Qué es EE UU para las empresas españolas
La visita de la secretaria de Estado de EE UU, Condoleezza Rice, hoy a España debe marcar un punto de inflexión en las frías relaciones entre Washington y Madrid, según el autor. Aunque los nexos comerciales no se han visto afectados por este distanciamiento, en su opinión las empresas españolas tienen aún un largo camino por recorrer en ese mercado
La escala que la secretaria de Estado norteamericana, Condoleezza Rice, hace hoy en Madrid, es de esperar que marque un punto de inflexión en las frías relaciones políticas que mantienen Washington y Madrid. Desde que el entonces recién estrenado Gobierno socialista ordenó la retirada de las tropas españolas de Irak, los desencuentros entre ambas Administraciones se han sucedido, especialmente en asuntos relacionados con Latinoamérica. La postura que ha venido manteniendo el Gobierno español respecto a Bolivia, Venezuela y, en los últimos tiempos, Cuba ha causado un malestar no disimulado en la Casa Blanca. Pero afortunadamente las relaciones económicas bilaterales han mantenido su propia hoja de ruta y no se han visto afectadas por el distanciamiento político que se ha producido en estos últimos tres años.
De hecho, 2006 fue un año excepcional para el comercio y las inversiones españolas en EE UU. Nuestras exportaciones al mercado norteamericano aumentaron casi un 23%, hasta alcanzar los 7.500 millones de euros, a pesar de la elevada cotización del euro con respecto al dólar, mientras que las importaciones lo hicieron en algo más del 8%, situándose cerca de 8.500 millones. Esto totaliza un flujo comercial cercano a los 16.000 millones y coloca a EE UU como nuestro sexto cliente y nuestro octavo proveedor.
Pero fue en el ámbito de la inversión donde los resultados fueron, si cabe, aún más favorables. EE UU fue en 2006 el segundo destino elegido por las empresas españolas para sus inversiones exteriores, por un importe que se acercó a los 6.000 millones, una cifra que triplica la de un año antes. En sentido contrario, EE UU también volvió a ser el segundo inversor en España, con un volumen de fondos cercano a los 1.700 millones. Es decir, las inversiones españolas en EE UU triplicaron a las que las empresas norteamericanas hicieron en España durante el año pasado.
La presencia de empresas españolas en EE UU está dejando de ser una anécdota y cada vez son más las compañías, sobre todo del sector servicios, que, dentro de su proceso de internacionalización, se instalan allí. Pero es en el ámbito comercial donde tal vez no encontremos razones para estar tan satisfechos. A pesar del notable incremento de las ventas en EE UU el año pasado, la cifra todavía es pequeña. Las empresas españolas sólo son capaces de vender en EE UU la mitad de lo que venden en Portugal y una parte significativa de esas exportaciones corresponde a ventas que hacen las filiales de multinacionales radicadas en España.
Pero lo verdaderamente grave es que España no suele aparecer entre los 30 primeros suministradores de EE UU y que nuestra cuota de mercado ronda sólo el 0,5% de todas las importaciones norteamericanas. Es decir, la octava economía del planeta sólo es capaz de situarse como el treinta y tantos proveedor de la primera economía mundial. ¿No debería ser esto un motivo de reflexión?
Entre las razones históricas que han motivado la escasa presencia comercial de nuestro país en EE UU se citan la amplitud del mercado, la exigente regulación del mismo, las altas inversiones necesarias para abordarlo y la falta de una marca país que identifique nuestros productos.
Pero son esas mismas características las que deberían espolear el interés de las empresas y la Administración por conquistar el mercado de EE UU, cuando es necesario incrementar el valor añadido de nuestro sector productivo y de nuestras exportaciones, puesto que ya no somos un país competitivo en precios. Pero no limitándose a vender esporádicamente o a través de terceros, sino difundiendo sus marcas y creando redes de distribución que abarquen la totalidad de aquel inmenso territorio. No olvidemos que EE UU cuenta con 300 millones de consumidores cuya renta per cápita ronda los 40.000 dólares, realiza el 16% de todas las importaciones mundiales y tiene unos grados de libertad económica y seguridad jurídica difíciles de superar. ¿Alguien conoce un mercado más atractivo?
Las empresas españolas se enfrentan al reto de aumentar su presencia comercial e inversora en EE UU, para acercarla a la que tienen otros países de nuestro entorno. Un error habitual ha sido pensar que los hispanos, que ya superan en número a los habitantes de nuestro país, pueden ser una especie de quinta columna capaz de abrirnos el mercado norteamericano. Nada más lejos de la realidad. El único vínculo de esa heterogénea comunidad con España es la lengua, por lo que sólo para la industria cultural puede suponer cierta ventaja. Para el resto de sectores de actividad, los consumidores hispanos nos son tan ajenos como los habitantes de cualquier otro país.
Queda, por tanto, un largo camino por recorrer, pero cada vez son más las compañías conscientes de la importancia de estar presentes, bien exportando sus productos o mediante su presencia directa, en la mayor economía del planeta. Esperemos que esta tendencia, a pesar del clima político, se consolide en el futuro.
Juan Carlos Martínez Lázaro. Profesor de Economía del Instituto de Empresa