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Columna
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Incertidumbre

José Carlos Díez

Lo único que el ser humano conoce con plena certeza es la muerte, por lo tanto, como decía el filósofo, bendita sea la incertidumbre. Sin embargo, cuando la incertidumbre puede implicar una pérdida patrimonial y de tu renta permanente, se convierte en riesgo y entonces condiciona nuestras decisiones económicas.

En los primeros días de agosto los inversores internacionales siguen tensos, aunque aún no hemos entrado en escenarios de pánico. Es cierto que los índices de volatilidad de las Bolsas, principales indicadores de incertidumbre, se han situado en máximos de los dos últimos años, pero la volatilidad del S&P 500 está próxima al 30%, muy lejos del 50% que alcanzó en las crisis de Enron en 2001 y del hedge fund LTCM en 1998. Las Bolsas han corregido pero, por ejemplo, la Bolsa alemana acumula una revalorización superior al 10% en lo que va de año y del 30% desde el pasado verano. Sin embargo el jueves y el viernes el mercado interbancario se quedó sin liquidez y, en una inesperada e inusual actuación, tanto la Reserva Federal de EE UU (Fed) como el BCE inyectaron de urgencia más de 150.000 millones de euros en el sistema. ¿Cuál fue el problema?

El problema es que los inversores cualificados no saben la magnitud del problema y eso los pone muy nerviosos. Más allá de las hipotecas subprime en EE UU, que fueron la punta del iceberg, la liquidez en los mercados de crédito ha disminuido significativamente en los dos últimos meses y muchos mercados se han secado literalmente. Eso explica que no haya precios para muchos activos ya emitidos y que algunos fondos de inversión no hayan facilitado su valor liquidativo y prohíban a sus inversores retirar su dinero temporalmente.

Las dudas en el mercado interbancario son que los bancos de inversión, especialmente en EE UU, han sido muy activos en este tipo de mercados y por un motivo de precaución el resto de bancos les han cerrado las líneas de crédito hasta que levante la niebla. Eso afecta a la liquidez de todo el sistema y obliga a los bancos centrales a intervenir.

¿Estamos en medio de otra gran crisis financiera? Lamentablemente es imposible responder a esta pregunta. La nueva rama de la neuroeconomía está estudiando el comportamiento humano ante este tipo de situaciones extremas y las investigaciones aclaran que no es posible predecir la causa y la secuencia temporal de una crisis. Desde los comienzos, el ser humano ha entrado en situaciones de pánico como medida de protección, al principio para protegernos de las hienas en la sabana africana, ahora para proteger nuestro ahorro y nuestro consumo futuro, nuestro puesto de trabajo, etcétera.

Entonces ¿cuáles serán las implicaciones de este episodio de inestabilidad financiera? Por suerte los fundamentales económicos son muy sólidos y en las últimas décadas los bancos centrales han aumentado su destreza para gestionar crisis de liquidez.

Por ejemplo, las cédulas hipotecarias del sistema bancario español, principal instrumento que ha permitido financiar nuestro déficit por cuenta corriente en el último lustro, también se han quedado sin liquidez en el mercado secundario. La tasa de morosidad española sigue próxima a mínimos y el riesgo de impago de los compromisos por parte de las entidades emisoras de dichas cédulas también, pero los inversores internacionales están reduciendo la exposición de su cartera a la deuda con garantía hipotecaria y las emisiones españolas se han visto afectadas. Sin embargo, los bancos pueden acudir a las subastas del BCE, ofreciendo esta deuda como garantía, y obtener financiación a tipos similares a los del mercado interbancario, lo cual reduce el riesgo de una crisis de liquidez.

No obstante, como decía al principio, el problema es que no podemos cuantificar la magnitud del problema y tampoco hay que minusvalorar los riesgos. En el último lustro tanto las familias como las empresas de todo el planeta han aumentado su nivel de apalancamiento y, por esa razón, las implicaciones de una crisis financiera sobre la economía real serían en estos momentos mayores que nunca antes en la historia de la economía mundial. Si la situación sigue empeorando, los bancos centrales tendrían que actuar decididamente y bajar los tipos de interés para evitar el contagio a las decisiones de consumo y de inversión de las familias y de las empresas.

Hasta que se despeje la niebla, la prudencia exige moderar la velocidad y esperar a que levante. Las empresas, familias e inversores que sigan conduciendo su vehículo como si no hubiera niebla tienen una probabilidad muy superior de sufrir un accidente. Los mercados son muy eficientes y este no es tiempo de rebajas. Es tiempo para extremar la prudencia ya que la rentabilidad que podemos obtener es muy inferior al riesgo que asumimos.

Aunque no paramos de oír cuentos chinos, Wall Street sigue siendo el centro neurálgico del sistema financiero mundial. Los problemas de liquidez se han originado allí y allí se van a resolver, por lo que el juego es acertar cómo van a reaccionar los inversores estadounidenses y, vuelvo a repetir, no es posible predecirlo.

Independientemente de lo que ocurra, el mundo ya no será igual después de este verano. Una de las claves de lo que hemos denominado globalización ha sido la fácil y abundante accesibilidad al crédito y el bajo precio que los inversores mundiales han exigido por asumir riesgos en los tres últimos años. Ese mundo idílico para endeudarte ha llegado a su fin.

España es una de las economías más globalizadas, tanto por el canal del comercio internacional, como por el de la inmigración, pero especialmente por el canal financiero. El sector público ha reducido su apalancamiento significativamente y disfruta de un elevado superávit, por lo tanto el problema es privado y lo tenemos que resolver cada uno de nosotros en nuestras empresas y en nuestras familias. Por esa razón, vuelvo a recomendarles prudencia, aún podemos revisar nuestra exposición al riesgo y nuestro endeudamiento y adecuarlo al nuevo entorno internacional.

José C. Díez. Economista jefe de Intermoney

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