El poder adquisitivo de los salarios
El reciente informe de la OCDE sobre las perspectivas del empleo ha reavivado la polémica sobre el nivel de los salarios. El autor, que cuestiona el método utilizado por este organismo para sus estimaciones, analiza con detalle la variación del poder adquisitivo de los trabajadores en España
Tras la reciente publicación por la OCDE de las Perspectivas del Empleo 2007 se ha reavivado la polémica sobre el poder adquisitivo de los salarios en España. Sin entrar en el carácter marginal que esa problemática tiene en la citada publicación de la OCDE (cuatro párrafos, con una única cita a España, en la página 24, y dos cuadros, por otra parte no homogéneos, en las páginas 25 y 299), sí que interesa hacer una breve referencia a cómo se obtiene el descenso del salario real del 4% en el periodo 1995-2005 tan comentado en los medios de comunicación de nuestro país.
El citado cuadro de Perspectivas del Empleo de la página 299 proporciona para España las tasas medias anuales de los periodos 1995-2000, el -0,5%, y 2000-2005, el -0,3%. Convirtiendo esas tasas medias anuales en la tasa de variación del conjunto del periodo 1995-2005, esta última cifra se sitúa en el -3,9%.
Ahora bien, el método utilizado no parece el más correcto para estimar la variación del poder adquisitivo de los trabajadores ocupados. En primer lugar, porque se considera la remuneración por asalariado a tiempo completo de la Contabilidad Nacional, incluyendo percepciones no salariales, como las pensiones de las clases pasivas y las indemnizaciones por despido, y no considerando la incidencia del empleo a tiempo parcial. Y, en segundo lugar, porque para obtener los salarios reales se utiliza el deflactor del consumo final privado, cuando parece más oportuno desde la óptica del poder adquisitivo del trabajador utilizar el IPC, índice de precios de consumo.
Además, hay que tener en cuenta que los cálculos realizados a partir de la Contabilidad Nacional están condicionados por la consideración de asalariados de los propietarios de sociedades que trabajan en ellas, que, en cambio, con los criterios de las encuestas de fuerza de trabajo, como la EPA, se considerarían como trabajadores por cuenta propia.
Al margen de estas consideraciones aclaratorias de los datos estimados a partir de las informaciones de la OCDE, parece oportuno analizar con más detalle la variación del poder adquisitivo de los trabajadores en nuestro país.
Si se utilizan los crecimientos salariales pactados en la negociación colectiva, incluida la aplicación de las cláusulas de revisión o salvaguarda salarial, el crecimiento salarial real (deflactados los salarios por el IPC de diciembre de un año sobre diciembre del año anterior, que es la referencia utilizada en la mayoría de los convenios) aumenta en el último decenio (1997-2006) en siete años y disminuye en tres (1999, 2000 y 2002), con un incremento total del poder adquisitivo de los salarios negociados de 5,3 puntos porcentuales.
Si, por otra parte, se consideran los crecimientos del salario bruto por trabajador, estimados por la Encuesta Trimestral de Coste Laboral, (ETCL), que excluye a la agricultura y las Administraciones públicas, el poder adquisitivo de los salarios en los últimos 10 años aumenta en cinco y disminuye en otros cinco (1999, 2000, 2002, 2004 y 2005), incrementándose en total en 1,2 puntos porcentuales.
En cualquier caso, y sin producirse descensos generalizados del poder adquisitivo, en la última década ha continuado el proceso de moderación salarial, paralelo al de la inflación, iniciado a partir de los Pactos de La Moncloa, por el cambio del criterio de que los crecimientos salariales se basaran en la inflación prevista y no en la inflación pasada, como ocurría anteriormente, y, sobre todo, por la importante contribución de los sindicatos y, en concreto, de los trabajadores a dicha moderación.
Además, de los 10 años considerados, en ocho (en todos menos en 1997 y 2002) el crecimiento salarial bruto percibido por trabajador, estimado por la Encuesta Trimestral de Coste Laboral, ha sido inferior al aumento de los salarios pactados en los convenios colectivos, lo que implica que la deriva o deslizamiento salarial (calculada por la diferencia de ambas tasas de variación) está siendo en casi todos los últimos años negativa.
El que las derivas salariales sean negativas se explica por los cambios en la estructura del empleo, al aumentar el peso relativo de colectivos con remuneración inferior a la media en detrimento de colectivos con remuneración superior a la media.
En efecto, en los últimos 10 años, y en mayor medida aún desde 2003, el crecimiento del empleo se concentra en ocupaciones escasamente cualificadas de la construcción, el servicio doméstico, limpieza y hostelería, muchas veces con contratos temporales, y todas ellas actividades a las que acceden más las mujeres que los hombres y los inmigrantes que los nativos, en la mayoría de los casos con salarios menores que la media.
Resumiendo, difícilmente se puede concluir que en el últimos decenios se hayan producido pérdidas generalizadas del poder adquisitivo de los asalariados tanto globalmente como, sobre todo, individualmente considerados. Lo que sí ha ocurrido es que ha habido importantes efectos composición que han alterado notablemente la estructura del empleo a favor de colectivos de trabajadores con menor salario que la media, lo que ha permitido una intensa creación de empleo paralela, a pesar del aumento de la inmigración, a una sensible reducción de la tasa de paro.
José Ignacio Pérez Infante. Profesor asociado de Mercado de Trabajo en España de la Universidad Carlos III