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Crónica de Manhattan

¿Quién tiene la culpa de esto?

La notificación de embargo llegó en julio a 179.599 hogares, un 93% más que en 2006. Esta es una de tantas escenas de la crisis crediticia en la llamada main street (la economía de la calle). En Wall Street, los nervios se fueron calmando la semana pasada, pero nadie da la crisis en los mercados, por acabada. Eso sí, hay tiempo para buscar responsables.

Los dedos de los economistas apuntan a varios objetivos.

Por un lado, a la Fed de Alan Greenspan, que conjuró los efectos de la explosión de la burbuja puntocom con rebajas de tipos que animaron a la economía pero abonando el terreno para que creciera la burbuja hipotecaria que ahora explota.

También está señalada la banca de inversión, que descubrió el lucrativo negocio de vender deuda hipotecaria a inversores en alto riesgo que buscaban fuertes rendimientos. Todo ello gracias a una novedosa ingeniería financiera creada, como dice Bill Gross, de Pimco (los mayores especialistas del mundo en renta fija), por 'jóvenes entrenados para explotar el dinero barato y la deuda que no han mostrado ningún miedo, pero que hasta hace semanas no habían sentido el azote del mercado'.

La banca de Wall Street incluso compró en los últimos años entidades que se dedican a créditos hipotecarios. Su afán por vender deuda fue una de las claves de la relajación de los estándares de concesión de crédito. Cuantas más hipotecas, mejor. Así, dar una entrada dejó de ser necesario y se crearon productos hipotecarios para facilitar la compra a quienes no leían la gravosa letra pequeña.

En este punto el dedo vuelve a las autoridades. ¿Dónde estaban los reguladores? Greenspan calificó de exóticas a las nuevas hipotecas y advirtió de su peligro, pero se las dejó estar.

En la diana también están las agencias de crédito que dieron buenas calificaciones a los paquetes de deuda que se vendían en el mercado e incluían la hipotecaria subprime. En julio empezaron a rebajar ratings.

En menor medida también han pecado de cierta irresponsabilidad las víctimas, los muchos compradores de escasos recursos, trabajos inestables e ingresos bajos o estancados que pensaron (o fueron convencidos) que una casa es el mejor activo. Según ahonda la crisis y caen los precios, crecen sus dificultades para refinanciar su deuda. El activo es un agujero negro.

Recientemente se han desempolvado estudios de economistas como Carolina Katz Reid, que cuestiona si los hogares con rentas bajas se benefician de la propiedad. Según Katz Reid, el 36% de este tipo de hogares que tenía casa comprada entre 1977 y 1993 volvió al alquiler en dos años; el 53%, en cinco, y pocos repitieron la experiencia de la compra. Esta economista dice que a estos hogares les habría sido más rentable invertir en bonos del Tesoro.

En la cuestión de las soluciones, la tan deseada bajada de tipos hará ya poco por los entrampados acreedores. Gross dice que es la política fiscal, de hecho, la Casa Blanca, la que debe sacar del atolladero al sector de la vivienda y sus sufridores víctimas. Gross argumenta que si ha sido posible ayudar en 1998 a la industria financiera, '¿cómo se va a echar a los lobos a dos millones de propietarios en 2007?'. 'Si pudimos rescatar a Chrysler, por qué no ayudar a los propietarios de casas'. Este inversor pide al presidente ayuda para los hipotecados y para prevenir 'la destructiva deflación en la vivienda que Ben Bernanke no puede parar'.

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