Empleo 2007, ¿vamos por buen camino?
Anna Laborda afirma que lo importante no es tanto la creación de empleo como la calidad de los puestos de trabajo, que no han de depender tanto del ladrillo como del capital humano
La vuelta de las vacaciones nos trajo, como regalo no deseado, los datos negativos de la evolución del empleo y del paro durante el mes de agosto. Con un crecimiento del 2,9% y una cifra de personas desempleadas que volvía a superar los dos millones de personas, se registra como el peor mes desde el año 2000. Esta evolución podría ser el primer aviso de un cambio en el ciclo, hasta la fecha, positivo, de creación sostenida de empleo que se viene dando en nuestro país desde 1995. Especialmente si consideramos que el sector más dinámico en la creación de empleo, la construcción, puede estar frenando su ritmo de crecimiento, lo que repercutiría negativamente sobre los datos de empleo.
A pesar de los signos aparentes de retroceso del empleo, creo yo que no existen razones claras para esperar una recesión ni un incremento del paro más allá del acaecido durante el pasado mes. Mi opinión se basa en tres hechos. En primer lugar, la estabilización en el 4% del euribor, marcada por el Banco Central Europeo. Este hecho favorece la contratación de créditos hipotecarios al cambiar las expectativas, y le inyecta un nuevo balón de oxígeno al sector de la construcción. El freno en el aumento de los tipos de interés ha venido propiciado por la crisis del sector inmobiliario en Estados Unidos. La caída de las Bolsas obligó al Banco Central Europeo a inyectar liquidez al sistema, y tras el anuncio de la Reserva Federal de bajar sus tipos, el mantenimiento de una política monetaria restrictiva habría provocado o bien una fuerte apreciación del euro, mala para nuestra balanza comercial, o bien la necesidad de nuevas inyecciones de liquidez en el sistema, malas para nuestra inflación.
El segundo hecho es la evolución de nuestra pirámide de edad. Lo cierto es que las generaciones que ahora se incorporan al mercado de trabajo son menos numerosas que las que lo abandonan. Este proceso, según los datos demográficos, debe continuar así hasta aproximadamente mediados de siglo. No nos enfrentamos por tanto a un hecho coyuntural, es decir, el cambio de esta tendencia no va a darse en los próximos meses, sino en los próximos decenios. Si el mercado laboral español tuviera que alimentarse exclusivamente con mano de obra autóctona, la situación sería de exceso de demanda permanente. Este desequilibrio atrae a la mano de obra extranjera, que va a cubrir especialmente las demandas en puestos de trabajo poco cualificados que ya no están al nivel que nuestra juventud, bien formada, reclama para sí. Es también esa población extranjera la que está influyendo positivamente en nuestra tasa de natalidad y propiciando el cambio de tendencia futuro. Aun ante una evolución negativa de la creación de empleo en los próximos meses, los efectos sobre la tasa de paro no serían graves, ya que lo que ocurriría es que el efecto llamada de nuestro crecimiento económico sería menos intenso y el mismo colchón que ahora está amortiguando el exceso de demanda, amortiguaría el de oferta en caso necesario.
El tercer hecho que creo importante destacar es el de la alta tasa de temporalidad de nuestra economía. A pesar de la reforma, ésta sigue siendo elevada, la más alta con diferencia de los países de la OCDE. En este mes de agosto pasado, sólo el 9,9% de los contratos firmados fueron indefinidos. Este es el tercer año consecutivo en que asistimos a un incremento del paro en los meses estivales, aunque nunca antes había ocurrido en agosto. El motivo es simple: los contratos temporales que finalizan en vísperas del periodo vacacional de las empresas no son renovados hasta septiembre. A este fenómeno, que no es nuevo, quizá haya que sumarle el ajuste a corto plazo de las empresas del sector turístico, ante una evolución del negocio peor a la esperada. Ahora bien, habrá que esperar a los próximos meses para comprobar si la cifra de parados se estabiliza definitivamente en esos dos millones de personas o vuelve de nuevo a caer por debajo de esa frontera. De todas formas, a pesar de que no encuentro razones para pensar en una caída del empleo a medio plazo, la situación de nuestro mercado laboral me inquieta por los mismos hechos que acabo de comentar. La mayor creación de ocupación se ha realizado, en los últimos años, principalmente en sectores poco productivos y en puestos de trabajo de baja cualificación. España ha crecido mucho, incluso espectacularmente, pero las características propias de nuestro modelo de crecimiento de los últimos años no son las que yo consideraría positivas a largo plazo. Ha sido, y está siendo aún, un crecimiento muy sesgado hacia sectores de baja productividad y con salarios inferiores a la media, que además ha creado empleo de baja cualificación.
Paralelamente a las buenas cifras macroeconómicas, partes de nuestra industria se deslocalizaban como medio para vencer en una guerra competitiva en la que la reducción de costes parece ser la única arma que se sienten capaces de utilizar. No deberíamos preguntarnos tanto por cuántos empleos estamos creando y cuántos más vamos a crear, sino por la calidad de los puestos de trabajo creados y si éstos nos van a permitir renovar nuestros sectores productivos y encaminar nuestra economía hacia una senda de crecimiento que dependa menos del ladrillo y más del capital humano.
Anna Laborda. Profesora de Esade