La economía gana protagonismo ante las elecciones generales
El deterioro de algunos indicadores y la inestabilidad de los mercados están haciendo mella en la percepción que los españoles tienen de la economía. La serie histórica de los barómetros del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) demuestra que el pesimismo ciudadano ante la coyuntura se asemeja al que reflejaban las encuestas en 1996, meses antes del primer triunfo de José María Aznar en unas legislativas.
Estos datos no demuestran que el pesimismo ciudadano ante la situación económica siempre haya ido asociado a una posterior derrota electoral. Consta el precedente de Felipe González en 1993, año en el que, a pesar de tener todos los indicadores económicos en contra y de aparecer como culpable de una crisis que destruyó tres millones de empleos, el PSOE ganó sus cuartas legislativas consecutivas por una diferencia, contra todo pronóstico, de cuatro puntos y 18 escaños. Sin embargo, en esta ocasión las alarmas se han disparado en el Gobierno ante el temor de que la percepción negativa de los ciudadanos ante la crisis sea un factor de desmovilización o bien de que derive una parte significativa del voto indeciso hacia el PP, formación que intenta ganar la batalla de la confianza y la credibilidad con el reciente fichaje del ex presidente de Endesa Manuel Pizarro.
El barómetro del CIS correspondiente a diciembre, que se nutre de una muestra recogida en plenas Navidades, refleja que el 36% de los entrevistados percibe la coyuntura mal o muy mal. El paro sube al segundo lugar en las preocupaciones de los entrevistados y los problemas de índole económica también escalan posiciones junto a otras prioridades como la lucha antiterrorista, la vivienda o la inmigración. Este abultado porcentaje de pesimistas se aproxima al del 37,7% que reflejaban las encuestas del CIS en marzo de 1996, año del primer triunfo de José María Aznar en unas elecciones generales. Desde entonces, esta percepción negativa de los ciudadanos ante la coyuntura siempre se había movido en niveles bastante más moderados. Así ocurrió en la mitad de la primera legislatura del PP, donde el sentimiento negativo descendió hasta el 20% de los encuestados, en marzo de 2000, donde Aznar consiguió la mayoría absoluta con una percepción de la economía en negativo abrigada sólo por el 13% de los ciudadanos y en los ejercicios posteriores.
Cuando, también contra todo pronóstico, José Luis Rodríguez Zapatero ganó las elecciones generales de 2004, este sentimiento negativo heredado del Gobierno del PP sólo afectaba al 14% de la población, según los datos del propio CIS. Desde entonces, el pesimismo ha ido registrando oscilaciones diversas, aunque toma una clara tendencia al alza si se observa el registro de mitad de legislatura (casi 22% de pesimistas en marzo de 2006) o el del último barómetro, correspondiente a diciembre pasado (35,9% de ciudadanos que ven la situación económica mal o muy mal).
Esta deriva que muestran éstas y otras encuestas que maneja el Gobierno ha llevado a los dos principales partidos a replantearse el contenido de la campaña electoral, en estos momentos muy alejada del debate sobre ETA o de las reformas estatutarias, los ejes políticos que han consumido, en realidad, buena parte de la legislatura desde 2004.
La importancia que el PSOE y el PP conceden ahora a la coyuntura económica se refleja en el creciente espacio que le dedican tanto Zapatero como el líder del PP, Mariano Rajoy, en sus mítines. El presidente del Gobierno mantendrá en breve un encuentro con la flor y nata del mundo empresarial para darle a conocer sus propuestas mientras el resto de los dirigentes de los dos principales partidos se afanan también por enfrentar sus ofertas electorales en campo tan sensible.
En todo caso, cualquier mensaje de optimismo parte de otra realidad objetiva: la opinión de los españoles sobre el horizonte económico, al menos a un año vista, está teñida también de desánimo. Suman casi el 35% los que piensan que la situación empeorará, el porcentaje sobre expectativas de futuro más negativo que se conoce desde hace tres elecciones generales.
PSOE y PP libran la batalla de la confianza
Con un balance de legislatura que arroja un crecimiento en el entorno del 4%, tres millones más de ocupados, un aumento de tres puntos en la tasa de actividad, hasta el 73%, el acceso de España a la renta per cápita media de la UE a 25, una reducción de la deuda por encima de la mayoría de los países comunitarios y una dotación del Fondo de Reserva de la Seguridad Social superior a los 50.000 millones de euros, ¿cómo es posible que la percepción de los ciudadanos sobre la economía se haya deteriorado tanto? En las direcciones de los dos grandes partidos se explica que todos estos indicadores están corriendo paralelos al final de la legislatura con un desboque de la inflación, una significativa caída en la creación de empleo y unas turbulencias financieras que, aunque importadas de Estados Unidos, han terminado por hacer mella en los ahorros de muchos inversores.Con todo, la experiencia demuestra que cuando hay vuelco electoral los comicios no los suele ganar la oposición, sino que los pierde el Gobierno de turno. En otras palabras, que por mucha erosión que sufra el partido que esté en el Ejecutivo como consecuencia de una crisis económica, la oposición tiene escasas posibilidades de rentabilizarla si no es capaz de convencer al electorado de que ofrece mejores soluciones para superar la racha de vacas flacas y, sobre todo, un equipo preparado para gestionarlas. Este es el pulso de la confianza que van a librar en las próximas semanas el PSOE y el PP.
Las cifras
El 36% de los ciudadanos opina que la situación económica es mala o muy mala, porcentaje que era de casi el 38% en marzo de 1996, cuando Aznar ganó sus primeras elecciones generales.El 35%de los españoles no ve señales de que la coyuntura vaya a mejorar de aquí a un año, el peor dato también desde 1996.