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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Europeístas y nacionalistas

La fusión de Abertis con la italiana Autostrade, para formar la primera compañía concesionaria de autopistas del mundo, vuelve a estar en el aire. El Gobierno que preside Romano Prodi ha puesto ya en un documento, enviado a la autoridad que regula las concesiones transalpinas, lo que verbalmente ha expresado en reiteradas ocasiones desde que dos empresas líderes en sus mercados, una italiana y otra española, decidieron unir sus destinos económicos para que los accionistas -los de referencia y los particulares- obtengan la máxima rentabilidad a la inversión.

Las dos sociedades anunciaron la operación en un momento de aparente debilidad administrativa en Italia. El Gobierno de Silvio Berlusconi agonizaba tras la derrota electoral y el de Prodi buscaba una formación equilibrada en el abanico de partidos vencedores en los comicios. Pero, en la Europa de la moneda única, no es este un argumento para cuestionar las decisiones que las empresas deben tomar con plena libertad de funcionamiento. Y menos si la bandera crítica y revisionista la encarnan en Italia hombres como Tommaso Padoa Schiopa, que ha sido consejero del Banco Central Europeo y es ministro de Economía en un Gobierno presidido por Romano Prodi, varios años presidente de la Comisión Europea. No pueden pasar al más provinciano de los nacionalismos dos responsables políticos de tan reputado historial de europeísmo liberal, que conforma libertad económica y liquidación de los obstáculos al capital, a la tecnología y al factor trabajo como esencias de la UE de hoy.

Como España en el caso Eon-Endesa, Italia en el de Abertis-Autostrade tiene que terminar cediendo al empuje de la realidad. Pero si en el caso de las energéticas existe algún reparo estratégico a la operación que incomode a Gobiernos y ciudadanos, cuesta encontrar en la gestión de las autopistas un argumento consistente para bloquear la operación. Y desde luego el esgrimido de la presencia de la constructora ACS en el accionariado es insostenible. La fusión Abertis-Autostrade debe seguir adelante con la estructura de capital diseñada y ratificada por ambas empresas, defendiendo el modelo en Roma, en Madrid y en Bruselas. El Gobierno español, con las tesis de Pedro Solbes definitivamente vencedoras tras el caso Endesa, debe mostrar ante las autoridades comunitarias e italianas la firmeza necesaria para que la internacionalización de las empresas españolas no sea frenada por cuestiones estrictamente políticas.

Si la demanda de reciprocidad exigida frente a la legislación alemana en materia energética era cuestionable, a juzgar por cómo han evolucionado posteriormente los acontecimientos, en el caso Abertis tal demanda de reciprocidad es el argumento económico más sólido: España abre la puerta a las multinacionales europeas y debe exigir igual trato en la Unión Europea para las compañías españolas.

Mientras tengamos que reclamar la renuncia de los Gobiernos al intervencionismo, tendremos una construcción europea inconclusa y débil. Cuesta creer que los líderes europeístas de los años cincuenta y sesenta imaginasen un mercado común con tantas salvaguardas, intervencionismo y residuos nacionalistas.

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