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CincoSentidos

Más conciencia ecológica, pero idéntico estilo de vida

Los españoles dicen estar muy preocupados por el medio ambiente, pero ni cambian de hábitos ni quieren pagar tasas para ahorrar energía.

Ni la evolución de la Bolsa ni los fichajes de los clubes de fútbol, lo que más interesa hoy en día a los ciudadanos es la ecología. Aunque la afirmación resulta sorprendente, es lo que se desprende de un estudio sobre cultura medioambiental en España, realizado por la Fundación BBVA a partir de una encuesta a más de 4.000 personas, en la que los participantes aseguran estar más preocupados por los incendios forestales, la contaminación, la escasez de agua dulce y el cambio climático que por los temas económicos, deportivos, internacionales o políticos. Alta conciencia, pero todavía deficiente conducta, pues las respuestas de la encuesta ponen de manifiesto que aunque aumenta la conciencia ecológica, los ciudadanos están poco dispuestos a cambiar determinados aspectos de su estilo de vida y no quieren ni oír hablar de pagar impuestos para reducir el consumo de agua o energía.

De hecho, las prácticas de cuidado del medio ambiente están muy poco extendidas. Los usos más frecuentes son los que reportan beneficios inmediatos al individuo (en los recibos de la luz, gas o agua). Pero otra cosa son las conductas que implican mayor nivel de exigencia y no reportan un beneficio económico directo para el ciudadano. Se salva el reciclaje (el 60% separa el cristal, latas, plástico y papel para reciclarlos), sin embargo, la compra de electrodomésticos de bajo consumo energético o de productos en envases que puedan ser reciclados tienen un escaso nivel de incidencia. Entre los hábitos menos extendidos: limitar el uso del vehículo, revisar los niveles de emisión de gases del mismo, reducir el nivel de consumo, rechazar el consumo de carne por razones morales o ecológicas o comprar alimentos orgánicos.

En todo caso, la toma de conciencia es progresiva y tiene que ver con la aparición de nuevos valores en las sociedades posindustriales, como la calidad de vida y del entorno, y con los datos aportados por la ciencia y la experiencia de la población al enfrentarse a problemas medioambientales, explicó ayer Beatriz Vilchez, miembro de la Unidad de Estudios de Opinión Pública de la Fundación BBVA. Además, ha aumentado el respeto hacia los ecologistas, que se colocan, junto con médicos y científicos, como uno de los grupos sociales con una imagen más favorable (una media de 7 en una escala de 0 a 10).

La nueva cultura medioambiental ha cambiado la visión materialista de la naturaleza y de los seres vivos. Ahora, la mayoría de la población asocia la naturaleza a belleza, pureza y fragilidad y, de igual forma, considera que los animales sienten igual o de manera parecida a los seres humanos (71% de los entrevistados). Esta visión se refleja en un rechazo hacia su utilización con fines de entretenimiento (toros, por ejemplo) o estéticos (abrigos de piel), aunque es compatible con su uso para alimentación o investigación.

Los ciudadanos muestran idéntica preocupación por los problemas del medio ambiente de su pueblo o ciudad que por los del conjunto de la Tierra. La contaminación de ríos y costas (8,6 en una escala de 0 a 10), los incendios forestales (8,6), la escasez de agua (8,5), el cambio climático (8,4) y las centrales nucleares (8,4) son los problemas que perciben como más graves. Cuestiones que, además, pueden afectarles personalmente. En cambio, 2 de cada diez no conoce el proceso del calentamiento del planeta.

Pesimismo

El estudio revela el desconocimiento de los encuestados sobre el origen de la energía consumida. Aún así la solar es la mejor valorada: consideran que es la más económica (34,7%), menos perjudicial para el medio ambiente (47,9%) y plantea menos riesgos para la salud de los seres vivos (48,4%).

Junto con esa sensibilización predomina un claro pesimismo respecto a la evolución del medio ambiente, ya que el 46,3% responde que la situación empeorará bastante dentro de 20 años. Hay, sin embargo, esperanza. El 71% considera que el deterioro es reversible porque es posible influir en el medio ambiente con un cambio en el modo de vida, explicó Mariana Szmulewicz, también de la Fundación BBVA.

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