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Columna
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La limitada efectividad presupuestaria

El proyecto de Presupuestos Generales del Estado para 2007 se basa en un escenario macroeconómico que no peca de optimista en sus principales parámetros: crecimiento del PIB, inflación y creación del empleo. La continuidad en el tono de neutralidad presupuestaria apuntada por el propio ministro de Economía en su presentación está justificada en un crecimiento nominal muy próximo al esperado para el PIB, tanto de los gastos como de la recaudación tributaria.

Aun con las limitaciones que entraña todo análisis agregado de las partidas presupuestarias, la conveniencia de la continuada neutralidad es discutible: si la disciplina fiscal de las economías de la eurozona se basa en un déficit cero, en media, a lo largo del ciclo económico, nuestro crecimiento reciente, al amparo de importantes factores estructurales no fácilmente repetibles, podría haberse acompañado de una actuación presupuestaria más contracíclica, que permitiera una reducción aún mayor del endeudamiento, una cierta moderación de la demanda interna y, con ello, del elevado diferencial de inflación y del continuado deterioro de competitividad con nuestro entorno económico internacional.

En este sentido, el proyecto continúa en una línea de relativo rigor, pero sin explotar su potencial como instrumento de política macroeconómica, ni tampoco como dinamizador de la economía a través de posibles actuaciones sobre programas específicos de inversión, tanto en infraestructuras como en desarrollo tecnológico y en educación.

Aun con las limitaciones que entraña todo análisis agregado, la conveniencia de la neutralidad continuada es discutible

Queda, de este modo, desintegrado de una actuación sistemática en lo relativo a un posible plan de mejora de la productividad, que tuvo una definición inicial bien detallada y prometedora, con medidas relativas al impulso de la productividad en mercados financieros, energéticos y eléctricos, pero que no trató otros elementos del tejido productivo. Parece, además, haber quedado ahora en un plano secundario, quizá víctima de los distintos puntos de vista existentes en el Gobierno en materia económica.

Es una pena, porque existe actualmente suficiente evidencia acerca de que la acumulación de capital juega un papel sólo relativo en el crecimiento económico a largo plazo, enfatizando simultáneamente la relevancia de otros aspectos y, principalmente, del crecimiento de la productividad.

Es cierto que el borrador de Presupuestos incrementa sustancialmente las partidas destinadas a I+D+i y educación, pero el complejo entramado de financiación como consecuencia de la transferencia de competencias a las comunidades autónomas desvirtúa el significado de estas partidas del Presupuesto del Estado.

Posiblemente ahora que la pertenencia a una zona monetaria limita el ámbito de actuaciones en política macroeconómica en los países miembros, haya llegado el momento de reconocer que la eficacia del esfuerzo presupuestario que pueda hacerse en determinadas partidas del gasto depende muy fundamentalmente del modo en que se concreten. No es tan importante el nivel de gasto aprobado en el Presupuesto estatal, como el tipo de programas específicos a que se destina, los canales a través de los cuáles se difunde, y las actuaciones coordinadas que puedan hacerse a nivel autonómico.

Sería importante recuperar el esfuerzo planificador del plan de mejora de la productividad y utilizarlo para concretar las partidas relativas al desarrollo tecnológico y educativo que ahora se proponen, especialmente tras el dramático resultado arrojado por el reciente informe de la OCDE sobre resultados educativos.

El Presupuesto estatal puede actuar en estas facetas pero sólo de modo limitado. Su eficacia ha de ir unida a un plan de actuación claramente definido, que necesita ser compartido por los Gobiernos a distintos niveles. La sociedad española está enormemente necesitada de una actuación urgente, pero también continuada, en torno a un programa claramente definido, que persiga definitivamente un avance sistemático en innovación tecnológica y educación y, como consecuencia, en productividad.

Catedrático de Análisis Económico de la Universidad Complutense

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