_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Adiós, Mr. Greenspan

Carlos Sebastián

Alan Greenspan cesa mañana como presidente de la Reserva Federal. De su mandato hay varios datos objetivos que son destacables. En primer lugar que ha sido muy largo (más de 18 años) y en segundo que a lo largo de él, el señor Greenspan se ha convertido en una figura mediática de gran prestigio.

Que un gobernador de un banco central, el del país más poderoso, sea una figura mediática es, en buena medida, una perversión. Especialmente si se ha creado de él una imagen de gran gurú. 'Mi asesor me dice que no me salga de Bolsa porque Greenspan ha dicho…', me ha consultado más de una vez algún pequeño ahorrador, que cometía el doble error de considerar a Greenspan como un gurú y de fiarse de mi criterio. Un banco central, y por tanto su gobernador, tienen que ser los garantes de la estabilidad de precios y de la estabilidad financiera y, por tanto, su papel es radicalmente distinto al de ilustrar a la sociedad sobre cómo va a ser el futuro de la economía y de los mercados (que sería el rol de un gurú).

Aún no es el momento de valorar la gestión del señor Greenspan como presidente de la Reserva Federal. Especialmente porque su política es parcialmente responsable de los graves desequilibrios que tiene la economía americana, cuyas consecuencias son aún inciertas.

Que el gobernador del banco central del país más poderoso del mundo sea una figura mediática es, en buena medida, una perversión

La pretensión de poner en su haber el alto crecimiento que ha registrado la economía de EE UU en los últimos 12 años no es en absoluto legítima. Ya sabemos que una mala política monetaria puede causar serios problemas a la evolución de una economía, pero que una buena política monetaria, por sí misma, no es causa de crecimiento.

En el haber de la gestión del señor Greenspan sí que podría estar el hecho de que las dos recesiones que ha vivido (la de 1990-1991 y la de 2001), han sido suaves, muy especialmente la segunda. Pero ese elemento en su activo tendría que ser neteado con algo que está en su pasivo, por el momento en forma de incertidumbre: los graves desequilibrios internos que ha creado su política destinada a suavizar la recesión de 2001.

Cuando en los próximos trimestres (o en unos pocos años) vivamos las consecuencias de esos desequilibrios podremos estimar el valor del saldo neto de la gestión de Greenspan. La persistencia de un ahorro negativo de las familias acompañado de un incremento de las tenencias de activos de esas mismas familias significa que su salud financiera se ha ido resquebrajando seriamente. Ese proceso ha sido impulsado por el largo periodo de (muy) bajos tipos de interés y por la revalorización de los activos propiedad de las familias.

El señor Greenspan ha tenido muy mala relación con los mercados de activos. No sé si él personalmente, pero sí su política y sus manifestaciones públicas. Pese a su famosa (y acertada) frase sobre la 'exuberancia irracional', contribuyó a la burbuja bursátil que explotó en el año 2000. Lo hizo con su política monetaria, sus bajos tipos de interés, y, también, con sus declaraciones. Al poner tanto énfasis en la importancia de las nuevas tecnologías de información como causantes del rápido crecimiento de finales de los noventa, alimentó la quimera de la Nueva Economía que legitimaba esas valoraciones bursátiles absurdas.

Y su política monetaria posterior a la minirrecesión de 2001 ha contribuido poderosamente a la burbuja inmobiliaria. El enorme crecimiento de liquidez no se ha traducido en mayor inflación de bienes de consumo, pero sí en inflación de activos. Y la explosión de una burbuja en el mercado de la vivienda puede tener efectos mucho más devastadores que cuando lo hace una burbuja en el mercado de acciones. Y no sólo porque puede afectar a mucha más gente con propensión más alta a consumir, sino también porque en el caso de las acciones las familias pueden aumentar su gasto sin endeudarse (vendiendo parte de sus acciones revalorizadas) durante el proceso de crecimiento de sus precios, mientras que en el caso de los inmuebles las familias aumentan su gasto con más endeudamiento soportado por el mayor valor de sus inmuebles. La explosión de una burbuja inmobiliaria no sólo afectará más al consumo, sino que tiene más probabilidad de afectar a los flujos de crédito, lo que agravaría notablemente la crisis económica.

Deseo fervientemente que, al final, el saldo neto de la gestión del señor Greenspan sea positivo. Lo contrario significaría que tendríamos en un futuro no muy lejano una severa recesión en EE UU, lo que nos afectaría a todos. Adieu, Mr. Greenspan.

Archivado En

_
_