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Tribuna
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La economía, los Presupuestos y el petróleo

La satisfactoria evolución de la economía española no puede ocultar la preocupación por el elevado déficit exterior y la alta inflación. El autor destaca la importancia de que los Presupuestos de 2006 que el Gobierno elabora acierten para mantener la economía en una senda de estabilidad

Al concluir la primera mitad del año el crecimiento del PIB se situó en una tasa interanual del 3,4%; es decir, mostró una suave aceleración respecto al trimestre anterior apoyada fundamentalmente en el consumo privado y en la inversión en capital fijo.

Con todo lo satisfactorias que esas cifras puedan ser -en especial si se comparan con las de las restantes economías de la zona euro-, es difícil ocultar la preocupación derivada del elevado déficit exterior -que detrae 2,6 puntos del PIB- y de la alta tasa de inflación que caracteriza el funcionamiento habitual de nuestra economía, y ante la cual ni el anterior ni el actual Gobierno se han atrevido a tomar las decisiones adecuadas, mejorando el funcionamiento de ciertos mercados que van desde el laboral a no pocos financieros, pasando por los de telecomunicaciones y energía. El resultado es que la economía española se encuentra a la zaga de la liga europea en cuanto a competitividad se refiere.

Pues bien, pasado el ecuador del mes de septiembre el Gobierno se enfrenta a la siempre comprometida tarea de presentar al Parlamento y a la opinión pública la cuantificación de sus orientaciones de política económica, pues eso y no otra cosa debe ser el proyecto de ley de Presupuestos del Estado. Tres grandes factores van a influir necesariamente en su elaboración: dos de ellos es de temer adopten un matiz negativo, el otro, por fortuna, resulta positivo.

Comencemos con este último, puesto que debido a la feliz confluencia del fuerte aumento de los impuestos y el descenso de la carga financiera de la deuda ha sido posible no sólo pagar viejas deudas sino, también, mantener el déficit público en cifras que son la envidia de la mayoría de nuestros socios europeos.

Habrá que advertir, con todo, al Gobierno que de Rey Mago sólo se puede hacer una vez al año y que, por ejemplo, el gasto sanitario es tanto cuestión de ingresos como de contención y racionalización del gasto. Ello me permite enlazar con el primero de los factores de carácter negativo que he anunciado unas líneas antes y que es eminentemente político. Ojalá me equivoque pero la posición parlamentaria del Gobierno de la nación -o sea, la ausencia de mayoría absoluta- le pone en una situación propicia a la puja al alza por parte de los partidos cuyos votos precisa para sacar adelante su Presupuesto, y eso, como es bien sabido, suele salir muy caro, especialmente si los socios de conveniencia son partidos nacionalistas cuyo interés se concentra exclusivamente en allegar fondos para consolidar su clientela en los límites del territorio patrio.

El tercer y último factor condicionante del Presupuesto es estrictamente económico. Las primeras previsiones para 2006 apuntan a un ligero descenso en la tasa de crecimiento del PIB -en torno al 3%- acompañado de una leve mejora en el saldo exterior. La gran incógnita reside en cuál será el comportamiento de los precios que está muy ligado a la evolución del crudo. Caso de mantenerse el precio medio del barril en una banda situada entre los 57 y los 60 dólares y el actual tipo de cambio euro/dólar el incremento medio anual del producto oscilaría entre el 3,3%-3,4%, pero la amenaza reside en que una subida hasta, por ejemplo, los 65 dólares reduciría casi medio punto el crecimiento de nuestro PIB -¡y no digamos nada si la subida ronda los 70 dólares!-.

Y es que, para nuestra desgracia, España es uno de los países europeos que muestra una menor eficiencia en el uso del petróleo, lo cual agrava, dicho sea de paso, nuestra demanda exterior y hace más vulnerable nuestro crecimiento.

Con esta visión global, los próximos Presupuestos adquieren una relevancia que, me temo, no sea tomada suficientemente en consideración. Con ello quiero decir lo siguiente: al haber perdido ese eficacísimo instrumento de política económica que son los tipos de interés -hoy en día en manos del BCE- la política fiscal cobra una importancia enorme. Por lo tanto, el Gobierno debería tener presente la amenaza que para la evolución de la economía supone una fuerte subida del precio del crudo, ya que ello reducirá -lo queremos o no- el crecimiento real de nuestra economía y elevará la tasa de inflación.

Por lo tanto, con una política monetaria que con toda probabilidad seguirá siendo laxa para las condiciones domésticas españolas, los Presupuestos son la única arma eficaz que el Gobierno le queda para mantener nuestra economía en una senda de relativa estabilidad. O dicho de otra manera, una actitud desinteresada respecto a la evolución del déficit constituiría un error imperdonable.

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