_
_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Liberalización eléctrica teórica sin mercado real

Son ya más de siete años de liberalización eléctrica en España. Y la realidad es que las cosas no han cambiado mucho para los consumidores. La liberalización debería significar la existencia de una serie de medidas y leyes que permitan la aparición de un entorno competitivo, un mercado donde los consumidores tengan más y mejores oportunidades de elección.

La liberalización eléctrica ha ido progresando, diseñándose leyes y reglamentos que posibilitan la competencia. Sobre el papel, el plan era ambicioso, pero la praxis ha sido distinta. Valgan los siguientes ejemplos:

La separación de las actividades de negocio (generación, distribución, comercialización) es clave para que no pueda haber interferencias, subsidios o trasvases de información. No se ha conseguido una separación efectiva.

Hoy sólo se pueden ofertar contratos de suministro eléctrico a consumidores incurriendo en dumping

El acceso de información sobre clientes, para algo tan básico como la elaboración de precios, ha sido inexistente.

El proceso de transferencia del mercado regulado (tarifa) al mercado libre ha sido lento y costoso.

Los precios de la electricidad al por mayor son calculados en un mercado marginalista, donde altos grados de concentración permiten que los precios se puedan manipular.

El diseño de la tarifa eléctrica ha sido realizado de forma que el paso de ciertos segmentos de clientes al mercado libre sólo es posible incurriéndose en pérdidas por parte de las comercializadoras. Es el caso de los usuarios con tarifa 2.0 (la tarifa doméstica, unos 21 millones de clientes).

La existencia o no de un mercado real no es más que la implementación, real o no, de la liberalización prevista en las leyes. Hasta enero de 2005, la liberalización había permitido la existencia de cierta actividad de mercado, focalizada en algunos segmentos. Recalco: cierta actividad, ya que por ejemplo, sólo el espíritu competitivo de compañías comercializadoras fue lo que las llevó a lanzarse a un mercado donde cuatro días antes de su apertura se desconocían los parámetros clave para poder establecer el precio para las ofertas, y aún hoy las variables de consumo de los clientes. En este ambiente, la única forma de hacer una oferta era, y es, literalmente tocar a la puerta, explicar al cliente qué es la liberalización eléctrica, explicarle cuáles son sus derechos y una vez conseguido, pedirle la copia de 12 facturas. ¡Toda una cruzada!

Desde enero de 2005 estos problemas descritos han pasado a un segundo plano. Otra circunstancia se ha convertido en la clave que ha supuesto la desaparición de la modesta actividad de mercado. Los precios de la electricidad al por mayor (precio del pool-OMEL) han subido un 75% de un día para otro, en concreto, de la última semana de diciembre de 2004 a la primera semana de enero de 2005, y han permanecido en esos niveles.

Esto ha llevado a que los precios que puedan ofrecer las comercializadoras a los clientes finales sean superiores a la tarifa del mercado regulado. Lógicamente, los consumidores optan por volver al refugio de la tarifa, eliminando toda posibilidad de existencia del mercado. La primera derivada es que todos los consumidores o no dejan la tarifa o vuelven a ella; la segunda es el nacimiento de un déficit debido al sobrecoste de adquisición de electricidad respecto al coste implícito en la tarifa. Déficit igualmente sufrido por distribuidoras (déficit de tarifa) y por comercializadoras (déficit de comercialización).

En resumen: hoy por hoy no se pueden ofertar contratos de suministro eléctrico a consumidores a no ser que se incurra en dumping. Es decir, vender por debajo de coste. Existe una liberalización teórica nacida a raíz de la Ley del Sector Eléctrico 54/97 pero no hay un mercado real ya que los consumidores no tienen capacidad de elección. No importa si entra en funcionamiento Vandellós (1.000 MW), o nuevos ciclos combinados, o más capacidad eólica, o si en agosto la demanda de los consumidores baja sustancialmente, o si el precio del petróleo da señales de relajamiento… el precio de la electricidad en España permanece inalterable: elevadísimo.

La mala noticia es que si no lo soluciona alguien (implementación del Libro Blanco, el Gobierno, el regulador, o todos ellos) la situación va a seguir igual, como así lo indica el mercado de derivados de electricidad donde el precio de la electricidad para el año 2006 es de 48 euros MWh, cuando el precio implícito en la tarifa es de 33 euros MWh.

Y en medio de esta imprevisible situación, ¿va a mejorar la opa de Gas Natural sobre Endesa la situación de inexistencia de un mercado real? Tal y como está planteada, creo que no.

Archivado En

_
_