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Tribuna
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El euro y el coste de la vida comparativo

La publicación reciente de un informe sobre el coste de la vida en las principales ciudades del mundo, según el cual las ciudades de la zona euro se sitúan en la zona superior de la clasificación, ha dado lugar a una avalancha de artículos acusando al euro de encarecer el coste de la vida en Europa.

¿Qué dice este informe? Que Madrid, Barcelona, Bruselas, Atenas o también Luxemburgo subieron significativamente en la clasificación de ciudades más caras. La causa parece vista para sentencia: el euro es culpable, arrojémoslo al baúl de los recuerdos.

Detengámonos sin embargo un momento y observemos cómo se establece la clasificación: los precios en las grandes ciudades estudiadas se convierten en dólares y se comparan a los de Nueva York. No es la inflación lo que la clasificación refleja, sino… ¡la evolución del tipo de cambio euro/dólar!

En Europa, la inflación está controlada gracias a la acción eficaz del BCE y a las reformas llevadas a cabo por los Estados miembros

Demostración. Un billete de metro cuesta 1,15 euros en Barcelona. Cuando el tipo de cambio está en 1,10 dólares por euro, el billete de metro vale 1,26 dólares. Cuando el euro cotiza a 1,30 dólares, el billete de metro vale 1,49 dólares. ¡Pero en Barcelona cuesta siempre 1,15 euros! El billete de metro no es más caro para los barceloneses, sino para el neoyorquino de paso por Barcelona. Francamente, no es lo mismo. Los turistas barceloneses en Nueva York se benefician, por el contrario, de un mayor poder adquisitivo: el billete de metro neoyorquino les sale más barato.

Por ello los institutos estadísticos aíslan los efectos del tipo de cambio al establecer comparaciones. No hacerlo lleva al lector a sacar conclusiones absurdas y alejadas de la realidad.

Y la realidad, en Europa, es que la inflación está controlada gracias a la acción eficaz del Banco Central Europeo y a las reformas de los mercados llevadas a cabo por la mayoría de los Estados miembros.

Este control de la inflación nos permite beneficiarnos de tipos de interés históricamente bajos. Acuérdense: a un español que compraba una casa en 1990 se le ofrecía una hipoteca con un tipo de interés cercano al 15%. Hoy, los tipos están por debajo del 3%. Para ser más claros: el que pedía hace 15 años un préstamo de 100.000 euros a 10 años, debía reembolsar más de 1.600 euros al mes; hoy pagaría una mensualidad inferior a 1.000 euros, lo que representa un ahorro de más de 600 euros cada mes.

Para el que ahorra estos 600 euros todos los meses, ¿le preocupa saber si equivalen a 510 dólares, como en 2000, o a 720 dólares como hoy día? No, lo que cuenta es que dispone de esos 600 euros más. Y si gracias a ellos uno puede viajar un poco más de tiempo de vacaciones o ir más a menudo al restaurante, uno debería decirse: esto se lo debo al euro.

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