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A fondo

Eon, el 'vampiro' de Düsseldorf

Como la vieja película del gran director de cine alemán Fritz Lang, la batalla energética que se libra en España desde hace medio año, amenaza con convertirse en una historia de humor negro tras la irrupción de Eon en el campo de batalla. Como el solitario personaje de Lang, M, que sembró el pánico en las calles de Düsseldorf, sede de la eléctrica alemana, también la opa cruzada de ésta sobre Endesa hizo recorrer un escalofrío por la espina dorsal de Gobierno español y otros sectores que ven peligrar la españolidad de la primera eléctrica del país. El temor no es para menos si se ponen en comparación las ofertas que, por el momento, están encima de la mesa: Gas Natural ofrece 21,3 euros por acción y Eon, que fue invitado por los administradores de Endesa a superar la oferta, pagará 27,5 euros. El Gobierno español ha reaccionado buscando resquicios legales para proteger a Endesa, pero también al resto de las eléctricas españolas, especialmente a Iberdrola, cuya vulnerabilidad es, si cabe, mayor.

La decisión del Ejecutivo, vía real decreto ley, de ampliar la potestad de la CNE para analizar la toma de participaciones en empresas energéticas, le ha valido las críticas de la Comisión Europea que lucha, con más voluntad que acierto, por crear un mercado único de la energía. Empresas y Gobiernos europeos vienen jugando desde hace varios años al juego del mercado y la liberalización, una máscara tras la que se esconde el rostro proteccionista del que ningún país comunitario, salvo Reino Unido, se libra.

La protección se expresa de muchas maneras y los datos hablan por sí solos. En la mayoría de los casos, las grandes compañías eléctricas europeas mantienen participación pública: la francesa EDF, el 85%; la italiana Enel, un 30%; la portuguesa EDP, un 21% y las alemanas RWE, con un 31% y Eon, con un 2,5% del Estado de Baviera y un porcentaje no determinado de varios ayuntamientos. En el caso de España, Endesa, que fue una compañía pública hasta su privatización por el Gobierno del PP, al Estado sólo le queda un 3% a través de la SEPI.

La empresas gozan de gran liquidez y algunas, como la eléctrica alemana, han caído en la tentación y han roto el acuerdo tácito que rige entre las grandes europeas de 'no tocar al incumbente'

En este sentido, ni que decir tiene la situación de las energéticas de los Países del Este, todas ellas estatales, aunque muchas sometidas a procesos de privatización parcial. O la de otros pequeños países, como Grecia, en el que reina el monopolio. El Gobierno griego dio marcha atrás a la venta, a punto de cerrarse, de su gasística pública, Deva, a Gas Natural.

Y por si fuera poco el cobijo de tener en el consejo de administración a los representantes de los respectivos Gobiernos, algunas eléctricas europeas gozan todavía de golden share o acción de oro (derecho de veto que se reservan los Gobiernos frente a las incursiones de empresas extranjeras). En esta situación se encuentra, por ejemplo, Enel, sobre la que el Gobierno italiano mantiene un derecho especial, y la propia Eon. Según datos de la CE, todavía quedan en los países miembros un centenar de golden share, sobre todo, entre las utilities. En España, la de Endesa, aunque está vigente, está a punto de ser derogada.

Con las trabas antes referidas sería imposible comprar alguna de las grandes energéticas europeas, pese a la liquidez de la que disfrutan los mercados. Descontada la posibilidad de control, la siguiente pregunta es ¿qué ocurre con los mercados locales? ¿Se puede acceder a ellos? Más allá de la protección generalizada a sus incumbentes (principal operadores de cada mercado), los Gobiernos europeos han ido aplicando, muchas veces a regañadientes, una política de liberalización basada en la separación de la gestión de las redes de transporte y la distribución de las actividades en competencia, como la generación. La ruptura de la división vertical de los grandes grupos energéticos, muchos de ellos herederos de los antiguos monopolios, no ha resultado muy efectiva y la comercialización por parte de compañías independientes también ha dado pocos frutos, pese a que cualquier pequeño triunfo se ha querido magnificar. Las reiteradas denuncias de la CE y las cuotas de mercado que mantienen las grandes (ver gráfico), así lo confirmarían.

Ante la propuesta de Bruselas: 'debemos crear un mercado único de la energía', Gobiernos y empresas parecen responder: 'sí, pero primero, los demás'. En Reino Unido, el único mercado al que se puede calificar de abierto, varias compañías han pasado a manos de grupos centroeuropeos: Powergen, a Eon; Thames Water, a RWE y London Electricity, a EDF. Pero los británicos parecen haber cerrado la veda al capital alemán al frustrar la compra de Scottish Power por la propia Eon.

Al amparo del principio de reciprocidad que Bruselas ha querido fomentar, todos los países han abierto las puertas para permitir la entrada a sus vecinos competidores, aunque, eso sí, sólo hasta el portal. Este es el caso de Italia y España (Enel compró Viesgo al tiempo que Endesa se hizo con Elettrogen, ambas pequeñas). En otros casos, la reciprocidad no se ha cumplido y el país afectado la sigue reclamando: España a Portugal (EDP compró Hidrocantábrico, pero ninguna española logra prosperar en el mercado luso) o Italia a Francia, después de que EDF se hiciera con un 18% de la tercera italiana, Edison. El malestar por este desequilibrio se ha agudizado en el Gobierno italiano, que proclamó ayer 'la muerte de la UE', tras conocer la decisión francesa de fusionar Gaz de France con Suez, empresa ésta a la que aspiraba Enel.

Porque, finalmente, las pequeñas incursiones que se han producido hasta ahora son meramente testimoniales: la filial de Endesa en Francia, sólo supone un 5% del mercado (el 95% lo tiene el gigante EDF, cuyo parque nuclear de 59 plantas hace imposible cualquier privatización).

Pero las empresas gozan de gran liquidez y, en medio de la esquizofrenia en la que se mueve el sector energéticos, entre la libertad de mercado y un supuesto carácter estratégico, algunas han vencido a la tentación de echar la zarpa a la presa, pese al acuerdo tácito de no tocar al incumbente sin el consentimiento del Gobierno local que es quien, a la postre, fija la regulación de su mercado. Este ha sido el caso de Eon, una empresa privada cuya opa por Endesa fue comunicada, curiosamente, por la primera ministra alemana, Angela Merkel, al presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero.

Un ejemplo de respeto a las reglas tácitas ha sido el de Enel. 'El Gobierno italiano, a la vista de que el español apoya la opa de Gas Natural, no ha querido interferir, aunque no por falta de interés', señalan en el grupo.

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