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Tribuna
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Planificar con acierto las inversiones

Hace unos semanas la Comisión de Presupuestos elaboró en el Congreso el dictamen del proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado (PGE) para 2008. Más de 4.430 millones de euros se destinarán a la sanidad pública (1,4% del total de los PGE y un 5,5% más que en 2007); y más de 11.213 millones de euros se gastarán en gestión y administración de la Seguridad Social (3,6% del los PGE y un 7,3% más que en 2007).

Por encima del debate relativo a las cifras o al reparto territorial, hay otros aspectos que debemos plantearnos. La clave del éxito en cualquier inversión no se encuentra tanto en la cantidad de dinero que empleemos como en el momento y en el objeto concreto de nuestra inversión. El gasto público en sanidad, donde los éxitos o los fracasos repercuten de forma definitiva en nuestro bien más preciado, no es una excepción a esta realidad.

Tradicionalmente los sistemas sanitarios han concentrado sus esfuerzos y recursos en el tratamiento de la enfermedad una vez declarada. Como consecuencia de este enfoque, hoy tenemos sistemas médicos con orientación correctiva y un elevado número de hospitales; y destinamos cerca del 80% de los recursos sanitarios a tratar enfermedades en estado avanzado.

En este entorno, la mayor esperanza de vida (España tiene una de las poblaciones más longevas de Europa) favorece factores como: la elevada incidencia de enfermedades crónicas, la aparición de patologías que antes no podían diagnosticarse, la masificación, etcétera, que, junto a las limitaciones presupuestarias, dificultan el desarrollo de una atención médica eficaz y de calidad.

Para dar una idea de la magnitud de esta realidad, al trasladar esa pérdida de eficacia a cifras concretas vemos que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 86% de los europeos mueren de enfermedades crónicas que, en gran medida, podrían haberse prevenido. Y las previsiones apuntan a que, hacia 2015, un total de 88 millones de personas morirán en el mundo por una enfermedad crónica.

La realidad hoy es que los sistemas sanitarios están siendo estrangulados por los desajustes entre el modelo sanitario preexistente y las actuales necesidades de una población en creciente envejecimiento.

El sector sanitario está en un punto de inflexión y tiene que renovarse para asegurar la mejor atención posible, a un coste que el Estado pueda asumir. El desafío al que nos enfrentamos consiste en evolucionar desde una era sanitaria centrada en el tratamiento hasta un nuevo marco de actuación basado en la predicción de enfermedades y en su identificación presintomática.

Para desarrollar este nuevo sistema de salud predictiva es necesario el uso generalizado de nuevos mecanismos de detección. Este cambio, que ya es técnicamente posible, permitiría salvar vidas y supondría ahorros en el coste sanitario. Para ilustrar estas ventajas, recordemos la estimación de la OMS de que en los 10 próximos años las inversiones en prevención salvarán a 8 millones de personas, cerca del 40% de las cuales son menores de 70 años. Y subrayemos que podrían ahorrarse 27.000 millones de euros anuales en Europa aplicando elementos para la detección de enfermedades cardiovasculares con antelación.

Gracias a la convergencia de tecnologías (biociencia, técnicas de diagnóstico y tecnologías de la información) ya pueden diagnosticarse enfermedades potenciales, no detectables con las estrategias tradicionales. Los médicos tienen a su alcance avances con los que no podían soñar hace 10 años. Es más, para alcanzar la medicina del futuro no tenemos que esperar a los desarrollos en perspectiva; tan sólo necesitamos las tecnologías y sistemas de información ya disponibles, y actuar.

En definitiva, la revolución de la sanidad ya ha comenzado. En los próximos años, asistiremos a un proceso de transformación en la forma en que se gestiona la salud. Ya hay soluciones disponibles (como el diagnóstico molecular, el análisis genético o las técnicas de imagen no invasivas), cuya implantación constituye un primer paso en ese cambio necesario desde una medicina que sirve para curar hacia una nueva medicina predictiva que permite incluso adelantarse a la enfermedad.

Miguel Eslava. Presidente de General Electric Healthcare

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