_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Inestabilidad financiera y recesión en EE UU

Carlos Sebastián

La turbulencia financiera creada por las restricciones de liquidez, que a su vez son consecuencia de la crisis de confianza surgida por el desconocimiento del grado en el que los bancos están, directa o indirectamente, atrapados por el derrumbamiento del mercado de las subprime, pudiera tener una duración relativamente limitada (pero medida en meses, no en semanas) y una distribución de sus efectos asimismo limitada y poco uniforme. Pero, primero, en el mejor de los casos, el escenario financiero no será el mismo que el que había antes de desatarse la crisis y, segundo, las cosas podrían complicarse y tener una duración y extensión mucho mayor.

Como consecuencia de la globalización del sistema financiero (de la que tanto se han beneficiado empresas, familias y Gobiernos), y sin información detallada e individual, no podemos aventurarnos a afirmar que un determinado subconjunto del sistema no va a verse afectado por la crisis en los próximos meses. Comparto la percepción de que el sistema bancario español va a sufrir relativamente poco, pero, desde fuera, y dado lo compleja que son las redes de financiación, es imposible afirmarlo categóricamente. Y menos aún podemos afirmarlo para el resto del sistema bancario europeo.

Si nos ponemos en el mejor de los escenarios, el resultado final será grave para unas cuantas entidades financieras (previsiblemente, no españolas) y para un número mayor de deudores (familias y empresas) y de ahorradores. Pero no tendremos una grave crisis en los flujos de crédito, que es lo que nos preocupa a todos. La teoría nos dice, y la historia nos enseña, que un credit crunch tiene un efecto devastador sobre la actividad económica real. Pese a las dificultades de liquidez de muchos bancos no puede decirse que se haya producido esa situación y, si las dificultades no se prolongan mucho y no hay un cambio de escenario de la economía mundial, es posible que finalmente no se produzca.

Pero aun en ese caso, cuando se restableciera la calma, veríamos con toda probabilidad unos mayores spreads que los que se han dado en los últimos años y una actitud mucho más cauta de los bancos a la hora de tomar riesgos. El sistema bancario español se caracteriza por su gran solidez, lo cual es un fuerte activo en tiempos de incertidumbre como los que estamos viviendo. Pero tradicionalmente, y aun en los últimos años, el sistema financiero español está relativamente atrasado en la financiación empresarial sin recursos y en el capital riesgo. Y la nueva situación no va a contribuir a que se mejore en este sentido.

Un escenario peor se produciría si, en medio de la inestabilidad financiera, se produjera un cambio en el ciclo mundial. Las noticias sobre la economía de EE UU no son muy tranquilizadoras. La inesperada caída del empleo en agosto lleva a aumentar las probabilidades de una recesión en la mayor economía mundial en 2008, sobre todo si se confirmara en los próximos meses. El gasto de las familias es un componente muy importante del gasto nacional americano. Y unas familias endeudadas, cuyos activos están perdiendo valor, y que perciben un posible endurecimiento en la financiación externa de su gasto, ¿cómo reaccionarán si, además, observan que aumenta la probabilidad de que alguno de sus miembros pierda el empleo? Lógicamente disminuyendo su propensión a consumir. La desaceleración del consumo tendría efectos contractivos sobre el empleo, lo que agravaría la situación. Es entonces cuando los bancos americanos aumentarían su percepción del riesgo y añadirían leña al fuego reduciendo la financiación. Este cúmulo de factores conduciría a una recesión en 2008. ¿Probabilidad? Yo diría que en el entorno del 50%.

Pero hay que esperar a ver la evolución del empleo y del consumo en los próximos meses. El dato de esta semana sobre el número de personas que piden subsidio de desempleo ha sido bueno. Pero aún poco significativo. La bajada de tipos de la Reserva Federal y la depreciación del dólar, que sin duda, ceteris paribus, estimulan la demanda, serán a todas luces insuficientes si se produce un cambio de sentimiento de los consumidores.

El sistema financiero mundial lleva algunas semanas sobre un alambre y lo va a estar en los próximos meses. Si no recibe ningún shock negativo puede llegar a terrenos más estables. Pero un shock como la entrada en recesión de la mayor economía del mundo puede ser demasiado y la crisis de confianza y liquidez podría conducir a una sustancial contracción del crédito, lo que, de producirse, transmitiría la recesión a otros países. Esto puede ser tildado de preocupación de agoreros. Agoreros que en 2000 esperábamos una recesión americana para los próximos meses; recesión que luego se fechó en marzo de 2001.

Carlos Sebastián. Catedrático de Análisis Económico de la Universidad Complutense de Madrid

Archivado En

_
_