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Columna
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¿Pobre Alemania?

Carlos Sebastián

La economía alemana volvió a experimentar un escaso crecimiento en el segundo trimestre del año, y todo apunta a que en el conjunto del ejercicio apenas superará el 1,1%, una tasa tres veces inferior a la que registrará España. Por otra parte, su tasa de paro se encuentra en el 11,6% y el déficit público va a situarse por encima del 3,5% del PIB (frente a un 9,8% y unas escasas décimas en nuestro país).

De acuerdo con estos datos, el tono de superioridad empleado por prominentes miembros del anterior Gobierno cuando hablaban de aquella economía ¿podría ser juzgado de cínico, debido a las ingentes transferencias que España ha estado recibiendo indirectamente de Alemania, pero estaba justificado?

Si pasamos de los datos macroeconómicos a los microeconómicos la impresión que obtenemos de la comparación es radicalmente diferente. El sector privado de la economía alemana está haciendo su ajuste, el español no. Incluso las familias alemanas, cuyo gasto esta deprimido, han realizado su ajuste financiero (han reducido su nivel de endeudamiento y sus activos no están sobrevaluados) y su tasa de ahorro es relativamente alta. Hay que recordar que la disminución del tipo de interés real experimentada en los últimos ocho años en España ha sido notable, y en Alemania ha sido reducida: el tipo real a tres meses se ha reducido en España unos 500 puntos básicos y en Alemania unos 200, y ahora en España es negativo y en Alemania no.

Allí, además, el paro ha crecido de forma importante, lo que ha afectado muy seriamente las expectativas de las familias alemanas reduciendo su propensión a gastar. Estas expectativas se han visto también golpeadas por la desconfianza acerca del futuro del generoso Estado de bienestar, tan integrado en la cultura alemana desde la segunda guerra mundial. Las últimas cifras de paro (ha dejado de aumentar) permiten albergar cierta esperanza acerca de las expectativas domésticas.

Para comparar la evolución del empleo en Alemania y en España en los últimos años hay que tener en cuenta que la fuerte generación de empleo en nuestro país se ha visto favorecida por dos shocks positivos: uno de oferta (la fuerte inmigración) y otro de demanda (la enorme reducción de los tipos de interés). En Alemania, en cambio, el shock de demanda ha sido, como hemos apuntado, de mucha menor cuantía y han tenido otro shock de oferta, pero en este caso ha sido negativo en lugar de positivo: la reunificación, que supuso incorporar cerca de 20 millones de ciudadanos con una productividad mucho menor (la decisión de la paridad de los dos marcos supuso eliminar la práctica totalidad del aparato productivo del Este) y a los que se les igualó el salario en un breve periodo de tiempo.

Pero es en el sector empresarial donde el ajuste que está realizando la economía alemana más luce. En los seis años y medio desde el inicio del euro los costes laborales unitarios alemanes han disminuido casi un 20% respecto los españoles y los italianos y un 10% respecto a los franceses. Y ello es debido en buena parte a ganancias de productividad. En ese mismo periodo el diferencial de inflación (de precios de consumo) entre España y Alemania ha sido de casi nueve puntos porcentuales, y entre Alemania y Francia prácticamente nulo. Si los salarios se han movido con los IPC vemos que más de 10 puntos se deben a ganancias diferenciales en la productividad. Y en Alemania el proceso se está acelerando desde 2003, por lo que es de esperar que las diferencias se agrandarán.

A esta mejora relativa de la productividad, tan necesaria en Europa, ha contribuido el aumento en la flexibilidad laboral que se ha conseguido en parte por las medidas del Gobierno en el terreno de la regulación de la cobertura del paro, pero en gran medida gracias a acuerdos alcanzados entre empresas y trabajadores que han permitido flexibilizar la duración de la jornada, incrementar el número de trabajadores a tiempo parcial e, incluso, un mayor recurso a contratos temporales. Una muestra, quizá, de los valores cívicos de los alemanes (del oeste) que se remontan al siglo XIX y que fueron congelados por la experiencia nazi. Pero otro elemento fundamental que está permitiendo este ajuste productivo, y que está desgraciadamente ausente en nuestro país, es la densidad y viveza del tejido empresarial e industrial de Alemania.

Esperemos que cualquiera que sea el resultado de las próximas elecciones el nuevo Gobierno impulse nuevas reformas y los sindicatos sigan mostrando un espíritu cooperativo.

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