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Tribuna
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La cultura financiera básica

El entendimiento de la actualidad económica y financiera se antoja vital en tiempos de sofisticación creciente en esta industria, según el autor. En su opinión, un consumidor bien informado, que entiende el producto financiero y las consecuencias de adquirirlo, beneficia de forma agregada al sector

En tiempos de debate sobre qué educación es óptima para nuestros pequeños, y tras años de rivalidad política sobre quién es responsable de los malos resultados de nuestros estudiantes en competiciones académicas internacionales, se debe hacer hincapié en qué tipo de contenidos didácticos no se están impartiendo en la actualidad, que además tendrían un impacto fundamental en el bolsillo de los ciudadanos.

El entendimiento de la actualidad económica y financiera se antoja vital en tiempos de sofisticación creciente en la industria financiera. Existen multitud de razones por las que el pequeño ahorrador y cliente de caja de ahorros o banca comercial debe estar al tanto de las implicaciones de sus decisiones de endeudamiento e inversión en el medio y largo plazo.

No hay más que hacer alusión al dicho 'cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar' para cerciorarse de que detrás de la actual crisis crediticia en Estados Unidos que está arrastrando a una mayoría de bancos mundiales está el profundo desconocimiento por parte de algunos ciudadanos considerados subprime de los productos hipotecarios que estaban adquiriendo, de qué impacto tendría una subida de tipos de interés y un tipo de interés preferencial por debajo del índice de referencia (líbor en Estados Unidos y euríbor en España), de cuál es la diferencia entre amortizar interés o interés y principal, y de un largo sinfín de etcéteras de los que los bancos no siempre informan correctamente.

Si se quiere evitar una crisis crediticia profunda y un endeudamiento caprichoso que lleve a muchos ciudadanos a la bancarrota, las cajas de ahorros y la banca comercial deben comenzar a impartir cursos de finanzas básicas a través de sus obras sociales en el caso de las cajas y de sus fundaciones en el caso de los bancos comerciales.

Para muchos puestos de responsabilidad en la Administración pública el opositor debe cumplir con el requisito de haber finalizado una carrera universitaria, lo que marca un determinado nivel de capacidad intelectual. Para poder conducir una motocicleta o automóvil por nuestras carreteras, el conductor debe haber aprobado el examen teórico y práctico de conducir, que demuestra una cierta capacidad operativa al volante. Quizás no sería descabellado plantear que aquel pequeño ahorrador que desee abrir una cuenta bancaria deba acudir a una sesión de finanzas básicas como requisito para disponer de la misma, o aquel que decida suscribir una hipoteca debe previamente asistir a una sesión básica en el que se le informe de las características de un préstamo hipotecario, de las diferentes opciones de las que dispone (tipo fijo o variable, opción cap frente a la subida de tipos, amortización de principal e interés, etcétera), para que el pequeño ahorrador sea en todo momento consciente de cuales son las consecuencias de un endeudamiento adicional.

Es difícil sugerir qué momento es el idóneo para proveer al pequeño ahorrador de la educación básica que necesita para afrontar su vida financiera. No todo el mundo va a la universidad, y en la enseñanza secundaria obligatoria el escolar es demasiado joven para poder disponer de una cuenta bancaria y tomar decisiones relevantes sobre qué tipo de hipoteca solicitar, o dónde invertir esos ahorros. Las cajas de ahorros y los bancos comerciales se benefician de la adquisición de un nuevo cliente, y por ello deberían asumir el coste de su educación financiera.

La labor de la sucursal bancaria no es precisamente altruista y cualquiera que haya interactuado con un trabajador de sucursal bancaria observará la presión con la que la dirección de los bancos somete a sus empleados a la hora de vender productos financieros, ya sean éstos fondos de inversión, hipotecas, tarjetas de crédito o seguros varios.

Puesto que no se puede esperar que las cajas de ahorros y los bancos comerciales digan la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad a un cliente sobre la conveniencia de que éste adquiera un producto financiero, hay que proveer al cliente de las herramientas necesarias para afrontar sin miedos la creciente complejidad de los instrumentos financieros, y qué mejor herramienta que una buena educación. Un consumidor bien informado, que entiende el producto financiero y las consecuencias de adquirirlo beneficia de forma agregada al sector, que de este modo evitará atravesar etapas de crisis como la que actualmente se vive en Estados Unidos con réplicas en el resto del globo.

Jaime Pozuelo-Monfort. Máster en Ingeniería Financiera por la Universidad de California-Berkeley y máster en Desarrollo Económico por la London School of Economics

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