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Tribuna
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La seguridad en el suministro de energía

En España, el desarrollo del mercado de gas natural es un fenómeno relativamente reciente, impulsado por la rápida expansión de las infraestructuras necesarias para ponerlo a disposición de los consumidores y la creciente demanda del sector eléctrico. Durante los últimos cinco años, el consumo de gas se ha multiplicado por dos, mientras el número de clientes conectados a las redes de distribución se incrementaba a un ritmo de casi 400.000 al año. Como resultado de esta evolución, se ha producido un notable incremento de la participación del gas natural en el consumo de energía primaria, donde ha pasado de representar el 7,7% en 1995 al 16% en 2004. No obstante, este porcentaje se mantiene aún por debajo de la media europea, que ronda el 24%.

Tradicionalmente, el desarrollo del mercado español de gas natural ha estado condicionado por la escasísima producción de origen nacional y por la situación geográfica de nuestro país, muy alejado de los yacimientos situados en el Mar del Norte y Rusia, de los que se abastecen una buena parte de los países europeos a través de gasoductos. Sin embargo, las posibilidades que ofrece el transporte de gas natural licuado (GNL) mediante buques metaneros, la construcción de nuevas infraestructuras y la aparición de nuevos operadores en el mercado español, gracias a la liberalización del sector, han hecho posible que, a pesar de las limitaciones señaladas, nuestro país pueda empezar a acercarse a los valores medios de la Unión Europea.

Durante los últimos años, la demanda de gas natural proveniente del sector eléctrico ha experimentado un crecimiento muy notable, con aumentos cercanos al 30% en 2002 y 2003, y de más del 65% en 2004 y 2005. Mientras, la demanda del resto de consumidores (el llamado mercado convencional) ha crecido a tasas más bajas (entre el 5% y el 9%).

De este modo, la generación de electricidad mediante ciclos combinados se ha convertido en el principal motor de la expansión del consumo de gas, en el que la demanda de esas plantas ha llegado a alcanzar una participación del 40% en los meses de verano, y de casi el 30% en los meses de invierno. Teniendo en cuenta que se espera la incorporación de un gran número de ciclos combinados a lo largo de los próximos años, parece indudable que la demanda proveniente del sector eléctrico continuará desempeñando dicha función.

Al mismo tiempo, el hecho de que la generación de electricidad sea cada vez más dependiente del gas fortalece el vínculo entre la seguridad de los aprovisionamientos de gas natural y la seguridad del suministro eléctrico. Las previsiones de las que disponemos confirman que la producción mediante ciclos combinados será imprescindible para atender la demanda de electricidad, incluso aunque ésta experimente un crecimiento moderado y se renuncie a mantener el margen de cobertura mínimo deseable (10%).

Actualmente, la mitad de los aprovisionamientos de gas natural que se reciben en el mercado español llega de Argelia, mientras que algo menos del 20% viene de los países del golfo Pérsico, el 17% se transporta desde Nigeria y el resto tiene su origen en países como Noruega y Trinidad y Tobago. Algo más de un tercio de todos los abastecimientos se recibe en forma gaseosa, fundamentalmente a través del gasoducto de El Magreb, mientras que el resto llega en forma de GNL. En otros países se puede hacer frente a la variabilidad de la demanda con la producción nacional o almacenamientos subterráneos, pero ello no es posible en España, y ante las limitaciones de la interconexión entre Europa y Argelia, frecuentemente saturada por los contratos en vigor, no queda más remedio que acudir al GNL.

Recurrir al GNL transportado mediante buques metaneros permite disponer de más aprovisionamientos, ayuda a diversificar su origen y sirve para aprovechar el creciente desarrollo de los mercados internacionales. Pero también conlleva riesgos, como resultado de las restricciones que todavía existen en esos mercados o de las operaciones de arbitraje, que pueden perjudicar a los consumidores españoles si dan lugar a una situación de desabastecimiento.

Los medios de comunicación se han hecho eco de que, en varias ocasiones, algunos buques metaneros que se dirigían hacia nuestro país han alterado su rumbo, desviándose hacia otras zonas del planeta para rentabilizar al máximo su cargamento. En estos casos, la fragilidad de nuestro sistema de aprovisionamiento de gas se acentúa, pues carecemos de suficientes infraestructuras de almacenamiento para no tener que preocuparnos por ese tipo de incidencias.

Ante el creciente peso del gas en la generación de energía eléctrica, el problema es que una hipotética situación de falta de abastecimiento no perjudicaría solamente a los demandantes de ese combustible, sino que podría llegar a afectar a todos los consumidores de electricidad.

Por tanto, parece adecuado que las autoridades adopten medidas destinadas a garantizar los aprovisionamientos de gas y mejorar la coordinación entre los sectores eléctrico y gasista. Es más: como se puso de manifiesto en la última reunión de jefes de Estado y de Gobierno de los Veinticinco, celebrada en Bruselas, sería conveniente que la UE contase con una estrategia energética conjunta, capaz de asegurar el acceso a las fuentes de energía provenientes del exterior, que representan la mitad del consumo de energía primaria de la UE (casi el 80%, en el caso de España).

Sin embargo, mientras los mercados energéticos de los Veinticinco carezcan de las interconexiones necesarias, presenten distintos niveles de dependencia energética y se encuentren en diferentes fases del proceso de liberalización, sin que exista una política energética común que facilite el acceso a los aprovisionamientos requeridos, no se debería censurar las actuaciones emprendidas por las autoridades nacionales con el fin de asegurar el abastecimiento de los mercados. Además, la existencia de empresas energéticas transeuropeas tampoco garantiza, por sí sola, la consecución de ese objetivo.

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