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Tribuna
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El domingo sale caro

Los precios de alimentación en España son hoy los más bajos de la antigua Unión Europea de los Quince. De hecho, según los últimos datos de Eurostat, nuestro país ocupa el puesto 17 en este ranking, lo que quiere decir que dos de los nuevos Estados miembros que han entrado en Europa tienen precios de alimentación más altos que los nuestros. Ello se debe a causas diversas, pero entre ellas está, sin duda, la fuerte competencia que existe en nuestro comercio de alimentación.

Los datos sobre el sector nos muestran que la distribución alimentaria española cuenta con más empresas, menor nivel de concentración y mayor presencia de todos los formatos comerciales (grandes, medianos y pequeños) que la que existe en la mayoría de países comunitarios. Esto permite a los consumidores elegir mejor y, lógicamente, obliga a los operadores a ofrecer buenos servicios y, sobre todo, precios competitivos para mantenerse en el mercado.

El nivel de exigencia de los consumidores y el esfuerzo de las empresas mantienen esta situación de competencia, que la regulación sólo trata de garantizar con normas que previenen de posibles abusos. Normas difíciles de aplicar para solucionar problemas pero que, sin embargo, pueden fácilmente crearlos donde antes no existían. Tal es el caso de las que regulan las aperturas de ciertos comercios -los más grandes- en días festivos.

Si miramos, de nuevo, a Europa veremos que la regulación española de horarios comerciales es una de las que más flexibilidad permite para que los empresarios se adapten a las necesidades de los consumidores. Así, la inmensa mayoría de los establecimientos comerciales -que son los de pequeñas dimensiones- tiene libertad absoluta de horarios y apertura en festivos. También la tienen los miles de establecimientos, de todo tipo, situados en zonas turísticas, para aprovechar al máximo la afluencia de visitantes a las mismas. Y los demás establecimientos tienen garantizado un número mínimo de aperturas en festivos muy superior al de la mayoría de países de nuestro entorno.

Finalmente, el horario diario y semanal, de lunes a sábado, es tan amplio que permite que los consumidores no vean, en absoluto, como un problema real la falta de tiempo para hacer sus compras. Las compras son, pues, compatibles con la vida laboral o familiar de la inmensa mayoría de los ciudadanos, gracias, sobre todo, al esfuerzo de los trabajadores del comercio.

Sin embargo, se sigue demandando por las grandes superficies un cambio en la regulación, para adaptarla a las necesidades de su modelo de negocio. Y, para defender que los grandes establecimientos comerciales abran más domingos que los actuales, se suelen invocar los intereses de los consumidores. Pero a éstos se les oculta, sin embargo, que, si eso ocurriera, los consumidores deberían pagarlo con un incremento de los precios.

Aplicando la racionalidad económica, sólo una subida de precios puede ser la consecuencia de aumentar los costes de todo tipo de las empresas -abriendo un día más- sin aumentar las ventas, ya que el gasto depende de las necesidades reales de las personas que, lógicamente, no aumentan por disponer de un día más para comprar. ¿Se puede evitar ese incremento de precios aumentando la eficiencia? Sí, pero, hoy por hoy, sólo cabría hacerlo de una forma: eliminando competidores.

Y ¿cuál sería, entonces, el final de la historia? El mismo que en otros países en los que este proceso se ha vivido antes: a mayor concentración de empresas de la distribución, precios más altos para los consumidores.

Para corroborar estas ideas, piénsese en lo que ocurre en el formato de las llamadas tiendas de conveniencia. Al amparo de la regulación, se han desarrollado tiendas especializadas en ofrecer productos de alimentación y de otro tipo, en horarios muy extensos. Por supuesto, estas tiendas están abiertas todos los domingos del año. Los consumidores valoran este servicio pero, para ello, sus clientes empiezan por aceptar que los precios de alimentación en estos establecimientos son muy superiores a los del resto, porque sus costes también lo son. ¿Deberían soportar todos los consumidores ese incremento de precios en el conjunto de la distribución para que ésta abriera más tiendas en domingo? æpermil;sta es la pregunta real a la que hay que responder. Porque el domingo sale caro.

Ignacio García-Magarzo. Director general de la Asociación Española de Distribuidores, Autoservicios y Supermercados (Asedas)

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