La hiperinflación en la isla de Yap
David Deane O'Keefe fue, probablemente, el único hombre en la historia capaz presumir de haber generado, por sí sólo, un episodio de hiperinflación. En 1871 el barco de este irlandés de nacimiento -estadounidense de adopción- embarrancó cerca de la isla de Yap, en Micronesia. Una isla donde la unidad de cuenta, el dinero, era el rai, una piedra caliza con forma de donut y hasta tres metros de diámetro.
En Yap no había caliza, y de esta escasez nace el hecho de que una piedra para nosotros vulgar se considerase valiosa. Las piedras, de hasta cuatro toneladas, era importadas en canoa de la vecina isla de Palau a cambio de diversos materiales. El coste de éstos más la dificultad de transportarlas hacía que la importación de piedras fuese limitada.
Hasta que llegó O'Keefe y, en su afán por ayudar a los nativos, consiguió colocar en los mercados de la zona las valiosas materias primas de la isla de Yap -coco, aceite de coco y algunos animales marinos- y traer de vuelta piedras, es decir dinero. Con un efecto similar al generado en España con el oro americano: hiperinflación. Las piedras perdieron paulatinamente valor aunque, afortunadamente para los habitantes de Yap, aún se podían distinguir las piedras antiguas de las nuevas, luego la desvalorización afectó sobre todo a las piedras traídas por O'Keefe.
Hoy queda una semana para la reunión de la Fed, y el mercado espera como agua de mayo que le bajen los tipos. Y es normal, el mercado actúa como O'Keefe y los habitantes de Yap y quiere que el dinero le salga barato. Pero, como recuerda la pintoresca historia de los rai, aumentar la oferta de dinero sin que haya más necesidad que la de calmar el mercado puede ser un arma de doble filo, no sólo para la cesta de la compra de toda la vida sino también en la medida en que puede crear una inflación artificial en el precio de los activos que no será sino pan para hoy y hambre para mañana.