_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Bajar de la cumbre

Sabemos que es mucho más difícil el descenso que la escalada a las cumbres. Así ha sucedido en Santiago de Chile. Hay otro principio según el cual es absurdo verse sorprendido por lo que es por completo previsible. En el caso particular del presidente de Venezuela, Hugo Chávez, algunos insisten en que hubiera sido necesaria una preparación más cuidadosa y tienden a culpar a la secretaria de Estado Trinidad Jiménez de lo sucedido en la capital chilena. Tiempo habrá de discutir sobre la estructura de nuestro Ministerio de Asuntos Exteriores con cuatro secretarías de Estado, y de las funciones solapadas de las titulares de Cooperación y de Iberoamérica, pero está fuera de discusión la verbosidad de Chávez, al que denominan por méritos propios el bocón.

Para entendernos, el problema no lo tenemos en Caracas sino en Madrid. Aceptemos que la espontaneidad de Su Majestad el Rey don Juan Carlos pudo jugarle una mala pasada. Pero lo sucedido -con el ¿por qué no te callas? incluido- en la sesión de clausura de la cumbre, la más efectiva de las 17 celebradas hasta ahora, se hubiera quedado en una disensión de familia sin relevancia alguna de no haber sido por la bronca subsiguiente en Madrid, donde el Partido Popular se empeñó en fomentar el sentimiento de dignidad nacional ofendida y en reclamar al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero medidas de retorsión capaces de producir un escarmiento.

En ayuda del despropósito de los populares acudió presuroso el presidente de la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE), Gerardo Díaz Ferrán, que con poca experiencia en asuntos internacionales echó más leña a la caldera del desencuentro.

Estas gentes del PP que tanto se miran en el espejo de Washington deberían por una vez haber aprendido de cómo reaccionan los norteamericanos a las bravatas verbales de Hugo Chávez. Convengamos en que desde la llegada del susodicho a la presidencia de su país, su obsesión más permanente ha sido el presidente George W. Bush o su secretaria de Estado Condoleezza Rice, a los que ha propinado las mayores descalificaciones e insultos, en relación con las cuales las referencias primero a José María Aznar y luego al Rey y a José Luis Rodríguez Zapatero eran insignificantes.

En Washington, donde algo saben de la distinción entre principios e intereses, la respuesta ha sido que de Hugo Chávez no les interesan las palabras sino los hechos. De forma que sus negocios con Venezuela se han mantenido inalterables. Nadie ha salido desde el Partido Demócrata a solicitar que el embajador norteamericano en Caracas sea llamado a consultas ni tampoco los medios de comunicación se han instalado en el infantilismo de responder multiplicando la algarabía.

Ocasiones como ésta de la cumbre de Santiago de Chile permiten advertir la degradación que el comportamiento de los medios ha terminado por causar en el espacio público español. Con razón habla el profesor Bernardo Díaz Nosty de que somos en gran parte lo que leemos y lo que escuchamos en los medios y se emplea en describir los efectos de la que denomina dieta mediática que se suministra a los españoles.

¿Cómo podrían nuestros compatriotas permanecer inmunes a la ingestión de tantos y tan prolongados venenos? ¿Es que las benditas antenas de la emisora episcopal pueden estar emitiendo su difusión del odio y del antagonismo sin consecuencia alguna? ¿Cabe imaginar que los programas televisivos de tomate en salsa, siempre compitiendo hacia lo peor, sean por completo inocuos, sin afectar a la contaminación del público expuesto a esas radiaciones? En todo caso, si podemos infligirnos un daño demos por descontado que no dejaremos de hacerlo. Vale.

Miguel Ángel Aguilar

Periodista

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_