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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las inversiones y su rentabilidad

La cátedra dice y la experiencia demuestra que la mejor garantía para obtener rentabilidades consistentes en la inversión financiera es el crecimiento económico continuado, siempre que esté basado en la solidez macroeconómica. Esto es: sin tensiones de gasto público a largo plazo, y con una política estratégica de control de los deflactores. Estas premisas las ha cumplido en los últimos años la economía española, con continuidad en las políticas estratégicas pese a los giros políticos propios del control democrático, y ha sido uno de los mejores escenarios para la inversión en Europa. De hecho, los emprendedores se toparon en los últimos años con un modelo desconocido en la historia de España, tras la integración en el euro, que ponía ante ellos unas condiciones de financiación ideales y con un horizonte de estabilidad impropio de una economía vulnerable, como era el mantenido desde que inició el despegue industrial en 1959.

Así, España va camino de consolidar un ciclo de crecimiento ininterrumpido de catorce años, mientras que la economía mundial, y la europea especialmente, han atravesado un desierto de crisis de 2001 a 2004. Con él han corrido en paralelo las rentabilidades de las inversiones productivas, las inmobiliarias y las financieras, aunque éstas hayan replicado en parte el comportamiento alcista-bajista-alcista de los mercados internacionales. Lógicamente este desenvolvimiento de la inversión ha provocado tensiones que acumulan desequilibrios y riesgos para la economía. El más llamativo es la deuda familiar por la adquisición casi compulsiva de vivienda, que necesariamente ha restado capacidad de arraigo a otras iniciativas productivas y que debe estar en el listado de preocupaciones del Gobierno.

Pero en los últimos años los precios de las casas, hasta ahora víctimas de una mezcla de demanda de uso y de inversión, han comenzado a moderarse de manera significativa. En 2006 el avance de su coste final fue ya inferior al 10% (9,1%), casi cuatro puntos menos que un año antes, y con señales muy explícitas de agotamiento en las grandes ciudades, donde el precio ha desbordado en buena parte las posibilidades de la demanda.

De hecho, el año pasado la renta variable española batió sobradamente a la inversión en inmuebles, triplicando su rentabilidad. Una parte de la explicación está, por descontado, en una aceleración de los precios de las acciones de las compañías españolas más brillante que en el resto de Europa, lo que descuenta una revalorización más modesta este año. En todo caso, el escenario macroeconómico mundial, con estabilidad en precios y financiación barata, renueva la apuesta de las empresas por el crecimiento vía consolidación.

Además, la unificación de la fiscalidad sobre los diversos productos de inversión en España supone un nuevo estímulo en la búsqueda de la rentabilidad financiera para los particulares. En paralelo llegan al mercado productos más sofisticados, como los fondos cotizados, los hegde funds, o la captación de liquidez a través de sociedades de capital riesgo. No obstante, los gestores de estas figuras deben hacer un esfuerzo por popularizar la inversión en estos instrumentos. Haciendo abstracción de posibles sobresaltos que pueda proporcionar la coyuntura internacional, el escenario para la inversión sigue siendo atractivo.

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