El paso adelante del Barclays
La máxima de que el que da primero da dos veces es aplicable en todo su sentido al mundo de los negocios. Lo saben bien los responsables del Barclays Bank, que han aprovechado este fin de semana para dar un verdadero golpe de mano y protagonizar la mayor operación de la historia mundial de la banca con la compra -por 67.000 millones de euros en acciones- de la primera entidad holandesa, ABN Amro. Barclays se había postulado hace un mes como primer candidato a hacerse con ABN, a la vez que otras entidades hacían acercamientos al banco holandés.
El más consistente de los intentos de pujar con Barclays fue el consorcio a tres bandas de Santander, su ex socio británico Royal Bank of Scotland (RBS) -con el que el banco de Emilio Botín sigue en magníficas relaciones- y el grupo holandés Fortis. El consorcio hispano-británico-holandés diseño una plausible operación de reparto de ABN, y confiaba en sacar partido de la reunión prevista para ayer, en la que explicaría su oferta a los responsables del banco holandés. Se trataba de aprovechar una buena oportunidad, que al banco español le abriría el mercado de Italia con Antonveneta y le daría un fuerte impulso en Brasil, donde se haría con Banco Real para fusionarlo con Banespa.
Pero el Barclays ha dado primero. Exprimió al máximo su plazo para negociar en exclusiva hasta el viernes pasado, se aplicó la filosofía del consorcio y aceleró la negociación el fin de semana. Puso sobre la mesa un nuevo actor de primera fila, Bank of America, que se quedaría con el estadounidense La Salle Bank por 15.460 millones, y dejó en papel mojado la reunión del consorcio con ABN, que tuvo que ser desconvocada ayer, oficialmente a la espera de más información sobre la operación La Salle -según el reparto previsto por el consorcio, los activos Amro en EE UU eran para RBS-.
Es difícil no esperar una reacción del consorcio, tan difícil como que una operación hostil salga adelante en este sector. Aunque, en una lógica económica de buenos usos, una operación la debe ganar quien más paga. Por lo pronto, de nuevo un grupo británico está entre los primeros actores de una operación transfronteriza. De completarse, la fusión dará lugar al quinto mayor banco del mundo, un gigante con 47 millones de clientes, más que habitantes tiene España.
De la operación se pueden sacar otras dos lecciones. La más preocupante confirma que nadie está libre del nefando virus del proteccionismo: el Banco de Holanda receló de la oferta del consorcio antes de que la explicase. Esto le puso ante la duda de que prefería al Barclays porque le daba más papel como regulador -al final, el principal será la FSA británica-. La Comisión Europea, proclive a las fusiones transnacionales, debe estar muy atenta. No es misión de un banco central poner barreras espurias a operaciones que no le gusten.
La lección más esperanzadora está en las posibilidades que abre el modelo del consorcio a las fusiones transfronterizas. Una nueva y prometedora fórmula que, bien aplicada, puede aumentar no sólo las posibilidades de cerrar operaciones de este tipo, sino, y sobre todo, mejorar la eficacia del sector. La única condición a poner a las operaciones bancarias internacionales, que van a llegar tarde o temprano, es que más tamaño no se convierta en sinónimo de menos competencia.