clave (una de las claves; el comportamiento de los flujos de crédito tiene la otra) para determinar la intensidad y duración del proceso de desaceleración. Me explico. Si el deterioro del empleo (¿o es del paro?, no está claro) se traduce en un cambio de la propensión a gastar de las familias, por temor a una negativa evolución de sus rentas del trabajo, la evolución del PIB (y con él el del propio empleo) sufriría con una intensidad mayor de la que apunta la actual desaceleración. Eso es lo que ocurrió a mediados de 1992, cuando se hundió el consumo privado tras haber terminado a finales de 1991 el intenso proceso de creación de empleo que había durado más de 6 años. Es improbable que en 2008 se destruya empleo en términos absolutos, pero es muy probable que aumente el paro. No sabemos si esto inducirá una caída apreciable de la propensión a gastar.

Carlos Sebastián. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad Complutense

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