El éxito de los claveles in vitro
Barberet y Blanc lidera el mercado mundial gracias a la innovación.
Qué razones pudieron llevar a Barberet y Blanc, primera productora de claveles en el mundo, situada en la Costa Azul, a trasladar su producción a Puerto Lumbreras, una pequeña localidad situada en una de las zonas más áridas de Murcia, a principios de los años ochenta? José Sosa, director general de la compañía, es rotundo: la deslocalización industrial. 'El terreno en esa zona de Francia, donde yo estuve muchos años de emigrante, no se vendía por metros cuadrados, se compraba por centímetro cuadrado. Los costes de producción no eran asumibles y los propietarios decidieron hacer dos ensayos de producción en Sicilia y en Puerto Lumbreras. Al final creo que decidieron quedarse en Puerto Lumbreras porque me conocieron en Francia y sabían cómo trabajaba, a pesar de saber también que había otras zonas en España, como el Maresme en Barcelona o Alicante, con unas condiciones climatológicas mucho mejores para la producción de clavel.
El grupo francés se desprendió de la compañía en el 88 y se la dejó a Sanofi y ésta la volvió a vender al grupo japonés Kirin, actual propietario de la compañía, en 1995. En la actualidad, Barberet y Blanc es el mayor productor mundial de clavel, con unas ventas anuales de 80 millones de plantas, que las vende en tres modalidades: plantas madres, esquejes enraizados o esquejes sin raíz. 'Vendemos 50 millones de esquejes de clavel en todo el mundo, de los que una gran mayoría están ya enraizados, un millón de plantas madre, es decir, el clavel crecido y en maceta, y los 30 restantes son otras plantas', asegura Sosa.
Pero quizá lo más importante es que han seguido siendo líderes en su sector sin sufrir ampliaciones en sus instalaciones. 'Empezamos en Puerto Lumbreras con quince hectáreas y seguimos con ese espacio'. ¿Entonces, cómo han conseguido crecer tanto? La respuesta, según Sosa, es la innovación y la investigación. 'Desde que pertenecemos al grupo Kirin hemos destinado el 20% de nuestro gasto a investigar nuevas variedades y a realizar hibridaciones de plantas en busca de colores, durezas o tonalidades que conquistaran el mercado'. Las quince hectáreas y media de invernadero se reparten entre la planta madre, que ocupa 11, la planta enraizada (4) e investigación, que tiene media hectárea.
El proceso de innovación comienza precisamente en la parte de ensayos. En el laboratorio es donde se producen las hibridaciones o cruces entre distintas variedades de claveles en las que se buscan novedades. 'Entre que se produce la hibridación y se vende el clavel suelen pasar cinco años. El primero corresponde a la hibridación; el segundo es cuando aún es semilla; el tercero pertenece al primer ensayo, el cuarto, al segundo ensayo, y el quinto, al tercero', explica Sosa.
Las hibridaciones se hacen en los laboratorios de cultivo, donde los tienen in vitro o meristemáticos. Los primeros permiten multiplicar la planta en los tubos de ensayo del laboratorio, donde se les aportan los nutrientes necesarios para su crecimiento. Los meristemáticos (aquellos procedentes del meristemo, la única parte de la planta limpia de plagas o infecciones) siguen el mismo proceso que los in vitro, lo único que les diferencia es su procedencia.
En la actualidad hacen una media de 20.000 hibridaciones al año, de las cuales salen, según Sosa, en torno a 50.000 semillas, 'que se siembran durante el año, se marcan para saber cuál es el padre', de las que salen unas 30.000 plantas y posteriormente se seleccionan las 300 mejores variedades. Esas variedades se empiezan a multiplicar, bien en laboratorio o bien en el propio invernadero. De cada planta se sacan al menos 20 tallos, que se enraízan y entran en el primer año de ensayos. Durante este periodo se le controla periódicamente la rapidez con la que crece, la rigidez del tallo, el número de tallos, el tamaño o el color, si hace mutaciones y cuándo, los meses que más crece... Pero nada de esto vale, según Sosa, si la planta no supera la última prueba: sumergirla en agua y ponerla a temperatura de vivienda. 'Cualquier variedad que no aguante impecable más de quince días en agua no sirve. Esto nos deja con un margen mínimo de supervivencia: de cada 10.000 que producimos, sacamos 1 que supera todas las pruebas'.
Pero no se han parado ahí; después de conseguir un catálogo de 130 variedades, 'en el que conseguimos incluir 5 o 6 variedades nuevas al año', entre las que destacan el miniclavel y el clavel para maceta, 'dos variedades comerciales que han tenido mucho éxito', han empezado a trasladar esas investigaciones a otras plantas como la gerbera o la poinsetia (la flor de Pascua navideña). 'En la poinsetia sólo conseguíamos sacar una variedad con un aspecto muy feo, hasta que un empresario de Almería fue capaz de abrirnos los ojos y nos dijo que lo que importaba no era el aspecto externo, sino cómo estaban los tallos, que estaban en un estado perfecto'.
Produce 80 millones de plantas al año, en su mayoría claveles. Gasta el 20% de los ingresos en I+D, lo que le permite tener en catálogo unas 130 variedades. Cada año renueva seis y, de sus desarrollos, ha obtenido miniclavel o clavel para maceta. Ahora trabaja en nuevas variedades como gerbera o poinsetia
instalaciones
La sede central de Barberet y Blanc está en la localidad de Puerto Lumbreras (Murcia) y ocupa una superficie superior a quince hectáreas. Tiene una plantilla de 200 trabajadores, de los que 150 son fijos y 50 son fijos discontinuos, que sólo trabajan durante la época de comercialización del clavel. Una vez cortadas, todas las flores se guardan en cámaras frigoríficas, donde se impide que sufran cambios bruscos de temperatura, que provocarían su muerte inmediata.
singresos
Nuestro volumen de ventas es mucho más bajo de lo que la gente se cree', dice Sosa. Obtuvo en 2004 unos ingresos de 10 millones de euros. El 50% de las ventas se dirigen al mercado nacional, en especial a los productores de flor de Cádiz, Sevilla, Extremadura, Murcia o el Maresme, mientras que el resto va al extranjero, donde venden a países como China, Colombia, Kenia, Polonia, Grecia o Nueva Zelanda. Sosa señala que están condicionados por el ciclo biológico de la planta, lo que implica que tienen cuatro o cinco meses al año de parón en la actividad, que esperan compensar con las primeras ventas que están haciendo al mercado japonés en esos meses.