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Tribuna
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Una nueva teoría para la creación de valor

La creación de valor exclusivamente para el accionista como objetivo de la gestión empresarial ha sido superada por un nuevo enfoque de gestión. Tomando datos de las empresas españolas del Ibex 35 en el periodo 1998-2004, se verifica que la generación de valor empresarial está directamente relacionada con la gestión de todos y cada uno de los stakeholders (incluida la sociedad) y con el mantenimiento de la cooperación y el equilibrio, no sólo entre la organización y sus grupos de interés, sino, incluso, entre ellos mismos, a través de la sociedad.

La sociedad es el stakeholder trasversal que conecta al resto de grupos entre sí. La sociedad sería el catalizador de esa conjunción y será la que determine las fronteras de dichas relaciones entre los stakeholders, por lo que al existir en cada entorno un tipo de sociedad, sólo podrán desarrollarse en estos, ciertos tipos de empresas con unos matices distintos a las que se podrían desarrollar en otras zonas, y será precisamente por esas posibilidades y peculiaridades diferentes por lo que las empresas deberán retribuir diferencialmente al stakeholder sociedad en función del entorno en el que desarrollen su actividad.

La interrelación con sus grupos de interés y las conexiones de estos entre sí, a través de la sociedad, nos definen una figura cuyo volumen mide el valor económico añadido generado por la empresa y cada vértice de la misma representa un stakeholder, por lo que la distancia del centro de la figura a cada uno de sus vértices, es una medida de la inversión que realiza la empresa en sus stakeholders, y la distancia entre dos vértices, definiría el grado de relación entre dos de ellos y que es posible gracias al papel que representa la sociedad.

Sin embargo, hay un objetivo común a los intereses de todos los stakeholders que justifica que se produzcan estas interrelaciones, y es el hecho de alcanzar a largo plazo la supervivencia de la organización, como situación menos desfavorable (teoría de Nash) para cada uno de ellos.

Este objetivo sólo se consigue en el tiempo mediante el establecimiento de compromisos equilibrados (que no idénticos) entre las partes, tras su comprobación de que el acuerdo es la mejor posición adoptable frente a la aparición de intereses contrapuestos entre ellos.

Ser conscientes de esta realidad de empresa supone una nueva forma de gestionar, en la que el valor creado por la empresa implica gestionar el valor que esta aporta a todos y cada uno de sus stakeholders y, a su vez, el valor que estos aportan a la organización.

Este razonamiento teórico surge tras la observación en la realidad (empresas que cotizaron en el Ibex al menos durante tres años desde 1998 hasta 2004) de la que he denominado teoría del equilibrio volumétrico: 'Cuanto mayor sea el volumen descrito por las componentes principales representativas de los stakeholders de una empresa: clientes, proveedores, accionistas, empleados y la sociedad, mayor será el valor económico añadido generado por ellas.

Los desequilibrios existentes entre los stakeholders de la empresa producirán una disminución de dicho volumen, y por tanto de su valor, en proporción no lineal con el grado de los mismos.

La empresa analizada estará tanto más próxima a su desaparición cuanto menor sea su volumen generado o cuanto mayores sean los desequilibrios mostrados entre sus grupos de interés (stakeholders).'

En la medida en que las organizaciones concentren sus inversiones en un stakeholder, en detrimento del resto, se estará complicando el futuro de la empresa, por lo que será necesario que el resto de grupos con intereses en la empresa (y de las que ésta depende para sobrevivir) participen activamente no sólo de la creación de valor, sino también de la aplicación del mismo.

Desequilibrios como mantener elevados dividendos en el tiempo, la asfixia colaborativa de los proveedores, la falacia de todo para el cliente o la promoción incontrolada de empleados estarán reduciendo la generación de valor y, si se mantiene a largo plazo, se pondrá en peligro la supervivencia de la empresa; por lo que a ninguno de los stakeholders le interesará el mantenimiento de dicha política.

De ahí, la necesaria colaboración entre ellos evitando rebasar determinados dinteles de interés que supongan, para alguno de ellos, el abandono de su participación y el salto a una trayectoria con destino al caos (deslocalización, quiebra, fuga de empleados o ruptura de la cadena de suministro en momentos de escasez).

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