Los riesgos de un déficit de infraestructuras públicas
Dos años después de que el huracán Katrina inundara la ciudad de Nueva Orleáns, el reciente desplome del puente sobre la autopista I-35 en el estado de Minnesota ha vuelto a sacar a la luz un problema que desde muchos ámbitos de la sociedad estadounidense se había venido denunciado desde hace algún tiempo: la debilidad de algunas de las infraestructuras públicas de EE UU, construidas en su mayoría hace más de 60 años.
Mientras tanto, en Cataluña la situación parece que no le anda a la zaga. La congestión del aeropuerto de Barcelona, las retenciones en las autopistas de salida de la ciudad, unidas a los problemas de transporte ferroviario y de distribución eléctrica, dibujan un panorama que aparte, obviamente, de suponer un freno al desarrollo económico, se traduce en un enorme desgaste y tensión para los ciudadanos.
Tampoco en EE UU, las dificultades se refieren exclusivamente a las infraestructuras de transporte sino que afectan también a los sistemas eléctricos, el agua potable o las tuberías de calefacción. Cada día más ciudades de este país están mostrando signos de agotamiento y obsolescencia en sus infraestructuras. Cientos de miles de tubos de conducción de agua potable y sistemas de alcantarillado están alcanzando el final de su vida útil, y los sistemas eléctricos llevan ya décadas produciendo apagones como los de California y Nueva York. Uno de cada cuatro puentes en EE UU, en torno a 160.000, tiene deficiencias estructurales o están funcionalmente obsoletos. Las carreteras y autopistas se encuentran en ocasiones en un estado lamentable.
Sin embargo, la demanda de infraestructuras sigue en continuo aumento sin que le acompañe una política de inversiones suficiente, lo que está llevando al colapso a las infraestructuras públicas del país.
Durante más de dos siglos la inversión privada ha conducido el crecimiento económico de EE UU, pero este habría sido imposible sino una inversión pública complementaria. Hoy, sin embargo, el remedio al problema acuciante del déficit de infraestructuras no parece sencillo.
El Congreso estadounidense tiene paralizada, a causa de una disputa con la Casa Blanca, la ley de financiación de infraestructuras de transporte. El presupuesto actual para la construcción y mantenimiento de infraestructuras, entre 200.000 y 300.000 millones de dólares, resulta insuficiente. Por su parte, la Asociación de Ingenieros Civiles americanos considera que serán necesarios 1,6 billones de dólares en los próximos cinco años para poner en buenas condiciones las carreteras, puentes, sistemas de agua, aeropuertos y puertos de EE UU. Las infraestructuras de generación y transmisión eléctrica necesitan inversiones por valor de 900.000 millones de dólares en los próximos 15 años, si no se quiere que en el año 2009 la capacidad de generación sea un 15% inferior a la demanda potencial máxima, con el grave riesgo de apagones como los producidos recientemente en Barcelona.
EE UU debe incrementar sus inversiones en infraestructuras sino quiere perder su batalla por seguir siendo el país más competitivo del mundo. El reto está en mejorar la cantidad y la calidad de las infraestructuras disponibles para el progreso de los negocios y de la vida de los ciudadanos. Para ello tendrá que recurrir a los últimos desarrollos en tecnología y sistemas de financiación.
En España, y a pesar de los problemas antes mencionados, durante los últimos años se ha producido un progreso muy destacable en la colaboración público-privada para la financiación de infraestructuras y la aplicación de nuevas técnicas y tecnologías para su construcción. Y esto lo saben bien en EE UU, donde la primera autopista gestionada privadamente en todo el país, la Sky Way de Chicago, lo es por una empresa española (Ferrovial-Cintra), que también gestiona la autopista de peaje de Indiana, cuya concesión supuso un desembolso de 3.800 millones de dólares.
La mayoría de las grandes empresas españolas de infraestructuras (ACS, FCC, Acciona, Ferrovial, OHL, Sacyr Vallehermoso, Azvi y Elsamex) y de tecnología (como Abengoa-Telvent, Elecnor, Indra y Soluziona) tienen ya presencia en el mercado americano, bien sea a través de la construcción de infraestructuras como en el emergente negocio de las concesiones público-privadas. El incremento de las inversiones privadas en infraestructuras, y la introducción de mejoras tecnológicas y sistemas de información en tiempo real, son una oportunidad de negocio para las empresas españolas en EE UU.
Enrique Alejo. Jefe de la Oficina Comercial de España en Chicago