Sobre la ayuda al desarrollo y sus incongruencias
La opinión pública se ha movilizado recientemente a favor de la ayuda al desarrollo de los países pobres gracias al empuje mediático de artistas con nombre. El resultado de la cumbre del G-8 parece a primera vista positivo: las ayudas acordadas se cifran en 50.000 millones de dólares anuales, adicionales a los 79.000 ya gastados en 2004, que se harán efectivos dentro de cinco años. Sin embargo, un análisis más detallado del contenido de las ayudas por los distintos países pone de manifiesto que las ayudas aireadas tras el G-8 ya habían sido prometidas en diversos momentos en el pasado. En definitiva, no parecen haberse conseguido nuevos fondos, sino sólo un efecto marketing, al volverse a presentar como nuevos compromisos simplemente promesas incumplidas. Según la OCDE sólo la promesa de Japón de gastar unos 10.000 millones de dólares en los próximos cinco años es nueva. Si las ayudas prometidas sucesivamente hubiesen sido hechas ya realidad, seguramente la situación de pobreza en el mundo habría mejorado sustancialmente.
Otra de las críticas hechas a las ayudas del G-8 ha sido su horizonte, ya que las mismas se harán efectivas en cinco años. En este punto existe una cierta justificación para el gradualismo en los flujos de capital hacia los países subdesarrollados. En primer lugar, pueden tener una capacidad de absorción reducida para la inversión nueva, y un exceso puede conllevar una ineficiente asignación de recursos. No obstante, a este respecto hay que subrayar que las ayudas dirigidas desde instituciones internacionales también pueden ser ineficientes, por no decir incoherentes. Así, no se entiende que haya ayuda internacional dedicada a instalar fibra óptica en Mozambique cuando la esperanza de vida al nacer en ese país es de 34 años.
Otros problemas de una acumulación de flujos de capital se generan por una apreciación del tipo de cambio y por la posible congestión en las industrias exportadoras. En un estudio reciente publicado por el Fondo Monetario Internacional en junio de 2005 (What Undermines Aid's Impact on Growth?, realizado por Raghuram G. Rajan y Arvind Subramanian, WP126) se señala que los flujos de ayuda financiera producen efectos adversos en el crecimiento, salarios y empleo en los sectores exportadores e intensivos en mano de obra, aunque efectivamente pueden tener efectos positivos en el sector agrícola. Según los autores, las ayudas financieras deben gastarse productivamente de forma que compensen esos efectos adversos sobre la competitividad. Para el FMI se debe trabajar en cómo reducir esos efectos negativos, por ejemplo, aumentando la oferta de otros factores críticos como es la cualificación de los trabajadores. Otra forma de evitar problemas es centrar las ayudas en programas que sirvan para reducir los costes de exportación, como es la construcción de carreteras hacia las fronteras. Por otra parte, se pueden mitigar los efectos de los flujos de capital sobre los tipos de cambio reales, por ejemplo, a través de la esterilización monetaria.
Las ayudas a África aireadas tras el G-8 no son sino las prometidas en diversos momentos en el pasado
En este punto, el análisis teórico sobre cómo organizar los flujos a los países pobres para que no se generen problemas se enfrenta a la realidad política. Uno de los fenómenos económicos más significativos de estos últimos años está siendo el desarrollo de China. La región asiática, en especial China, se encuentra entre las pocas áreas en vías de desarrollo que están siendo receptoras de capital en 2004. Los países emergentes en general muestran un superávit exterior, que compensa el déficit norteamericano, y eso se traduce en fondos de capital desde los primeros hacia el segundo. En 2004 la región asiática mostró un superávit de cerca de 230.000 millones de dólares, la mitad del total mostrado por el conjunto de países emergentes, y es la única que fue receptora neta de capital por 130.000 millones en 2004 (dos tercios del total), de los cuales 87.000 millones fueron inversión directa.
La explicación a los desequilibrios financieros mundiales se puede simplificar señalando que en Estados Unidos hay falta de ahorro y en las economías asiáticas exceso del mismo. Se critica a China por preferir promover las exportaciones antes que la demanda interna y para ello mantener la competitividad de su moneda a pesar de acumular reservas. Sin embargo, aunque su crecimiento en el futuro debe pasar por extender el desarrollo en el interior del país, de momento está graduando la absorción del capital evitando los efectos de pérdida de competitividad señalados por los artículos teóricos. Como también se ha señalado en ocasiones en el pasado, los flujos de capital pueden pincharse y el desarrollo es una cuestión de largo plazo.