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Tribuna
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Entre Europa y Estados Unidos

Angela Merkel puede convertirse en la primera mujer canciller de Alemania. Nacida en la República Democrática Alemana, hija de un pastor luterano, Merkel llegó a mandar a los democristianos del CDU, en alianza con el CSU bávaro. Sobre esa catapulta emblemática del trauma europeo, deberá rellenar el maltrecho liderazgo de la Unión Europea.

De 51 años, con un aire de enfermera y una sonrisa entre irónica y traviesa, sus últimas experiencias califican su carisma como negativo. Pero el estereotipo clásico cuando una mujer se adentra en la política ya la ha etiquetado como una 'dama de hierro'. Deberá demostrar esa condición si consigue la necesaria mayoría absoluta o relativa en el Bundestag.

El tambaleo de los socialdemócratas alemanes del SPD liderados por el actual canciller, Gerhard Shröder, tras la derrota en las elecciones regionales de Renania del Norte/Wesfalia, precipitó esta elección anticipada, crucial para el futuro de Alemania. Resulta también decisoria para UE y la reconducción de las tortuosas relaciones con Estados Unidos.

Alemania está atrapada entre la liberalización del mercado laboral y la resistencia del electorado a perder el Estado de bienestar. Todavía el motor irremplazable de la economía europea, debe encabezar la UE en el mundo, en tándem con Estados Unidos. A medio camino entre una federación y un Estado sui generis, una creación francogermana, la UE, es el único socio fiable de Washington junto a un puñado de países industrializados.

Para que Merkel consiga el cargo probablemente cederá parte del pastel a los liberales. Incluso no se descarta, siempre, naturalmente que la CDU sea el partido mas votado, una gran coalición forjada con el SPD, tal como sucedió por última vez de 1966 al 1969.

Menos probable, pero no imposible a la vista de la imponente capacidad mediática de Shröder, es que el SPD consiguiera sumar suficientes escaños para que, unidos a los que les proporcionarían los logrados por Los Verdes, capturara una mayoría suficiente como en 2002. No es factible un frente popular, la inédita coalición con el Partido de la Izquierda, neófita formación plasmada por los comunistas reciclados del PDS y los socialdemócratas disidentes de Oskar Lafontaine.

Para la estabilidad europea, cualquiera de las dos variantes tradicionales lideradas por socialdemócratas o democristianos son válidas.

Para los intereses de Washington, resultaría más ventajoso el triunfo de Merkel, porque los democristianos presumen de un atlantismo decidido. Con la derrota de Shröder desaparecería su más decidido opositor en el núcleo duro de la UE.

Mientras Chirac está en vías de jubilación, las voces críticas de la 'Vieja Europa' quedarían reducidas a Rodríguez Zapatero, ya en plena senda de recomposición de las relaciones con Washington, y ciertas tendencias neutralistas de los nórdicos.

Pero la alegría mal contenida ante este rosáceo panorama se puede tornar tan fútil como la mal disimulada satisfacción generada por el 'no' de la Constitución. Una Europa liderada por unos sectores partidarios del respaldo a Bush no es exactamente lo que más conviene a los Estados Unidos, bajo la presión en Irak y la vergüenza del Katrina.

La polémica oposición de Merkel al ingreso de Turquía en la UE refleja los mismos sentimientos de los sectores que votaron negativamente contra una UE más federal ante la inmigración incontrolada. Mientras para Bush una Turquía anclada en la UE es una garantía para taponar las grietas en el precario andamiaje del Oriente Próximo, el tema se esfuma en la agenda de una Merkel pragmática.

Los sentimientos nacionalistas viscerales de los sectores conservadores y populistas de Europa no son exactamente lo que más conviene a Bush. De ahí que Merkel, y sobre todo el núcleo liberal que probablemente capture las relaciones exteriores, como en ocasiones del pasado, será más prudente de lo que se colige de erróneas señales actuales.

Recuérdese que el sentimiento crítico antinorteamericano en amplios sectores de la nueva sociedad alemana es una actitud que los propios dirigentes democristianos no saben contrarrestar. Esto se vio bien en 2002 con la mudez con que el anterior candidato conservador, Edmund Stoiber, encaró la decidida campaña de su contrincante socialista. La respuesta, por lo tanto, debe esperar al resultado de las urnas este domingo.

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