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Columna
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El fracaso definitivo de la Ronda de Doha

La Ronda de Doha de la OMC, que busca liberalizar los intercambios agrícolas, industriales y de servicios, parece haber entrado definitivamente en crisis. El autor analiza las distintas posturas de los principales actores del comercio mundial así como las consecuencias de este nuevo fracaso negociador

La Ronda de Desarrollo de Doha ha entrado definitivamente en crisis. El fracaso de la minirreunión de ministros de Comercio, celebrada en la sede de la OMC en Ginebra a lo largo de junio, y la incapacidad del G-6, los principales actores del comercio mundial (UE, EE UU, Japón, Australia, Brasil e India) para desbloquear la situación supone aparcar por unos años la Ronda. Ya no será posible cerrar un acuerdo en la Ronda de Doha a finales de 2006, y ello supondrá un retraso de varios años, probablemente hasta después de las elecciones legislativas de 2008 en EE UU, puesto que en 2007 expira la delegación de poderes que permite al presidente George Bush firmar un acuerdo en la Ronda Doha sin pasar por el Congreso de EE UU.

La discusión de fondo que subyace en las actuales negociaciones deriva de la distinta concepción del papel del comercio internacional en el desarrollo. Estados Unidos considera que la mejor forma de promover el crecimiento de los países en desarrollo es abriendo la frontera, tanto en los países desarrollados como en desarrollo, a los productos agrícolas y no agrícolas, pero sin reducir sensiblemente las ayudas a sus agricultores. Mientras, los países en desarrollo consideran que su progreso requiere una reducción de las ayudas agrícolas de los países desarrollados y una liberalización asimétrica, es decir, una fuerte reducción de la protección en frontera y ayudas agrícolas de los países desarrollados, y en cambio, una reducción más suave y diferenciada de la protección en frontera de los países en desarrollo. La UE sostiene una posición intermedia, pues acepta la reducción de las ayudas agrícolas distorsionadoras del comercio y admite diferentes grados de reducción del proteccionismo según nivel de desarrollo de los países y productos.

Las fallidas reuniones ministeriales de junio acabaron con un encargo al director general de la OMC: emprender una ronda de consultas políticas durante el mes de julio para tratar de acercar posturas. Pascal Lamy ha centrado sus esfuerzos en las consultas al G-6, consultas que han versado sobre el llamado triángulo de problemas: reducción de aranceles agrícolas, reducción de ayudas agrícolas y reducción de aranceles no agrícolas.

Prolongar unos años la negociación supondrá una deriva hacia nuevas bases del acuerdo que pueden llevar a la UE a reformar la PAC a medio plazo

EE UU pone el énfasis en una fuerte reducción media de los aranceles agrícolas (66%), su punto fuerte, pues tiene bajos aranceles agrícolas. La UE, cuyo punto débil es la reducción de aranceles agrícolas, pues un número significativo de ellos son todavía muy elevados (ofrece una reducción de aranceles agrícolas entre el 39% y 46%), exige a EE UU que reduzca más fuertemente las ayudas agrícolas que distorsionan el comercio, punto débil de ese país pues sus ayudas agrícolas son elevadas, y punto fuerte de la UE ya que después de la reforma de la Política Agrícola Común (PAC) las ayudas que distorsionan el comercio son mucho menores. Los países emergentes como India y Brasil consideran que los mayores esfuerzos de reducción del proteccionismo deben venir de la parte de los países desarrollados, puesto que la Ronda Doha es la ronda del desarrollo (piden una reducción media de aranceles agrícolas del 54%).

La propuesta conciliadora de Lamy era conocida como 20-20-20: la UE y Japón deberían aceptar el 54% de reducción de aranceles agrícolas propuesta por el G-20, EE UU debería reducir su monto total de ayudas agrícolas a 20.0000 millones de dólares, y Brasil e India deberían aceptar un techo para sus aranceles industriales del 20%. Pero cada uno de estos jugadores dejó muy claro que no daría ningún paso si los demás no movían antes ficha. Desbloquear la situación en pocas semanas era casi una misión imposible, pues las posturas estaban muy alejadas y las tensiones eran muy fuertes. Finalmente, la posición intransigente de EE UU, que no aceptó reducir el monto total de sus ayudas agrarias a 20.000 millones de dólares, lo que se explica en clave política por las próximas elecciones al Congreso y Senado, acoso de congresistas y senadores republicanos a Bush y baja popularidad del presidente, ha hecho inviable el acuerdo.

La UE también tiene su parte de responsabilidad pues tampoco aceptó el incremento de reducción de los aranceles agrícolas del 39%-46% al 66% que exigía EE UU, porque el comisario de Comercio y negociador de la UE no tenía mandato para ofrecer tan alto nivel de reducción arancelaria, entre otras cosas porque ello significaría probablemente una nueva reforma de la PAC a la que muchos países, con Francia a la cabeza, se oponen.

Para la UE, no cerrar este año la Ronda Doha significaría un serio revés, ya que la operación de reforma de la PAC de 2003, y especialmente la desconexión productiva de las ayudas agrarias, se hizo para facilitar el acuerdo de la Ronda Doha. Prolongar unos años la negociación supondrá, probablemente, una deriva hacia nuevos planteamientos y bases del acuerdo, que podrían llevar a nuevas reformas de la PAC a medio plazo.

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