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Columna
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Debemos inventar nosotros

La economía española atraviesa una fase de suave moderación de la actividad, especialmente la construcción residencial, y por ello es un buen momento para replantear algunos elementos que han caracterizado este último ciclo económico.

En primer lugar, conviene analizar si estamos bien situados para transitar hacia una economía con mayor densidad empresarial, y especialmente con mayor propensión a la invención. Esto nos daría una ventaja comparativa adicional a las que ya tenemos y aliviaría el pago de royalties o licencias en la balanza de pagos. En segundo lugar, es imprescindible reflexionar sobre las posibilidades de financiación, tanto públicas como privadas, de estas actividades citadas anteriormente, y si el marco legislativo y regulatorio es el idóneo para responder a un shock de oferta masivo de pensamiento e invención.

Comenzaré por el primer aspecto, tratando de enfocarlo en una doble dirección: problema y propuesta de reforma. El aumento de la densidad empresarial pasa por fomentar desde el inicio de la vida escolar la vocación empresarial y, dentro de ésta, aquélla con un valor añadido tecnológico lo más intenso posible. Esto implica crear un clima propicio desde el mundo académico y profesional, involucrándose en el devenir de los incipientes empresarios, transformando la Universidad en un centro de apoyo tecnológico y verdadero nicho de negocio, al margen de educar y formar. Un primer paso es fomentar la vocación empresarial de forma genérica. Para ello sería muy útil introducir en todas los titulaciones relacionados con la economía, empresa, ciencias del trabajo y afines la obligatoriedad de presentar un plan de empresa como proyecto fin de carrera, previo a la obtención del grado. Se trataría de impulsar proyectos con alto valor añadido que generasen incrementos de productividad, desarrollo sostenible y conciliadores con la vida personal y laboral.

La economía del futuro tiene la asignatura pendiente de la elaboración de métodos fiables de valoración de los intangibles

Un segundo paso sería crear mecanismos de colaboración entre Universidad y alumnos para aprovechar las sinergias de invención e innovación. En este campo podría ser interesante computar como créditos universitarios aquellas ideas empresariales presentadas en los estadios iniciales de la carrera universitaria. En una segunda fase, estas ideas, proyectos empresariales o cualquier novación o invención servirían de aval o crédito en la financiación del alumno. Por último, la Universidad explotaría económicamente, junto a los alumnos, y en una primera fase, los proyectos empresariales viables o las patentes presentadas.

Pasaré ahora al segundo aspecto importante. La economía del futuro, o ya del presente, tiene una asignatura pendiente y es la elaboración de métodos fiables de valoración de los intangibles o, lo que es lo mismo, del conocimiento o la invención y novación. Asimismo, tiene pendiente cómo financiar de forma organizada este tipo de activos, más allá de incentivos fiscales, subvenciones o apoyo puntual del capital riesgo.

Los activos de propiedad intelectual pueden contribuir a presentar un análisis coste-beneficio más favorable a la hora de obtener contribuciones financieras de inversores y/o prestamistas. Al efectuar la evaluación de la solicitud de aportación de fondos, el inversor/prestamista, sea un banco, institución financiera o fondos de capital riesgo, evaluará si el producto o servicio nuevo o innovador ofrecido por la empresa o el particular está protegido por una patente, modelo de utilidad, derecho de autor u otros. Esta protección es un buen indicador de las posibilidades de obtener un buen rendimiento en el mercado. Esta titularidad o posibilidad de llegar a ella garantiza cierto grado de exclusividad y por tanto una mayor cuota de mercado. La propuesta en España debería ir en la línea de las mejores prácticas, como ya ocurre en Suecia, Francia o EE UU, en donde una patente, una idea, un modelo o un proceso puedan ser utilizados como colateral en la obtención de financiación.

En respuesta a esta forma de riqueza latente, pero no valorada, existe un creciente interés en valorar patentes u otros activos intangibles al estarse produciendo un cambio desde una economía de activos tangibles a otra de activos intangibles. Es relevante considerar que en muchos casos el valor de los intangibles supera al de los bienes tangibles, por lo que es imprescindible valorar de forma adecuada este tipo de activos. Por tanto, una propuesta atrevida sería que existiese un mercado organizado donde cotizasen los bienes intangibles, lo que redundaría en la existencia de precios instantáneos y por tanto las instituciones financieras podrían aportar financiación con un riesgo muy atenuado.

En conclusión, este país necesita aprovechar el material intangible que, en forma de ideas, patentes u otras formas de avances, circulan por los centros educativos o empresariales. Esto, que no está incluido en la Contabilidad Nacional, puede llegar a suponer un porcentaje no desdeñable del PIB. Pero para ello necesitamos avances legislativos, educativos y financieros. No caigamos en el colbertismo y apoyemos a los que piensan, aunque no tengan avales inmobiliarios. En ello nos va entrar definitivamente en la economía del futuro.

Alejandro Inurrieta

Presidente de la Sociedad Pública de Alquiler

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