Invertir en fútbol, una jugada arriesgada
Los clubes despuntan en los mercados por el interés de los grandes inversores, pero son títulos muy volátiles para el particular
Los clubes de fútbol están de moda entre los grandes tiburones financieros. A las ya conocidas compras del Manchester United (recientemente excluido de Bolsa), Chelsea y Parma por Malcom Glazer, Roman Abramovich y Lorenzo Sanz (aún abierta), respectivamente, se han unido en el último mes nuevos nombres. Juan Villalonga, junto a otros socios, mantiene negociaciones con los propietarios del Liverpool para hacerse con el club de Anfield por más de 60 millones de euros. George Soros comparte afición con el ex presidente de Telefónica. El multimillonario y filántropo, famoso por echar a la libra del sistema monetario europeo en los noventa, ha adquirido el 21% del Galatasaray turco. Además, un consorcio formado por varios grupos de capital riesgo y Morgan Stanley le ha comprado a Vivendi el Paris Saint-Germain por 41 millones.
Este aluvión de operaciones ha provocado que las acciones de muchos clubes se disparen ante la previsión de que los movimientos corporativos continúen. En Europa cotizan en Bolsa 28 equipos, incluidos dentro del Dow Jones Stoxx Football (ver infografía). Este índice sube en los últimos 12 meses un 44,33% mientras que el Euro Stoxx 50, el principal indicador bursátil del área euro, gana sólo un 31,5% en este periodo de tiempo.
Aunque el fervor especulativo pueda atraer a los inversores hacia estos valores, los expertos recomiendan cautela, ya que los clubes de fútbol son unas empresas bastante peculiares y con numerosos factores de riesgo. 'En nuestra opinión hay dos razones por las que el modelo del mercado de valores no es apropiado para los equipos', indica Matthew Halt, analista del Football Governance Research. 'El primer argumento es que los clubes de fútbol tienen, además de los objetivos comerciales de cualquier empresa, objetivos deportivos, lo que explica su tendencia a invertir casi todos sus ingresos en los salarios de los jugadores. El segundo factor es que mientras el modelo bursátil prioriza el interés de los accionistas, los clubes tienen, además de éstos, otra clase de propietarios. Por ejemplo, los equipos están sometidos a la regulación de las autoridades futbolísticas y de los Ayuntamientos, muchos de los cuales son propietarios de los estadios donde juegan', añade Halt en el último informe de este centro de investigación inglés, titulado El estado del juego.
La dependencia de los resultados deportivos es una espada de damocles que pende sobre las acciones de los equipos cotizados. El Sporting de Lisboa es un claro ejemplo. A comienzos de abril sus títulos subieron casi un 14% ya que su triunfo sobre el Vitoria de Guimaraes le acercaba al título de liga. Sin embargo, el pasado 8 de abril perdía en casa ante su mayor rival, el Oporto. Las opciones de ganar la copa se esfumaban y el valor perdía todo lo ganado anteriormente.
'La diferencia entre acabar cuarto o quinto el límite para entrar en la Liga de Campeones, donde los derechos de televisión son más elevados puede devastar las finanzas de un club', sostiene Halt. 'El desfase de facturación en función del resultado deportivo espolea a los clubes a apostar por el éxito. Gastar más en jugadores puede ser una política acertada si llegan los triunfos. Pero si el equipo no logra clasificarse para Europa o desciende puede ser el comienzo de una espiral nefasta: la crisis financiera, al cortarse importantes vías de ingresos, suele ir seguida de la necesidad de vender a los mejores jugadores, algo que a su vez se traduce en malos resultados deportivos', agrega este experto.
Los españoles temen al parqué
La liga española es una de las más fuertes de Europa en el plano deportivo, pero en el aspecto financiero se puede decir que juega todavía en segunda división, ya que ninguno de sus clubes cotiza en Bolsa. El Real Decreto 1251, de 16 de julio de 1999, prohibía la cotización en el mercado de las sociedades anónimas deportivas (SAD) hasta el 1 de enero de 2002. El objetivo de este veto era establecer un periodo de transición durante el cual los equipos saneasen sus balances y modernizasen su gestión.
Sin embargo, han pasado más de cuatro años desde el fin de esta moratoria y ningún club se ha decidido a dar el salto al parqué. 'Y no creo que veamos ningún estreno en mucho tiempo porque los únicos que podrían cotizar por tamaño y estructura, Real Madrid y Barcelona no pueden hacerlo', señala José Luis Fernández de Valderrama, catedrático de economía financiera y vicepresidente del Instituto Español de Analistas Financieros. Merengues y culés aun conservan, junto con Osasuna y Athletic de Bilbao, el estatuto de clubes de fútbol y deberían convertirse en SAD y esperar unos tres años para poder cotizar.
'Yo nunca invertiría en clubes de fútbol porque no buscan la rentabilidad económica. El Real Madrid, que según Deloitte es el club más rico del mundo con unos ingresos de 275 millones, apenas gana seis millones', argumenta Fernández de Valderrama.
Un fondo para descubrir galácticos
El principal activo de los clubes de fútbol son los futbolistas y por sus derechos se llegan a pagar cifras millonarias. Aunque el mercado de traspasos se ha desacelerado un poco con respecto al pico que alcanzó a finales del siglo pasado, cuando los derechos de televisión llenaron los bolsillos de muchos equipos, lo cierto es que se siguen pagando cifras mareantes por muchos fichajes de futbolistas.Este nicho de negocio empieza a ser explotado por algunas empresas. Así, el pasado mes de diciembre Agency Sports & Entertainment, presidida por el ex vicepresidente del Barça Gabriel Masfurroll, GBS Finanzas, empresa de servicios de inversión dirigida por Juan Antonio Samaranch -hijo del ex presidente del COI- y la empresa portuguesa Ibersá, crearon el primer fondo de capital riesgo regulado para invertir en futbolistas.El fondo se denomina Top Goal y su filosofía es aprovecharse de los derechos de traspaso o imagen de los jugadores de fútbol. Dirigido a inversores institucionales o particulares con aportaciones superiores a 150.000 euros, tiene como objetivo alcanzar 50 millones de euros y lograr una rentabilidad media anual del 25%.La estrategia de esta clase de productos (Portugal es el país pionero pero sus fondos están domiciliados en paraísos fiscales) es buscar jóvenes promesas, con una edad comprendida entre los 16 y los 23 años, con la filosofía de que con el tiempo despuntarán y cambiarán de club con las consiguientes plusvalías por sus traspasos.En el caso del fondo Top Goal nunca poseerá más del 50% de los derechos de un jugador. Los clubes podrán acudir a este instrumento para comprar o vender derechos. La selección de jugadores se apoya en un estudio de su estado físico y personal para garantizar un perfil deportivo capaz de triunfar dentro de un mundo tan competitivo como el del fútbol.