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Columna
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Cuestiones españolas

Mi amigo Norman, el hispanista cuya visión de los asuntos españoles he transmitido en anteriores ocasiones a mis lectores, está con problemas de salud, razón por la cual no ha podido hacer su habitual viaje de primavera a España. No le ha faltado ánimo, empero, para resumir sus impresiones en una reciente carta cuyos puntos más interesantes resumo.

La revisión de los estatutos de autonomía iniciada por el catalán y el valenciano y continuada por el andaluz... y los que sigan le producen, dice, perplejidad y preocupación. Con todas las diferencias, que reconoce, la experiencia británica con Escocia y Gales le inclina a pensar , ante todo, que los nacionalismos son insaciables y que por muchos recursos financieros y competencias que se les cedan siempre exigirán más -¡y no conocía el reciente consejo de Jordi Pujol recomendando a su partido que siga reivindicando el Estatuto aprobado en el Parlamento catalán!-. El resultado es algo que a un inglés familiarizado con su historia política le repugna y que él resume afirmando que las autonomías jamás aceptarán la responsabilidad de gravar a sus ciudadanos con los impuestos que sus programas de gasto precisan. La falsa solución reside en las subvenciones que otros conciudadanos les ceden -unos 2.000 euros per cápita al año- en el caso de Inglaterra y Escocia, me dice. Ello supone la burla de uno de los más sacrosantos principios de la historia parlamentaria inglesa: no representation without taxation. Al leer sus cuitas y compararlas con la situación española no he podido reprimir una carcajada.

Comenta después, también con el trasfondo inglés, otra cuestión candente en nuestro país: a saber, las conversaciones del Gobierno con ETA y su entorno. Resume el método empleado para acabar con la violencia del IRA y señala cómo, en una primera etapa, los Gobiernos británico e irlandés cerraron todas las puertas a los terroristas hasta que éstos se convencieron de que la violencia era totalmente ineficaz y que su única salida era el abandono de la misma, pero posteriormente esa estrategia comenzó a desdibujarse con la puesta en práctica de gestos equívocos respecto al IRA y su brazo político -el Sinn Féin-.

El resultado ha sido una impunidad de este grupo que ha socavado la normalización política de Irlanda del Norte y ha garantizado la continuidad de la organización terrorista, convertida en un grupo mafioso dedicado a la extorsión, el contrabando y otras diversas actividades criminales. Su análisis es más detallado pero la conclusión es clara y supone un aviso para navegantes inexpertos que deberían evitar, me dice, que ETA y Batasuna conviertan el llamado proceso de paz en un instrumento de coacción sobre las víctimas del terrorismo y sobre la sociedad española en su conjunto.

Norman es un inglés europeísta, lo cual no le impide mantener un escepticismo total respecto a las posibilidades de resucitar la Constitución rechazada por franceses y holandeses. Me felicita por ser los españoles los primeros en aprobar en referéndum un texto tan vacuo y farragoso, y comenta irónicamente la afición de los políticos españoles a someter a refrendo de los ciudadanos cuestiones que a éstos parecen interesarles muy poco, al tiempo que se burla de los gestos de seductor maduro empleados por Jacques Chirac para cautivar a Angela Merkel y convencerla de la necesidad democrática de seguir pidiendo al electorado que vote hasta conseguir el resultado deseado.

Concluye su carta con unos comentarios ilustrativos relacionados con la campaña montada por los nacionalistas vascos y un grupo de buenas almas y expertos a sueldo que cuestionan los reparos técnicos que desaconsejan el traslado del Guernica a Bilbao y proclama consideraciones sentimentales relativas a la oportunidad de 'este gesto' para apuntalar los esfuerzos 'en pro de la paz' en el País Vasco. Su argumento se resume en la cita que transcribo a continuación. En mayo de 1980 se estudió la posibilidad de que el cuadro, en su viaje a España, hiciese una escala en París. En carta de 18 de ese mes, el conservador jefe del departamento de pintura del MOMA, y después director del museo hasta 1998, William Rubin, escribió al embajador de España en EE UU lo siguiente: '...Mis conversaciones con Picasso, sin embargo, fueron más allá en tanto que Picasso decidió, al conocer la delicada situación del mural, que la obra no debería ser expuesta en ninguna parte en su camino hacia Madrid ni tampoco ser prestada después de su instalación en el Prado'. Y aconseja mi amigo que, como a veces los españoles en las discusiones en que hemos tomado previamente partido somos muy ligeros o muy malintencionados, se consulte el archivo Legado de Picasso en el Archivo Histórico Nacional de Madrid.

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