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Tribuna
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El medicamento y el gasto sanitario

La nueva ley del medicamento que prepara el Gobierno se plantea una serie de objetivos que analiza el autor. En su opinión, no es fácil el reto de conciliar el modelo de sostenibilidad financiera y social con la competitividad de la industria farmacéutica y el mantenimiento de las inversiones de las multinacionales

El Ministerio de Sanidad adelantó el 8 de junio las líneas generales del contenido de la nueva ley del medicamento que sustituirá a actual, vigente desde 1990. El objetivo que persigue dicho anteproyecto, según el propio ministerio, es 'asegurar la calidad y universalidad de la prestación farmacéutica en todo el Sistema Nacional de Salud, impulsando el uso racional de los medicamentos y la sostenibilidad financiera del sistema y garantizando que todos los ciudadanos tengan acceso a los fármacos que necesiten en las máximas condiciones de calidad, seguridad y eficacia'. El establecimiento de este objetivo conlleva una serie de riesgos cuando analizamos los comportamientos e implicaciones en dos de los grupos de interés principales: los pacientes y los propios laboratorios farmacéuticos.

Por el lado de la demanda, los pacientes impulsan el crecimiento del consumo de fármacos a través de los siguientes mecanismos:

l Sus hábitos de consumo: los pacientes disponen de mayor información y, en consecuencia, son cada vez más sofisticados y exigentes respecto al valor de los fármacos desde el punto de vista de su eficacia y seguridad, por lo que los laboratorios tratan de desarrollar terapias innovadoras para dichas necesidades, lo cual supone un factor de crecimiento constante del coste por consumo de fármacos.

l La evolución demográfica de España: es de prever un crecimiento futuro del consumo de fármacos, ya sea para atender las necesidades del aumento de población por la inmigración, ya para atender las necesidades de una población progresivamente envejecida y con tratamientos de enfermedades crónicas de larga duración.

En definitiva, nada parece indicar que la demanda de fármacos vaya a disminuir. Todo lo contrario. Por lo que, en este contexto, las medidas propuestas por el ministerio parecen más orientadas a reducir el coste. En un entorno en el que la productividad de la industria farmacéutica se halla en crisis (50 nuevas entidades moleculares de media anual en el período 1975-1979 frente a sólo 31 en 2003), el impacto de medidas para atajar el gasto por consumo de fármacos basadas en su antigüedad resultarían eficaces, pero cabe preguntarse cómo alcanzar dicho objetivo en un futuro caracterizado por el desarrollo de un nuevo paradigma científico basado en la genómica y proteómica, que anuncia una medicina personalizada y en el que, obviamente, se va a producir un proceso significativo de sustitución de los actuales medicamentos.

Si atendemos al lado de la oferta, para poder evaluar cuál es el impacto de las medidas propuestas por el Ministerio de Sanidad es necesario considerar los siguientes aspectos:

l Si las autoridades económicas, sanitarias y del Gobierno reconocen a la industria farmacéutica como un sector estratégico de crecimiento, dichas medidas no pueden evaluarse sólo desde el punto de vista de la contención de costes por consumo de fármacos; es necesario considerar también su impacto sobre la competitividad de dicha industria, ya que es evidente que la otra cara de la moneda de la contención de costes es la reducción del valor de mercado de la industria farmacéutica, lo cual tiene un efecto multiplicador sobre el nivel de inversiones, mantenimiento y creación de empleo directo e indirecto, etcétera. Habrá que ver en qué medida el ahorro neto final obtenido es positivo o negativo para la economía española.

l La industria farmacéutica es un sector globalizado y su proceso de toma de decisiones se desarrolla en dicho ámbito. Históricamente se ha caracterizado por ser una industria dinámica que busca mantener la rentabilidad de sus inversiones, ya sea, como en las últimas décadas, moviendo sus principales inversiones de Europa a EE UU a la búsqueda de mercados de mayor valor potencial o, como hoy en día, que evalúa ubicar las mismas en países emergentes, como Brasil, Rusia, India o China, tratando de obtener tecnologías de vanguardia a menores costes. El posicionamiento de España como país de confianza para la industria farmacéutica y mitigar la incertidumbre en la que la industria farmacéutica toma sus decisiones, es fundamental.

El reto de conciliar el modelo de sostenibilidad financiera y social con el mantenimiento de la competitividad de la industria farmacéutica (supervivencia de los laboratorios nacionales y mantenimiento de las inversiones de las multinacionales asentadas en España) no es fácil. La viabilidad del modelo conllevará una evolución hacia uno de más colaboración entre los grupos de interés, una distribución del margen más alineado con la aportación de valor de los distintos agentes de la cadena de valor (fabricantes, cooperativas farmacéuticas, farmacias...), una búsqueda permanente de la eficiencia operativa, la reducción de costes y las sinergias (fusiones y adquisiciones, alianzas...) y, por supuesto, la toma de medidas estructurales en la propia Administración para mejorar su modelo de gestión y su nivel de eficiencia.

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