_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

¿Pierden poder adquisitivo nuestros salarios?

La realidad de los datos muestra que el salario medio en España está perdiendo poder adquisitivo. Ello se explica, según el autor, debido a que nuestra economía sigue apoyada en sectores de baja productividad. En su opinión, la mejora de salarios ha de conseguirse con incrementos de productividad y competitividad.

En España se han creado millones de puestos de trabajo en la última década. Nos hemos felicitado todos por ello, sabedores de que aún queda mucho por hacer. Precariedad en el empleo, desigualdad entre hombres y mujeres, alto desempleo en colectivos desfavorecidos, son problemas que subsisten y que no nos permiten lanzar las campanas al vuelo.

Un informe de la OCDE nos muestra con toda su crudeza una realidad con la que no contábamos. Que los salarios medios pierden poder adquisitivo, y no debido precisamente al euro, como la común opinión responsabiliza. Tras ese informe, un titular saltó a los medios de comunicación: mientras que los beneficios empresariales se habían disparado un 73% entre 1999 y 2006, el salario medio en España bajó un 4%. Las alarmas se dispararon. ¿En qué país vivimos?, se preguntaron algunos. ¿Qué hacen los sindicatos?, exclamaron los otros. Tranquilidad, responden los más sensatos. Todo tiene una explicación, y en este artículo pretendemos exponerla.

Coincidimos con las afirmaciones del portavoz de la División de Análisis y Políticas de Empleo de la OCDE que explican esa realidad: 'España ha creado empleo a un ritmo espectacular en los últimos años. Sin embargo, gran parte de ese aumento consiste en empleo poco cualificado y escasamente remunerado. El retroceso del salario medio no significa que el empleado de cualquier empresa gane ahora menos que hace 10 años, sino que ha entrado en el mercado laboral mucha gente con sueldos muy bajos. Eso ha tirado para abajo el salario medio de la población empleada'. Esa es la explicación de comparación paradójica. No es que los asalariados hayan bajado su sueldo, sino que se ha creado mucho nuevo empleo menos retribuido, con lo que se ha bajado la media.

No es que los asalariados hayan bajado su sueldo, sino que se ha creado mucho nuevo empleo menos retribuido, con lo que se ha bajado la media

Veamos algunos datos. A pesar de la buena marcha de la economía, el 20% de los españoles vive por debajo del umbral de la pobreza relativa, esto es, por debajo del 60% de la renta media nacional. En 1995 ese porcentaje era del 19%. Como decíamos, se ha creado mucho empleo, pero la inmensa mayoría poco cualificado y peor retribuido, muchos cubiertos por inmigrantes. El sistema ha sido muy eficaz en la creación de empleo y riqueza. ¿Debemos cambiarlo? ¿Significa esta realidad que los sindicatos deben abandonar el marco de negociación colectiva por el que han apostado estos últimos años? ¿Es que las recetas de moderación salarial no han beneficiado también a los trabajadores?

Gran parte del éxito de nuestro empleo se debe a la inteligencia aplicada por los agentes sociales en la negociación colectiva. Apartarse de la cordura sería un auténtico suicidio económico. Las negociaciones colectivas arrojan subidas medias de los salarios con un diferencial del 0,5% sobre el IPC. Es decir, que por esta vía no se produce pérdida de poder adquisitivo, sino una leve ganancia. La renta per cápita también se ha elevado sensiblemente en nuestro país. Los trabajadores no han retrocedido. La única forma de topar por debajo los salarios es con la figura del salario mínimo interprofesional, que lleva creciendo sensiblemente por encima de la inflación en la presente legislatura. Tampoco hay, por tanto, que responsabilizar al SMI de la bajada del salario medio.

Pero estas evidencias no pueden ocultar la realidad que nos muestran los datos. Que la brecha salarial crece y que nuestra economía sigue apoyada en sectores de baja productividad y, por tanto, de reducidos salarios. Afortunadamente, los tiempos en los que basábamos nuestra competitividad relativa en salarios bajos pasó ya hace tiempo a la historia. Por tanto, no es correcto afirmar que esos salarios más baratos han sido el motor de nuestra economía, aunque debemos esforzarnos para que el bienestar de una economía boyante llegue hasta todos.

La moderación salarial debe mantenerse. Toda mejora de salarios y de rentas -siempre deseables- ha de conseguirse gracias a incrementos en la productividad y la competitividad. Y eso es posible. De hecho, ocurre en los sectores más punteros y de mayor valor añadido. Y además, que tras ocho años consecutivos de caída de productividad ha subido en este último trimestre en un 0,2%. La inflación se contiene. Todo apunta a que el salario medio recuperará poder adquisitivo en estos próximos años.

Manuel Pimentel

Newsletters

Inscríbete para recibir la información económica exclusiva y las noticias financieras más relevantes para ti
¡Apúntate!

Archivado En

_
_