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Debate abierto
Tribuna
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Riesgos para la salud financiera de los hogares

En los últimos meses se viene hablado con insistencia de los preocupantes desequilibrios que presenta la economía española: el persistente diferencial de inflación con el resto de la Unión Europea y el creciente déficit comercial. Pero poco se dice de los elevados niveles de endeudamiento a los que están llegando las familias españolas. Según datos recientes del Banco de España, en el segundo trimestre de este año, se incrementó en un 18% con respecto al mismo periodo del año anterior, y ya equivale al 77,4% de nuestro PIB.

Son varias las razones que están provocando este incremento de las deudas de los hogares españoles. En primer lugar, la sustancial mejora del empleo y la percepción generalizada de que disfrutamos de una buena situación económica -en ese sentido, nada mejor que comparar las tasas de crecimiento que venimos experimentando con las del resto de la Unión- no hacen sino mejorar la confianza de los consumidores, algo imprescindible para que se tomen decisiones de compra de vivienda o de bienes de consumo duraderos.

En segundo lugar, las facilidades para endeudarse, motivadas por una situación de los tipos de interés sin precedentes en la economía española, han permitido a muchas familias financiar a muy bajo coste la adquisición de viviendas o de bienes de consumo como por ejemplo automóviles. En este ámbito también han jugado un papel destacado las instituciones financieras, que se han volcado en la financiación de viviendas (en muchos casos alargando los plazos de amortización), y de bienes y servicios de consumo.

Pero si estas razones han provocado una mayor capacidad de endeudamiento por parte de las familias españolas, y esta mayor capacidad es la que está sosteniendo en gran medida la fortaleza de la demanda interna, con los efectos positivos que ello conlleva, no hay que olvidar que está generando también efectos claramente negativos.

El más destacado es el encarecimiento del precio de la vivienda. Es difícil explicar el considerable aumento que el precio de la vivienda viene experimentando en España en los últimos años sin la confluencia de los factores antes descritos. Y si bien esto se traduce en un incremento de la riqueza de las familias propietarias, está provocando que aquellos que desean adquirir su primera vivienda y sólo poseen rentas de trabajo, se encuentren con grandes dificultades.

Por otra parte, la fortaleza del consumo, en la que el endeudamiento familiar también tiene mucho que ver, está muy relacionada con el mantenimiento de unas tasas de inflación elevadas, y con nuestro desequilibrio comercial. Sin esa fortaleza del consumo interno, sería difícil que las importaciones que realiza España vinieran creciendo en los últimos años a tasas de dos dígitos.

Aparte de estos efectos directos sobre nuestros principales desequilibrios, hay otros riesgos latentes que podrían tener importantes consecuencias. El más claro vendría motivado por la elevación de los tipos de interés por el BCE.

Si esto ocurriera, y todo indica que ocurrirá de forma inminente, nos encontraremos con que el esfuerzo financiero que las familias tendrán que hacer para pagar sus hipotecas se incrementará, al estar la mayor parte de ellas a tipos de interés variables. En principio, parece que el impacto será más psicológico que real, pues una subida de 25 o 50 puntos básicos a medio plazo, no provocará un quebranto importante en la salud financiera de los hogares. Pero si estas subidas fuesen mayores, muchas familias que ya tiene ciertas dificultades para llegar a fin de mes, se encontrarían en apuros más serios. De momento no parece factible que dejaran de pagar sus créditos, -por otra parte, las tasas de morosidad que tiene la banca están en mínimos-, pero sí que está claro que muchas de ellas se verían abocadas a moderar su consumo. Y no conviene olvidar que el encarecimiento de los carburantes ya está haciendo mella en el bolsillo de los españoles y seguramente lo hará más, en la medida que empiece a provocar incrementos de precios de otros bienes y servicios.

Es ahí donde puede aparecer un problema serio. Si la subida de tipos de interés provocara una fuerte caída del consumo privado, puede que la creación de empleo se resintiese y, lo que sería mucho peor, que el paro comenzara a incrementarse de forma significativa. Entonces sí que nos encontraríamos con familias que tendrían muchas dificultades para hacer frente al pago de sus créditos, al quedarse uno de sus miembros sin empleo.

A medio plazo parece un escenario improbable, pero no deja de ser un riesgo latente para nuestra economía. Sería por tanto mucho más deseable una desaceleración del precio de la vivienda, que frenase el incremento del endeudamiento familiar, y una moderación del consumo privado, que ayudara a reducir nuestro diferencial de inflación. Y puestos a pedir, que la moderación en la demanda interna, fuera compensada con un incremento de nuestras exportaciones para ayudar a corregir nuestro déficit exterior.

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