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Columna
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Situación estable

Hemos votado a nuestros alcaldes. En algunas comunidades autónomas, también a nuestros presidentes. Después de una áspera campaña, ayer domingo se nos regaló la serenidad de una tranquila jornada electoral en la que la participación fue baja, demasiado baja para lo esperado y deseado. Primera conclusión: la campaña electoral no ha logrado motivar a los electores, a los que los partidos han bombardeado con sus broncas tácticas, postergando la solución de sus problemas domésticos. Segunda conclusión: la situación es estable, sin grandes sorpresas salvo Navarra y Baleares. Tercera: el PP puede ser el más votado, pero perdiendo gobiernos, y cuarta y última, el enorme batacazo de Sebastián en Madrid deja en evidencia a su único mentor, el presidente Zapatero, y a sus soluciones imaginativas.

Existe una ley no escrita por la que las elecciones municipales anticipan tendencias electorales, y, por tanto, futuros cambios de gobierno. El referente histórico son las municipales de 1931, que trajeron la II República y la salida del Rey. El triunfo del PP en las municipales del 95 anunció su éxito en las generales del 96, y el PSOE fue el partido más votado en las municipales de 2003, un año antes de su llegada al gobierno en 2004.

Por eso, es inevitable que muchos observadores hayan estado bien atentos a los resultados de estas elecciones, deseosos de encontrar tendencias y realizar proyecciones. Pues bien, con los avances de los resultados de las elecciones en la mano -no dispongo todavía de los resultados definitivos y trabajo en función de encuestas- el PP habría resultado el partido más votado, lo que le permitirá armar un discurso triunfalista, mientras el PSOE no sufre ningún desgaste en sus gobiernos. El PP gana en número de votos -gracias a su espectacular resultado en Madrid-, lo cual evidencia su fortaleza, aunque no lo suficiente para cantar victoria. Vuelco tampoco se ha producido. Una situación estable que reproduce el equilibrio actual. El PP perderá gobiernos. El cabalgar en solitario le dificultará pactar con otras fuerzas, por lo que donde no obtenga mayoría absoluta será destronado del poder.

Rajoy deberá pensar si merece la pena seguir apostando por una oposición basada en el disparate del 11-M

El PSOE, gracias a los pactos, tendrá más fotos de gobiernos, aunque esté por debajo en el cómputo de votos. Dado que la foto no se mueve en demasía, tanto el PP como el PSOE proclamarán su triunfo. Este empate técnico de votos no se refleja en gobiernos, dado que, hoy por hoy, los socialistas tienen muchos más novios que el PP. No podemos deducir, por tanto, que esté pergeñándose un cambio acelerado de tendencia política. Si proyectamos los datos, en las próximas generales volveríamos a una situación similar a la de hoy, con un PP fuerte y sostenido, que puede crecer si el PSOE insiste en sus errores. Con estos datos, el PSOE no podrá anticipar elecciones generales, posibilidad que hemos leído en algunos medios.

Rajoy deberá pensar si merece la pena seguir apostando por una oposición basada en el disparate del 11-M. Una parte del PP entenderá que, vistos los resultados, es preciso más leña al mono, mientras que otros -yo creo que los más acertados- pedirán una retorno a ese centro en el que el PP campeó a mediados de los noventa y del que se apartó tras la conversión de Aznar al credo neoconservador. Pero desengañémonos. Nada cambiará. Ni el PP se moderará, ni el PSOE dejará de hostigar injustamente a sus rivales políticos.

El colosal ruido de la campaña de los grandes partidos tiende a anular el voto de los más débiles. Todo confabula hacia la concentración política, y el eslogan de vótame a mí porque si no ganan los otros, parece funcionar a las mil maravillas, por lo que dos grandes partidos se esfuerzan en satanizar al rival. Aunque el voto de castigo al gobierno motiva más que el de castigo a la oposición. En ese sentido, la estrategia de la bronca beneficia al Partido Popular. Izquierda Unida parece que se mantiene al alza, lo cual es especialmente meritorio. La alta abstención deberá ser analizada detenidamente, para saber si está distribuida de forma uniforme entre todas las formaciones, o se ha cebado en algunas en especial. De todas formas, han perdidos todos. Ni siquiera en unas elecciones de tanto colorido como las municipales los partidos han logrado motivar a los electores.

Sean del signo que sean, deseamos la mayor fortuna a los alcaldes electos. Tienen grandes retos por delante. Vivienda, seguridad, limpieza, hacienda, medio ambiente. Ya sabemos que son los principales gestores económicos del país, de los que depende un elevado porcentaje del PIB y millones de empleos directos.

Es previsible que tengamos una legislatura de relativa bonanza económica, aunque la previsible bajada de licencias urbanísticas pueden mermar su capacidad recaudadora, basada hasta ahora en el ladrillo y los pelotazos en solares y convenios. La vivienda social y de protección oficial experimentará un fuerte tirón, que quizá logre paliar el retroceso de la vivienda libre.

El mapa municipal de España no ha sufrido grandes cambios. Los votantes no se han motivado. Los dos grandes partidos vocearán su triunfo. El PP por ser el más votado, el PSOE por ganar gobiernos. Este equilibrio garantiza un final de legislatura tenso y crispado. El protagonismo de las ciudades ya pasó a al historia. A partir de ahora asistiremos a una descarnada lucha por el poder.

Manuel Pimentel. Ex ministro de Trabajo

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