El negocio de medios de pago debe reaccionar
Desde hace años se venía observando una creciente controversia sobre las tasas de intercambio, complejo sistema de cobro de comisiones que las instituciones financieras han venido aplicando a los comercios en las transacciones que realizan con tarjetas, tanto de crédito como de débito, para después repartir una parte de las mismas con el banco emisor de la tarjeta.
Las instituciones financieras han firmado un acuerdo con las principales asociaciones representativas de los comercios españoles, bajo el auspicio del Ministerio de Industria. De esta manera han resuelto la incertidumbre que acompañaba al futuro fallo definitivo de los tribunales sobre la reciente resolución del Tribunal de Defensa de la Competencia (TDC) del 11 de abril. El acuerdo contempla finalmente que el impacto sobre las instituciones financieras españolas se producirá en un plazo de tres años y permite olvidar por completo las posibles reclamaciones retroactivas contra ellas.
Si en ese contexto se definiera un escenario para 2008 muy semejante al del reciente acuerdo, en el que las tasas de intercambio llegaran a ser el 0,5% para las transacciones realizadas con tarjetas de crédito y un 0,3% para las de las tarjetas de débito (que equivale a 0,15 euros para una transacción media de 50 euros), llegaríamos a conclusiones ciertamente preocupantes para el negocio de medios de pago.
En términos generales podemos estimar que los bancos y cajas españolas sufrirán una pérdida de 25 euros anuales por tarjeta activa aproximadamente, y sólo considerando las tarjetas de crédito, la pérdida será entre 20 y 40 euros anuales por tarjeta activa. Si tenemos en cuenta que un negocio de medios de pago puede generar en la actualidad una rentabilidad entre 60 y 80 euros anuales por tarjeta activa en las instituciones españolas más eficientes, no es difícil concluir que el acuerdo recién firmado puede llegar a suponer, en ese plazo acordado de tres años, más de un tercio de los beneficios del negocio de medios de pago de una entidad. Evidentemente el impacto negativo global en la entidad será algo menor por los efectos cruzados con los negocios de adquirencia.
Estamos seguros de que las entidades financieras españolas ya llevan mucho tiempo tratando de ajustar sus costes de los distintos programas de tarjetas en el mercado y que implantarán innovaciones tecnológicas que permitirán hacer más eficientes sus operaciones y, consecuentemente, recuperar una parte de esas pérdidas por menores tasas de intercambio.
Sin embargo, también es cierto que esperamos que otras fuentes tradicionales de ingresos, como las comisiones anuales de las tarjetas, sean cada vez más difíciles de mantener y que la tendencia observada en otros países hacia su desaparición también se llegue a dar en España.
Con esta previsible evolución, y de no modificarse significativamente los ingresos por intereses y mantenerse los ingresos secundarios del negocio (como alquiler de TPV, por ejemplo), podríamos esbozar una cuenta de resultados que en cinco años fuera el 45% o 50% de la que hoy en día tienen los negocios de medios de pago de las entidades españolas.
Como consecuencia de todo ello, a los responsables de los negocios de medios de pago de las instituciones financieras españolas no les queda más remedio que completar la recuperación de sus niveles actuales de rentabilidad mediante la adopción de otras estrategias de mejora de sus ingresos (Revenue Enhancement) que solamente son capaces de ofrecer muy pocas firmas de consultoría en el mundo, especializadas en arañar rentabilidad a la cuenta de resultados de los distintos negocios de banca de retailing, y que son capaces de materializar impactos en el mercado español de 15 a 25 euros anuales adicionales por tarjeta de crédito activa.
Estas magnitudes no permitirán recuperar por completo la pérdida generada por la nueva estructura de tasas de intercambio. Sin embargo, en un periodo de seis meses de media, la mayor parte de las nuevas estrategias que permiten las mencionadas mejoras de rentabilidad podrían estar implantadas y, junto con las aludidas de tipo tecnológico y de reducción de costes, sí harían posible recuperar una parte muy significativa de la rentabilidad que ahora se espera perder.