'Es geht mir gut' (estoy bien)
Con la frase del titular contestaba lacónicamente la próxima canciller alemana, Angela Merkel, a las preguntas de los periodistas sobre cómo se sentía al convertirse en la nueva líder del país y primera mujer canciller en la historia de Alemania. Esta política analítica y distante tiene ahora en sus manos el destino de la primera potencia de Europa.
Hoy, lunes 17 de octubre, los dos principales grupos políticos alemanes, la coalición Cristiano Demócrata CDU/CSU y el Partido Social Demócrata SPD, iniciaran las negociaciones sobre el programa de gobierno de la grosse Koalition, en la que el SPD ocupara 8 de las 14 carteras, incluyendo las de Exteriores y Finanzas. Se espera que estas negociaciones duren cerca de cuatro semanas, tras las cuales los congresos de los tres partidos deberán aprobar el acuerdo y, si lo ratifican, el Parlamento federal (Bundestag) votará la investidura de Merkel. En caso de que fracasen, o el acuerdo no sea refrendado por los partidos o el Bundestag, habría que recurrir a nuevas elecciones.
El sorprendente resultado electoral que ha dado a la CDU/CSU una ajustada victoria por sólo cuatro escaños fue recibido con pesimismo por los mercados y empresarios. Lo percibieron como el reflejo de un punto muerto político que paralizaría el incipiente proceso de reformas, ya que una gran coalición llevaría a la formación de consensos en torno a acuerdos de mínimos que dificultarían la continuación y profundización del proceso de reformas iniciado por el canciller Gerhard Schröder con la Agenda 2010.
Sin embargo, una gran coalición puede ser justamente lo que Alemania necesita. Por un lado, con sus votos los alemanes han querido mostrar su preferencia por el consenso (der Konsens) y por un proceso de reformas moderado. Las reformas implementadas por Schröder persiguieron fundamentalmente, no tanto la liberalización de los mercados sino la reducción de los beneficios sociales (por ejemplo, las reformas del sistema de bienestar Hartz-IV). El problema fue que estas reformas, duras de por sí, no fueron acompañadas por otras de liberalización de mercados (como los servicios) y se implementaron en un momento de estancamiento económico, creando nuevas incertidumbres y reduciendo el consumo cuando se necesitan políticas de estímulo que fomenten el gasto. Esto ha generado descontento y la percepción de que no han funcionado. El fracaso de estas reformas (al menos en el corto plazo) ha llevado a una paralización del ímpetu reformador y su continuidad no solucionaría los problemas estructurales de la economía alemana (como la rigidez del mercado laboral y los altos costes no-salariales) y generarían aún más descontento y oposición al proceso.
Al mismo tiempo, paradójicamente, una gran coalición puede acelerar y profundizar el proceso de reformas. Alemania tiene una gran tradición de consenso y cooperación entre los grandes partidos que esta bien arraigada en el proceso político. Ambos partidos están unidos por posiciones comunes y hay un consenso histórico sobre las bases del Estado de bienestar. Además, pese a las diferencias en cómo hacerlo, también hay acuerdo sobre la necesidad de reformarlo para hacer frente a los retos demográficos y de la globalización. Incluso se puede argumentar que Alemania ha vivido con una gran coalición informal durante las últimas cinco décadas ya que la inmensa mayoría de las reformas sociales que se han producido han sido acordadas informalmente entre el SPD y la CDU, independientemente de quien estaba en el poder. Por ejemplo, en los últimos dos últimos años el Gobierno del SPD ha necesitado del apoyo de la CDU/CSU dada su mayoría en la Cámara Alta-Bundesrat, y en el 2003 las reformas laborales, y del sistema de pensiones y salud de la Agenda 2010 fueron consensuadas entre los dos grupos.
Será más fácil para los dos grandes partidos acordar reformas sentados alrededor de una mesa de Gobierno que en el marco de la lucha parlamentaria y con las vistas puestas en los réditos electorales. Ya hay señales en esta dirección. En el acuerdo del pasado lunes los tres partidos alcanzaron compromisos para incrementar el gasto en I+D y en ayudas a padres jóvenes, abandonar la idea de descentralizar el sistema de negociación de salarios (que hubiese debilitado a los sindicatos), y renunciar a la propuesta de imponer impuestos por trabajar en domingo y de madrugada.
El éxito de la coalición vendrá marcado, primero, por la habilidad de los principales líderes de construir unas relaciones personales y de trabajo que permitan superar las diferencias existentes y que puedan surgir. Y en segundo lugar, por la capacidad de los tres partidos de consensuar políticas de reformas concretas. Entre los temas que deberán consensuar se incluyen: el futuro del sistema federal, las reducciones de impuestos y subsidios, la consolidación fiscal, y la reforma del Estado de bienestar y del mercado laboral. El futuro de Alemania y del modelo social Europeo esta en juego.