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Tribuna
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América Latina y la tormenta financiera

Juan Carlos Martínez Lázaro / Luis Miguel Castilla

Las apuestas por la estabilidad y las reformas comienzan a dar sus frutos en América Latina, según los autores. Un ejemplo de ello es, en su opinión, la escasa probabilidad de que la crisis financiera le afecte de forma notable. Las elevadas tasas de pobreza y las desigualdades sociales existentes son el mayor peligro

Las perspectivas de crecimiento económico para América Latina en lo que resta de 2007 y para el año entrante se mantienen sólidas, a pesar de la crisis de los mercados financieros. Sin duda, el hecho reciente de mayor impacto ha sido la propagación de la crisis del mercado hipotecario de alto riesgo (subprime) en EE UU a nivel global. La complejidad de los instrumentos estructurados con activos subyacentes vinculados con hipotecas subprime ha hecho difícil valorar con precisión el riesgo y grado de exposición de los bancos de inversión al sector, desatando un desplazamiento general de valores estructurados hacia activos menos riesgosos, acompañada de recortes de liquidez en los mercados de dinero y pérdidas de al menos 100 billones de dólares.

En consecuencia, la situación de amplia liquidez y del apetito por el riesgo se revirtió a partir de julio. La migración global hacia activos de menor riesgo se tradujo en una caída en el precio de los títulos emergentes y, por ende, en la corrección de los diferenciales de riesgo. No obstante lo anterior, los diferenciales permanecen en niveles relativamente bajos comparado con los estándares históricos, reflejando la fortaleza de los fundamentos de las economías emergentes.

En Europa, y especialmente en España, no existe una notable preocupación por la posibilidad de que América Latina se vea contagiada por la crisis financiera

Aunque no son inmunes a los embates de la crisis, la mayoría de países latinoamericanos cuenta actualmente con fundamentos económicos más sólidos y mejores mecanismos de defensa para resistir shocks externos negativos. Vale resaltar la mejora en la cuenta corriente de la balanza de pagos, una mayor disciplina fiscal, sistemas financieros más capitalizados y con menores créditos problemáticos, menor presencia de capitales de corto plazo, niveles de endeudamiento externo más manejables y activos externos acumulados.

Sin embargo, la situación no es homogénea entre países: no todos cuentan con suficientes activos de reservas que le permitan soportar una restricción de los flujos de capital o con fundamentos fiscales alineados. Asimismo, una desaceleración del comercio con EE UU y/o una reducción de las remesas tendrían un impacto mayor en México y América Central que en América del Sur. La materialización de una recesión global, con baja probabilidad, que implique una baja del precio de las materias primas afectaría más a los países exportadores de éstas, como es el caso de algunas economías andinas.

Por último, existen otros riesgos que vale la pena mencionar, tales como la posibilidad que un recalentamiento de algunas economías se traduzca en presiones inflacionarias o que la apreciación real de ciertas monedas latinoamericanas frente al dólar estadounidense afecte su competitividad. El gran desafío consiste en preservar el crecimiento económico sin comprometer la estabilidad macroeconómica, en un contexto de cambios siempre presentes en el entorno internacional.

En Europa, y especialmente en España, no existe una especial preocupación por la posibilidad de que América Latina se vea contagiada por la crisis financiera. Afortunadamente, la situación de desconfianza que tradicionalmente ha acompañado a la región parece ser cosa del pasado, con la excepción de los problemas de riesgo político y seguridad del marco jurídico que presentan algunos países.

En la actualidad, los principales mercados de la región son considerados estratégicos por muchas empresas españolas, no sólo por su dimensión y potencial de desarrollo, sino por las ingentes oportunidades que presentan gracias a la favorable coyuntura que atraviesan. El peso de su negocio latinoamericano es cada vez mayor para muchas de estas compañías, y sus inversiones, que tras la crisis argentina disminuyeron de forma considerable, han vuelto a situarse en tasas elevadas. Y además de aumentar la inversión extranjera, vemos cómo las empresas latinoamericanas se muestran cada vez más activas en el escenario regional, e incluso internacional.

La reciente celebración de la Cumbre Iberoamericana de Naciones ha puesto de relieve el buen momento que atraviesan y las buenas perspectivas que presentan la mayoría de las economías de la región. Pero las elevadas tasas de pobreza y las desigualdades sociales existentes, aunque se han reducido en los últimos años, siguen suponiendo un grave lastre para el desarrollo, al tiempo que ponen en peligro las apuestas por la estabilidad macroeconómica y las reformas que muchos Gobiernos han puesto en marcha.

El mejor ejemplo de que esas apuestas por la estabilidad y por las reformas comienzan a dar sus frutos es que, como vemos, parece poco probable que la crisis financiera le afecte de forma notable. Hace casi una década los efectos de la crisis asiática se extendieron por Latinoamérica y redujeron drásticamente el crecimiento de la región. Pero todo indica que, esta vez, la historia no se repetirá.

J. C. Martínez Lázaro es director de Desarrollo Corporativo y profesor IE Business School; Luis Miguel Castilla es economista jefe de la Corporación Andina de Fomento (CAF)

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