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Tribuna
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Una de riesgos

Hace algunos años, y tras varios estrenos de Hollywood, el temor a la caída sobre la tierra de un asteroide nos inquietó durante algunas semanas. El asunto apareció en nuestros radares, y llegaron a discutirse las medidas para tratar de evitar el cataclismo si la amenaza se transformaba en certeza. De aquello nunca más se supo, aunque la probabilidad de que el cielo caiga sobre nuestras cabezas sigue siendo la misma. Sólo parece acordarse la NASA, que continúa informando al público sobre la probabilidad de futuros impactos catastróficos en la tierra. Resulta que la incidencia del riesgo sigue siendo la misma, pero ya nadie le presta atención. Lo mismo, y más recientemente, sucedió alrededor del presunto e inminente agotamiento del petróleo.

La predominancia, y no la incidencia, es el factor que suele dominar en la actitud de las personas frente a los riesgos o los problemas. Lo vemos regularmente en las encuestas de opinión, o en los discursos de nuestros políticos. Riesgos predominantes, como los denominaba John Kay, son aquellos que repentinamente aparecen frente a la opinión pública, o aquellos a los que hemos tenido que enfrentarnos recientemente.

La predominancia, por ejemplo, explica la comprensible cautela de las personas que han sufrido recientemente un robo. O la prudencia de los conductores tras haber presenciado un accidente en la carretera. La predominancia explica también esa característica de algunos políticos de dedicar tiempo a problemas cuya incidencia es muy reducida, pero de los que todo el mundo habla.

En los casos anteriores, el riesgo objetivo y su incidencia no se han visto alterados; pero sí la percepción de quienes los observan. La predominancia, en realidad, no debería ser un problema. Pero sucede que despista recursos y entorpece la valoración de los problemas atendiendo a su gravedad y su frecuencia. También dificulta la reflexión sobre la posibilidad y el coste de poner remedio a los riesgos a los que nos enfrentamos. Mal asunto.

Durante el pasado Foro Económico Mundial se presentaba el Global Risk Report 2007, una revisión de los principales riesgos a los se enfrentará la comunidad global durante la próxima década. El ejercicio, nos avisan, no es sino una estimación y contiene un acentuado sesgo subjetivo. En cualquier caso, los riesgos son evaluados por los expertos. Posteriormente, y utilizando herramientas cuantitativas cuando la técnica lo permite, los riesgos analizados son insertados en un mapa en función de su probabilidad y su severidad. La severidad es estimada tanto en función del coste en vidas de los distintos riesgos como de su coste económico.

Como conclusión fundamental, cabría resaltar que los expertos del Foro Económico Mundial estiman que los riesgos globales están en aumento. También concluyen que nos enfrentamos a una creciente disociación entre unos riesgos globales crecientes y las herramientas disponibles para controlarlos, que se nos han quedado obsoletas.

Pero no todo son malas noticias. El documento apunta que en los últimos meses se han dado algunos pasos en la comprensión tanto de los riesgos globales como de la importancia de un enfoque coordinado para su gestión. También en lo que se refiere a la necesidad de actuar sobre las causas, y no las consecuencias, de los riesgos. Además, añadiría yo, finalmente lo del cambio climático ha dejado de ser una cosa de melenudos con chaqueta de punto.

Paradójicamente, lo más llamativo del informe es que buena parte de los riesgos evaluados en el Global Risk Report 2007 no entrarían en la categoría de aquellos riesgos que podríamos denominar predominantes. Más bien al contrario. La falta de fuentes de agua potable; la prevalencia de enfermedades crónicas propias de los estilos de vida en los países desarrollados; la pérdida de empuje de la globalización, y el incremento del número de Estados fallidos son algunos de los principales riesgos identificados.

El Global Risk Report 2007 ofrece algunas soluciones innovadoras para enfrentarnos a los nuevos riesgos, como la creación de responsables gubernamentales de gestión del riesgo, quienes se ocuparían de priorizar la atención de los Gobiernos y, en conjunción con sus homólogos de otras naciones, de coordinar el enfoque frente a los riesgos globales. El informe también sugiere la creación de una coalición formada por Gobiernos avanzados y compañías punteras, para avanzar en la comprensión y la capacidad de mitigación de los riesgos que afectan a la comunidad global.

Por mi parte, y como soy pesimista, les pronostico escaso éxito. A menos, claro está, que consigan la ayuda de Harrison Ford.

Ramón Pueyo. Economista de KPMG Global Sustainability Services.

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