Los retos energéticos
Se ha escrito mucho sobre el conjunto de factores económicos, técnicos y políticos que han confluido para que el precio del crudo se triplicara desde 2002. Algunos analistas lo describieron como una sacudida de precios, impulsada por la demanda, debido a la repentina recuperación del crecimiento económico global en 2003, pero la historia probablemente dirá que el factor clave fue la desaparición de la capacidad extra a lo largo de toda la cadena del suministro, el transporte y el refinado. El petróleo no es lo único. El precio de otras materias primas ha crecido por las mismas razones, la falta de inversión en nueva capacidad.
Los altos precios han vuelto a poner a la energía en el centro de la agenda política. En su Asamblea General y Conferencia Internacional anual, los días 20 y 21 de octubre en Madrid, el Club de Madrid discutirá sobre cómo pueden los dirigentes políticos democráticos tratar algunas de las principales consecuencias de este auge del precio de la energía e identificar el marco institucional que se necesita para fomentar un futuro energético seguro para todos, sostenible económicamente y respetuoso con el medio ambiente.
Más de tres docenas de antiguos dirigentes de Estados democráticos y de expertos académicos, industriales y de agencias internacionales debatirán el problema energético siguiendo cuatro puntos clave: la seguridad energética; escapar a la maldición de los recursos; la promoción de la energía alternativa, y el acceso energético para todos. Algo efectivamente ambicioso, pero como apuntó el historiador griego Thucydides en palabras de Pericles, el gran líder político de la Grecia antigua en el año 430 antes de Cristo, '...no es el debate el que impide la acción, sino el hecho de no ser instruido por el debate antes de que llegue la hora de la acción'.
Es normal que la seguridad energética preocupe a los Gobiernos. Si consideramos el desajuste entre los lugares donde se encuentra la mayor parte de los recursos de petróleo y de gas y aquellos donde están sus mercados, entendemos por qué: los países del ámbito de la OCDE, China e India consumen los dos tercios del suministro mundial de crudo pero sólo poseen el 8% de sus reservas. Cerca del 70% de las reservas están en Oriente Próximo y el norte de África. El desajuste del gas natural es similar. Este desajuste recurso/mercado implica que el comercio energético tiene futuro. Por lo tanto, la seguridad energética debe tratarse en un contexto internacional a través del diálogo entre los consumidores y los productores con el fin de reducir los malentendidos y mejorar la transparencia de los mercados.
Con una capacidad extra tan reducida y el suministro de crudo que proviene cada vez más de grandes instalaciones como plataformas a mar abierto, y sin insistir en el mal trago de su vulnerabilidad a ataques terroristas y a las grandes tormentas, la volatilidad de los precios es inevitable. La dislocación del suministro ocurrirá y unos mecanismos de respuesta cooperativa coordinados por la Agencia Internacional de la Energía pueden ayudar a afrontar el problema. Pero para ello la Agencia debe ser ampliada e incluir a otros grandes países consumidores, como Brasil, China e India.
El auge del precio del crudo ha generado grandes ingresos para los países productores y, con ello, renovados síntomas de la maldición de los recursos. La renacionalización de la industria petrolera y de los carburantes, el incremento de las tasas en la industria y de los intentos de usar las exportaciones energéticas como arma diplomática y geopolítica son sólo unos ejemplos. Pero no todos los países ricos en recursos sufren la maldición: aquellos con sistemas de gobierno y responsabilidad débiles tienden a ser los más afectados.
Donde es manifiesto el suspenso de la democracia es en proporcionar el acceso a la energía para todos. El ejemplo más incómodo es el de India, la democracia más poblada del mundo. Más de 600 millones de personas no tienen acceso a la electricidad. La mayoría de los chinos tiene acceso a la red de suministro. Por lo tanto, la democracia no garantiza por sí sola la igualdad de acceso o la eliminación de la pobreza energética.
Esta pobreza también existe a nivel de países. Los Gobiernos de muchos países en vía de desarrollo que dependen de la importación subvencionan los precios del combustible. Pero cuando los precios aumentan a nivel mundial, tienen que aumentar sus préstamos, cosa que mina un poco más su desarrollo.
El acceso a la energía y especialmente a la electricidad en los países pobres es esencial si esperamos erradicar el hambre, proveer educación básica, mejorar la igualdad de género, proporcionar asistencia sanitaria básica, combatir las enfermedades y detener la degradación medioambiental causada por la sobredependencia de carburantes fósiles.
El sistema de suministro de energía global es un complejo vasto, dirigido por la inercia de grandes instalaciones fijas, que tardan años en ser planificadas, aprobadas y construidas, y luego suelen mantenerse durante décadas. Esta tarea de largo plazo opera en un contexto político manifiestamente conducido por preocupaciones de corto plazo. Parte del problema al que nos enfrentamos hoy proviene de los Gobiernos que han mandado señales políticas confusas y contradictorias a la industria desde hace dos décadas. Esto era relativamente inofensivo cuando había un superávit en el sistema de suministro de energía. Pero ahora la capacidad es ajustada, la presión sobre la industria para que encuentre soluciones y cumpla con la demanda es mayor.
La democracia ha evolucionado considerablemente desde los tiempos de Pericles. Hoy se reduce a menudo a norma lo que es popular. Pero lo que es popular no coincide necesariamente con lo que es indispensable. Si fallamos en el debate sobre las duras decisiones que debemos tomar traicionamos no sólo el espíritu de la democracia sino también a las futuras generaciones. El Club de Madrid se propone tener este debate.
Robert Skinner. Ex director del Instituto de Estudios Energéticos de Oxford y coordinador de contenidos de la V Conferencia del Club de Madrid