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Tribuna
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GM abandona Portugal

General Motors anunció recientemente el cierre de su fábrica en Portugal, cuya producción será asumida por su planta en Zaragoza. De este movimiento empresarial pueden extraerse algunas conclusiones interesantes sobre el comportamiento de las empresas multinacionales y sobre el papel de los Gobiernos de los países donde operan.

El mismo día en que se confirmó la noticia, el ministro de Economía portugués emitió un comunicado anunciando que su Gobierno pedirá una indemnización a GM por un 'claro incumplimiento contractual', ya que GM se ha beneficiado de decenas de millones de euros en incentivos fiscales, financieros y fondos de apoyo a la formación profesional, pero sin embargo ha incumplido su parte del contrato al abandonar el país antes del fin de 2008.

Lo peor, no obstante, no es la merma de fondos públicos, sino la pérdida de 1.100 empleos directos y cuantiosos efectos indirectos. Además, este tipo de noticias puede desalentar a nuevos inversores.

La razón esgrimida por GM para el cierre es una desventaja de 500 euros en costes con respecto a otras fábricas alternativas debido a la pequeña dimensión de la planta portuguesa y a los mayores costes logísticos por su situación periférica. Otros añaden la escasa disponibilidad de suministradores locales de calidad.

Como es lógico, esta decisión ha sentado muy mal a nuestro vecino, tanto por sus consecuencias económicas y sociales, como por ser una manifestación más de la crisis de competitividad que sufre Portugal. La deslocalización ha provocado también el descontento del sindicato europeo de GM, que ve con malos ojos este tipo de reestructuraciones, así como protestas de los trabajadores en 18 fábricas.

Para España, en cambio, la noticia es positiva y viene precedida de otras buenas noticias sobre la filial de GM, que ha logrado recientemente atraer la producción de varios nuevos modelos. Por ejemplo, en febrero, la filial española fue elegida frente a su competidora polaca para fabricar el nuevo Opel Meriva. La fábrica de Zaragoza emplea a unas 7.600 personas y es el mayor centro de fabricación en Europa de la multinacional. Si las economías de escala fueron uno de los motivos alegados por GM en la deslocalización de Portugal, en el caso de España este factor está jugando a nuestro favor. Por otra parte, el fuerte desarrollo de la industria española de componentes ayuda a compensar la desventaja geográfica.

Este acontecimiento invita a reflexionar sobre la volatilidad de las estrategias territoriales de los grandes grupos multinacionales. La competencia entre las distintas filiales de la multinacional cada vez es mayor, y las multinacionales la explotan a su antojo para reducir costes y racionalizar sus cadenas de suministro globales. En la industria del automóvil, la tendencia actual es la relocalización de la producción desde Europa occidental hacia el Este o hacia Asia, y GM no es ajena a esta tendencia (recientemente abrió una fábrica en Rusia y planea abrir pronto una nueva en Polonia). Otra estrategia dominante es la mayor concentración para aprovechar plataformas comunes y otras economías de escala, lo cual favorece las reestructuraciones intraeuropeas.

Por eso, aunque hoy sea España y no Polonia o China el país encargado de reemplazar a la filial cerrada, es posible que en el futuro nos veamos en una situación como la que hoy vive Portugal. Para evitarlo, hay que tomar acciones preventivas para fortalecer la posición de las filiales extranjeras que operan en España y potenciar el surgimiento de clusters empresariales en torno a éstas.

Por otra parte, esta deslocalización pone en entredicho la utilidad de los incentivos públicos a la inversión extranjera directa entrante. GM abandona Portugal a pesar de los generosos incentivos fiscales e incluso lo hace antes del vencimiento del plazo contractual. En este caso, el Gobierno luso hace bien en pedir una indemnización, y GM ya se ha declarado dispuesta a devolver parte de la ayuda pública recibida. Varios estudios empíricos concluyen también que el impacto de los incentivos fiscales en las decisiones de localización de las multinacionales es muy limitado. Juegan un papel mucho más importante las competencias adquiridas por las filiales a través de sus actividades previas y su encaje en las estrategias globales marcadas desde el país de la matriz.

Como señalaba (el 12 de julio) un columnista del periódico portugués Diario Economico, esta deslocalización 'es en parte culpa de un país que se ha habituado a esperar sentado'. El Gobierno portugués, quizá, dedicó demasiada atención a los incentivos fiscales para atraer a multinacionales, descuidando la necesidad de fortalecer la posición de las filiales ya presentes y de favorecer su vinculación con el tejido empresarial local (lo que se conoce como políticas after-care).

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