Los del Airbus se han estrellado
No aprenden. Dicen que el ser humano es el único animal que tropieza siempre dos veces en la misma piedra. Pero hay veces que tropieza hasta tres y cuatro veces.
A estas alturas de la película y después de los sobresaltos que han vivido muchas compañías, cuyo prestigio se ha visto salpicado por ciertos escándalos, sorprende que haya directivos que todavía sigan cayendo en prácticas abusivas y se sigan aprovechando de las empresas para las que trabajan en beneficio propio. Esta semana hemos conocido que el supervisor bursátil de Francia ha acusado a 21 altos ejecutivos del consorcio aeroespacial europeo EADS de conducta poco ética. Sabían de los retrasos en la fabricación del Airbus, esto es, tenían información privilegiada sobre los retrasos del avión gigante A-380 y decidieron salvar las plusvalías acumuladas antes de que la acción cayera. Aprovecharon, pensando que nadie se daría cuenta, para vender sus acciones y las de sus allegados y conocidos y conseguir de esta manera importantes beneficios antes de que el mercado conociera la noticia. Directivos y accionistas consiguieron con la venta de más de 10 millones de títulos unas plusvalías por más de 90 millones de euros. El comportamiento de estos ejecutivos es despreciable porque no sólo se han enriquecido desde su posición privilegiada, sino que han sacado rendimiento de una situación de crisis que vivía la compañía que precisamente ellos dirigían.
Ellos, directa o indirectamente, eran los responsables de ese momento delicado que vivía EADS. Y en vez de dar ejemplo y responsabilizarse de esa mala gestión, decidieron sacar rédito de la situación. De hecho, las acciones el 13 de junio de 2006, fecha en la que se conoció la noticia de los desajustes industriales de la aeronave, cayeron un 25%. Es una actitud miserable, que debería ser castigada con el despido inmediato. Ni estos ejecutivos, ni otros que realicen este tipo de prácticas, deberían formar parte de las compañías actuales, que tanto énfasis ponen en apostar por la innovación, la gestión moderna y la responsabilidad social corporativa. Tampoco son un ejemplo para los propios empleados. Mantienen un comportamiento que se debería haber quedado en el siglo pasado y que, por desgracia, se sigue sucediendo, con ejemplos de este tipo, en el presente. No deberían quedar impunes. En la mente de algunos debería rondar siempre la palabra Enron.
Paz Álvarez