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Tribuna
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¿Habrá recesión en EE UU?

Mientras en Estados Unidos se ha instalado el debate sobre si el país caerá o no en recesión, republicanos y demócratas se han puesto de acuerdo para tratar de revertir la situación. Sin embargo, determinados indicadores, como la curva de tipos de interés del dólar, no invitan al optimismo

Pese a las recientes turbulencias en los mercados financieros de todo el mundo, todavía hay debate sobre si habrá recesión en EE UU. La mayoría de los expertos parecen estar de acuerdo en que la recesión está servida, pero otros discuten sólo si habrá una desaceleración prolongada pero poco profunda, o si por el contrario habrá una recesión corta y aguda. El Fondo Monetario Internacional (FMI) acaba de descartar la recesión y sigue apostando por un periodo de crecimiento por debajo del potencial como escenario más probable.

Los datos no son muy esperanzadores. En el último trimestre del año pasado se estima que la economía pasó de crecer el 4,9% al 1%; la inflación se disparó al 4% empujada por la subida de los gastos de energía, y el desempleo aumentó hasta alcanzar más del 5% de la población activa (el nivel más alto de la pasada década). Además, el año pasado el precio medio de la vivienda usada cayó un 13% (la mayor caída de los últimos 25 años), y el precio medio de la vivienda bajó un 1,8% (la primera vez que los precios caen durante todo un año desde la Gran Depresión). Al mismo tiempo, el índice de confianza de los consumidores se ha ido reduciendo y la crisis de las hipotecas basura (subprime) está resultando en un endurecimiento de las condiciones en la concesión de crédito.

Ante este panorama, y en un año de elecciones presidenciales, tanto demócratas como republicanos se han puesto manos a la obra para tratar de aprobar un paquete de medidas expansivas fiscales con el fin de estimular la economía estadounidense. El pasado jueves la Casa Blanca y los líderes demócratas y republicanos del Congreso, en una decisión casi sin precedentes por su rapidez y carácter bipartito, anunciaron un principio de acuerdo sobre un paquete de incentivos fiscales para estimular el consumo que incluye la devolución de entre 300 y 1.200 dólares a individuos y familias que beneficiará a 117 millones de ciudadanos, junto a 50.000 millones de dólares en deducciones para las empresas para que inviertan en equipamiento. Sin embargo este paquete tiene que ser aprobado todavía por el Congreso y el Senado, y se estima que los ciudadanos no recibirán sus cheques hasta el próximo mes de mayo como muy pronto.

Al mismo tiempo, la Reserva Federal, que a diferencia del Banco Central Europeo (BCE) tiene un mandato legal de estimular el crecimiento y mantener bajo el desempleo, también acaba de adoptar, en una decisión dramática, una rebaja extraordinaria de intereses con el fin de proporcionar mayor liquidez al sistema.

¿Serán estas medidas suficientes para prevenir una recesión? El gran problema que nos encontramos es que la pérdida de valor de activos y la reducción de rentas ya están afectando al consumo, porque los consumidores están tratando de ahorrar en previsión de tiempos peores, y es dudoso si responderán a una bajada de tipos de interés por alta que sea. El gran riesgo es la repetición de una crisis de deflación como la que sufrió Japón la década pasada, cuando las políticas monetarias expansivas fueron insuficientes para fomentar el consumo. La situación es ahora aún más preocupante si cabe por las presiones inflacionistas causadas por la subida de los precios de los productos energéticos, y por el posible impacto que la bajada de los tipos puede tener en el dólar, que puede seguir cayendo, particularmente si los mercados perciben que se avecinan más bajadas de tipos. Al mismo tiempo, el impacto de la crisis subprime en la cuenta de resultados de las instituciones financieras sigue siendo una causa de incertidumbre que ya está afectando a la disponibilidad de estas instituciones de seguir proporcionando crédito, con el impacto negativo que esto puede tener en la economía y el consumo (que representa dos terceras partes del PIB). En definitiva la combinación de mayor inflación con una reducción de crecimiento real de las rentas y un dólar a la baja no permite descartar una repetición de la estanflación de los setenta. Es de esperar que las acciones de la Fed y del Gobierno y Congreso de EE UU funcionen y permitan evitar este escenario.

El impacto de esta crisis en la economía global es también impredecible. Por un lado, las fuentes de crecimiento mundial en los últimos años han sido los países en desarrollo (la India ha crecido un 11,5% en 2007 y China un 8,9%). Sin embargo, una desaceleración (o recesión) en EE UU tendrá efectos en todo el mundo ya que afectará a las exportaciones.

Dadas estas incertidumbres, desde la distancia, sorprende la relativa pasividad rayando en la complacencia de los Gobiernos europeos, y la fijación casi obsesiva por parte del BCE en mantener sus credenciales antiinflacionistas. Si siguen por este camino el remedio puede ser peor que la enfermedad: conseguirían eliminar la inflación del sistema, pero pueden contribuir a hacer realidad la pesadilla de la estanflación.

Sebastián Royo. Decano en la Universidad de Suffolk en Boston, director de su campus en Madrid y codirector del Seminario de Estudios Ibéricos del Centro de Estudios Europeos de la Universidad de Harvard

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