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Tribuna
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La Teoría de Juegos, veterana en los Nobel

La Real Academia Sueca de la Ciencias entrega mañana el Nobel por segunda vez en poco más de una década a la investigación en Teoría de los Juegos. En esta ocasión, la Academia premia a Robert Aumann y a Thomas Schelling por su contribución a una mejor comprensión de las situaciones de conflicto y cooperación.

Las biografías y trabajos de estos investigadores son muy diferentes. Aumann es considerado uno de los fundadores de la disciplina, que él mismo define como el estudio de la interacción entre agentes (individuos, empresas, Gobiernos…) racionales. Sus aportaciones son de naturaleza teórica e incluyen no sólo innovaciones conceptuales, sino también técnicas matemáticas. Las aplicaciones de sus trabajos cubren un amplio espectro, aunque no son inmediatas. El propio Aumann confiesa su fascinación ante problemas de sencillo enunciado, gran dificultad técnica y completa inutilidad, aunque para su sorpresa, hasta los problemas más abstractos sobre Teoría de los Nudos en los que trabajó en su juventud tienen aplicaciones prácticas en biología molecular. Como fundador del Centro para el Estudio de la Racionalidad de la Universidad Hebrea de Jerusalén, el centro de investigación multidisciplinar en que trabaja, Aumann es un activo divulgador de las aplicaciones de la Teoría de los Juegos a la economía, la ciencia política, la psicología, la biología, la informática y otras disciplinas.

Schelling es un pensador original. Sus trabajos, centrados en el análisis de conflictos, aunque de escaso contenido técnico, revelan efectos contraintuitivos de aspectos como el autocontrol, la adicción o la dependencia histórica. Sus conclusiones tienen aplicaciones a temas tan variados como la carrera de armamentos, el crimen organizado, la segregación racial y, más recientemente, el cambio climático. Schelling es visto a menudo como un heterodoxo, más por la elección de temas de investigación que por sus métodos (en esto, como Aumann, postula la racionalidad del comportamiento de los agentes). Sus trabajos son muy conocidos, además de en las ciencias sociales y en la psicología, en los medios diplomáticos, donde ha desarrollado parte de su carrera profesional -trabajó en el Plan Marshall (1948-1950) y, posteriormente, en el gabinete del presidente de EE UU (1951-1953)-.

Ambos colaboraron con la Rand Corporation, responsable del análisis estratégico de la Guerra Fría. En esta institución se desarrolló la estrategia de la disuasión, que postulaba el desarrollo de un sistema de contraataque nuclear automatizado como medio para evitar la guerra total. El análisis en que se basaba esta estrategia -que caricaturizó magistralmente Stanley Kubrick en su película Dr. Strangelove (¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú)- ilustra el efecto beneficioso que en ocasiones tiene la eliminación de algunas opciones disponibles: una respuesta nuclear a una agresión nuclear puede resultar en la destrucción total, lo que, a su vez, implica que ésta puede no ser la mejor opción. Esta ventaja del agresor compromete el efecto disuasorio del armamento nuclear. La idea es sencilla y, de hecho, la historia y la literatura ofrecen ejemplos claros, como la decisión de Hernán Cortés de quemar sus naves o la de Ulises de atarse al mástil de su barco para oír el canto de las sirenas. Sin embargo, identificar este fenómeno en un problema concreto requiere un análisis sutil.

En su comunicado de prensa, la Academia resalta que Aumann y Schelling han contribuido a explicar por qué algunos grupos de individuos, organizaciones o países consiguen promover la cooperación mientras otros sufren situaciones de conflicto. La idea clave descansa en si las relaciones entre agentes son de naturaleza sostenida (de largo plazo) o instantáneas (de corto plazo). Aumann introduce un modelo formal en el que estudiar estas ideas y muestra que la cooperación puede sostenerse más fácilmente cuando las relaciones son de largo plazo. Una conclusión más sutil de sus trabajos, que no menciona la Academia, es que en una relación sostenida del uso de información privada de una de las partes conlleva su revelación. Schelling, por su parte, descubre el valor estratégico de la delegación.

Estos conceptos tienen aplicaciones también al ámbito empresarial. Los trabajos de Aumann muestran, por ejemplo, cómo las empresas de una industria pueden sustentar precios colusivos, coordinando tácitamente sus acciones, cuando interactúan repetidamente. Las ventajas de la delegación se han estudiado profusamente en la teoría de la agencia y son el fundamento de prácticas contractuales comunes, como las stock options.

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